La cantautora norteamericana Josephine Foster vuelve con nuevo disco. Se trata de ‘No More Lamps In the Morning’, una colección de autoversiones que editará Fire Records el próximo mes de febrero y que la autora de ‘I’m a Dreamer‘ ha grabado en cinta junto a su esposo, Víctor Herrero, que toca la guitarra portuguesa, y la cellista Gyða Valtýsdóttir. Foster toca la guitarra con cuerdas de «nylon».
El primer avance de este nuevo disco es ‘A Thimbleful of Milk’, una delicada pieza incluida originalmente en el disco de Foster de 2008, ‘This Coming Gladness’, aquel cuya portada era una pintura de la Duquesa de Alba.
‘No More Lamps In the Morning’ será la segunda referencia de Foster para Fire Records tras ‘Blood Rushing‘, editado en 2012.
Protistas, el cuarteto de rock chileno formado por Álvaro Solar, Julián Salas, Alejandro Palacios y Andrés Acevedo, ha hecho un vídeo para ‘Nefertiti’, el tema que daba título a su último álbum, editado el año pasado. Dirigido por Matías Rojas y el mismo Acevedo, la pieza encuentra al grupo interpretando el tema en la Villa Olímpica de Nuñoa, «un espacio residencial», indica Acevedo, «cargado de ilusiones fundacionales y de episodios tristes ligados a los asesinatos y la violencia ocurrida en la dictadura militar». «También es un barrio que habla de la perseverancia por seguir adelante», concluye.
Entre las últimas confirmaciones de Azkena (abonos, en Entradas.com) estaban The London Souls, RavenEye, The Flying Scarecrow y el gran reclamo de Luke Winslow-King, a quien destacamos hoy. El artista nacido en Michigan pero asentado en Nueva Orleans debutaba en 2009 mostrando su visión tan particular del swing, el blues, el jazz, el folk, el soul o el R&B. El que presentará en Azkena será su cuarto disco, cuyo título por supuesto sabe a clásico (‘Everlasting Arms’) y que incluye uno de sus mayores éxitos, ‘Swing that Thing’.
No obstante, seguro que hay momento para recuperar temas tan delicados como el jazzy ’Moving on (Towards Better Days)’ o ‘The Coming Tide’ con su esposa Esther Rose, que sin perder de vista a los clásicos (Woody Guthrie es una de sus mayores influencias) suenan más que aptos perfectos para seguidores de artistas tan famosos hoy en día como M. Ward, muy especialmente en su proyecto paralelo con Zooey Deschanel She & Him. A falta de que vuelvan estos, ¿no merecen sus canciones aptas para cualquier tiempo mayor reconocimiento popular?
Azkena Rock Festival tendrá lugar los próximos 17 y 18 de junio en el recinto Mendizabala (Vitoria- Gasteiz).
El DJ y productor deadmau5 lleva meses copando titulares por sus ataques a gente como Madonna, Justin Bieber, One Direction o David Guetta. Para alegría de estos, el músico recientemente decidía abandonar las redes sociales por considerar que solo sirven para la publicidad, que convierten a sus usuarios en «meros números que añadir a tu cuenta de seguidores» y que no las necesita para nada para desarrollar su pasión, que es la música.
Esta actitud errática en las redes sociales, sin embargo, podría tener una explicación, y deadmau5 ha vuelto a ellas para compartirla con sus fans. El productor, recoge NME, ha asegurado que, «como todos los seres humanos», lleva tiempo combatiendo sus problemas con la depresión, añadiendo que se considera «lejos de ser una persona emocionalmente estable».
Disculpándose con sus seguidores por ser un «gilipollas» y «dejarles colgados en cuanto a novedades en [su] carrera», deamdau5 ha señalado asimismo que pasará unas fiestas tranquilas con su familia y amigos y que volverá al estudio a trabajar en nueva música a finales de diciembre, «donde volveré a ser yo».
Es una suerte que Adele no nos haya aburrido con un disco post-maternidad, recreado en la felicidad que ha encontrado con su bebé y con su nueva pareja. Ella misma dice en las entrevistas que ha querido evitarlo a toda costa, y con la excepción del tema final dedicado a su hijo, un ‘The Sweetest Devotion’ mucho menos edulcorado de lo que promete su título, se ha refugiado por el contrario en lo peor de su pasado, miedos no superados, relaciones sexuales frustrantes, fotografías de una niñez que entre fama y familia se le ha escapado de las manos; y también de su presente, como esos viejos amigos que no se atreven a saludarla por la calle porque piensan que el éxito se le ha subido a la cabeza. Con todo ello, Adele hace canciones. Si eres de los que esperaban de su tercer disco una especie de ‘Tusk’ (?) o una especie de ‘OK Computer’ (?), ’25’ no es un álbum para ti. Por el contrario, si eres de la escuela Bacharach, King, Newman… y sobre todas las cosas buscas canciones que te acompañen para siempre, más que un disco de moda que nadie recordará el mes que viene, posiblemente volverás sobre muchas de estas canciones unas cuantas veces. A menudo un tercer álbum sirve también para que nos demos cuenta de que un artista estaba infravalorado o de que no molaba tanto. Está claro cuál es el caso. A día de hoy es de necios negar que las composiciones de Adele perduran. Unas van, otras vienen, unas suben, otras decrecen, pero rara vez sobran o pasan desapercibidas. A cada paso que Adkins da, ‘Chasing Pavements’ suena menos triunfita y más Brill Building.
Con docenas de bandas jóvenes moviéndose por el underground estatal actual, resulta chocante que pocas, por no decir ninguna, se haya postulado para alcanzar un estatus más cómodo, con mayor repercusión. Con frecuencia se acusa a la vieja guardia del indie, bandas, sellos y fans, de ejercer un bloqueo ante nuevas propuestas, similar al que aquellas bandas sufrían por parte de los tótems de la post-Movida. Sin embargo, también sería sano hacer algo de autocrítica y señalar el hecho de que, al evidente freno que supone el contexto socioeconómico actual, tampoco se percibe una ambición rotunda por romper la dinámica minoritaria y querer abrazar a públicos mayoritarios. Por eso, resulta encomiable la actitud de una banda como Alborotador Gomasio, que declaran abiertamente su intención de abandonar el circuito indie. Hoy la escena indie necesita claramente un estímulo que haga romper con la dinámica derrotista de los últimos tiempos, y ‘Los excesos de los niños’ tiene el ímpetu y las canciones que hacen falta para ello. Siempre se ha “acusado” a JENESAISPOP de ser la SÚPER POP del indie (algo que no nos ofende en absoluto, por cierto). Si así fuera, Alborotador Gomasio serían protagonistas recurrentes de nuestra portada.
Con Dominique A este año hemos viajado a la minúscula isla danesa de Elleore (un microrreino de 0,015 km2 y unos 12 habitantes), al punto más meridional de la isla de Groenlandia, a Canadá, a la Rusia de Brézhnev y a la de Gorbáchov (‘Une Autre Vie’), a Nueva Zelanda, a los USA de la Gran Depresión (‘Oklahoma 1932’) y hasta a una imaginaria escena ante un paso de Semana Santa más propia de Fellini que de Berlanga. Esos lugares y tiempos inspiran fantasías poéticas en las que sitúa personajes extraviados, que anhelan amor o que se aferran al que tienen, por ingrato que sea, como único asidero vital; que idealizan parajes desconocidos o que otorgan voluntad y alma a elementos de la naturaleza; que rememoran el miedo del pasado desde un presente decepcionante. Todo ese bonito marco lírico se acompaña esta vez de composiciones sencillas y redondas, plenas de inmediatez, en el que es, a buen seguro, su disco más pop y clásico.
Zahara no mola más ahora porque se fije en los 80, meta un par de riffs con la furia de una PJ Harvey o porque siga demostrando que no tiene nada que envidiar a Tulsa en los momentos más descarnados («apenas me rozaste», dice en ‘El deshielo’, fantástica en su segunda mitad coral). Ni tampoco por las orquestaciones de ‘La Gracia’. Lo mejor de ‘Santa’, que se edita en una edición especial con disco extra, poemario y postales, es el retrato medio doloroso medio hedonista que se hace de la sensualidad. En sus letras, la artista puede caer en lugares comunes como recurrir al «frío» para hablar de soledad (aunque ‘El frío’ como melodía es bonita); o a frases de sonoridad un tanto rococó («recibo la hostia en la boca, aquella que no deja marca», canta en uno de los temas); pero en la mayoría de ocasiones logra salir airosa del desafío de hablar de sexo. «Tenías el sabor de todos los helados» dice en ‘El deshielo’, unas pistas antes de que el estribillo de ‘Oh, salvaje’ suene tan asfixiante como pretende («Oh, por favor, me cuesta respirar / Si vas a matar… este es un buen momento / Mátame ya… y llega hasta el final / ¡No puedo más!») y de que la religiosa ‘Inmaculada Decepción’ pase de decir «No era pecado besar sin conocernos / Era un milagro y nunca querrán reconocerlo» a «No era pecado follar sin conocernos / Era un milagro y nunca querrán reconocerlo».
Hay grupos que nada más escucharlos te teletransportan a parajes oníricos en los que nunca has estado, y después otros como los barceloneses The Suicide of Western Culture que no es que te lleven a ningún lado, sino que te abofetean en la cara desde el primer segundo deformando la cruda realidad que ves con tus propios ojos. Miquel Martínez y Juanjo Fernández, los dos hombres que realmente se esconden tras la capucha, lo han vuelto a hacer. Si bien su sorprendente debut puso sobre la mesa la unión de sus dos universos (lo industrial, capitaneado por Juanjo; y lo melódico, a cargo de Miquel) y su segundo disco limó lo que con anterioridad nos habían presentado, en este tercero que ahora nos ocupa abordan su idiosincrasia sonora desde una perspectiva menos claustrofóbica de la que nos tenían (mal) acostumbrados. Es el cierre de una trilogía, sí, pero vaya cierre.
Quizá por su procedencia académica, el aspecto técnico marca claramente la música de Herndon: el desafío a los límites convencionales de texturas sonoras, frecuencias y patrones rítmicos es su carta de presentación, partiendo de los logros que en los años del clicks and cuts realizaron y auparon a la primera línea a figuras como Matmos, Autechre o Herbert. Esto augura, en las primeras escuchas, que podemos estar ante un buen ladrillo musical para aquellos que no estamos especializados en música electrónica. Sin embargo, la gracia de esta pelirroja de apariencia frágil es que sabe imprimir un fuerte componente emocional a esas bases de apariencia gélida, inhumana. Holly Herndon logra en ‘Platform’ una insospechada puesta en común de elementos tan dispares como la crítica socioeconómica (o al menos, un cuestionamiento), la experimentación sonora (y visual: absolutamente todos sus vídeos son un complemento imprescindible a su obra), el arte y el pop, en una obra de múltiples capas y lecturas, que revela nuevos y sorprendentes detalles a cada escucha. ‘Platform’ es raramente bailable y difícilmente tarareable, pero también es una de las experiencias musicales más audaces y fascinantes que hemos escuchado en los últimos tiempos.
Desde el principio, Leon Bridges se ha preocupado de utilizar equipos vintage en las grabaciones para recrear los sonidos de los años 50 o 60, y no se ha cortado a la hora de cuidar su estética. Se comenta que una de las primeras conversaciones que tuvo con el productor Austin Jenkins, guitarrista de White Denim, fue precisamente sobre ropa; y a la vista de todos está a qué remite la portada de este disco. Pero Leon Bridges no se ha quedado en la superficie de seguir los patrones de un ‘Stand By Me’ -a ella recuerda, más que a Van Morrison, ‘Brown Skin Girl’- e incluso la pronunciación de estribillos como “Let me tell you, darling, Oooh ooh ooh, Ooh whoo-ooh” remiten a otra época. Como por supuesto sus vientos o los de ‘Better Man’, pero también el tipo de hipérboles usadas en composiciones como esta (“I’d swim the Mississippi river / If you would give me another start, girl”) o ‘River’ (“Been travelling these wide roads for so long / My heart’s been far from you / 10 000 miles gone”) y la deliciosa inquietud de ‘Smooth Sailin”. A Bridges quizá le falte haber sabido hacer un disco más original con un toque siglo XXI, más ácido en cuanto a lírica, pero como mímesis de lo que fue el sonido de una época, es increíble.
Simplificando mucho y a costa de Prefab Sprout, si ‘Kaputt’ era el ‘Steve McQueen’ de Destroyer, ‘Poison Season’ sería su ‘Jordan: The Comeback’. Un tour de force con el que demostrar que está más allá de su obra anterior, para confirmar su peso como compositor. Porque el pop ya no es suficiente; Bejar ha llevado su propuesta hasta el musical, el jazz y los standards, para poder explorar al máximo las capacidades expresivas de su voz (uno de sus objetivos con este disco, tal como explicaba en una reciente entrevista). Sin los coros que le daban el contrapunto en ‘Kaputt’, con mayor presencia (¡aún!) del saxofón y el apoyo de un quinteto de cuerda, Dan ha fabricado su propio musical, onírico y neblinoso, repleto de canciones líquidas que, lejos de contenerse, parecen desparramarse.
‘No me quiero enamorar’ es una demostración de lo que se puede hacer con un buen cúmulo de influencias bien entendidas en el camino a la consecución de tu propio sonido. Hay un poso claramente ochentero en estas composiciones, pero también de las bandas sonoras de los 60, lo yeyé, los girl-groups (con Elsa de Alfonso debería montar uno tras el buen resultado de ‘Mira su fuego’), Raffaella Carrá, Jean Michel Jarre y hasta Mari Trini o el retirado Carlo Coupé. Uno de los mayores exponentes de la variedad es la brillante ‘Obsesiones’, en la que el silbido que ejerce de gancho ni siquiera es lo mejor de la canción. Es que las estrofas las podría haber cantado Alaska en ‘La bola de cristal’ y el estribillo Marisol, mientras que su letra llena de manías es un retrato perfecto de los inadaptados (tema preferido en el underground de todos los tiempos). Este debut de Papaya se vinculará sobre todo a la moda del pop tropical, pero es muy reseñable que incluya desvergonzados guiños al hip-hop (‘Carne de carroña‘), ritmos de vals (‘No se dormirán’), temas tan oscuros como ‘El alimento del alma’ y texturas tan densas como las de ‘Ahumar’ sin que nada suene fuera de lugar.
Aunque es autobiográfico, ‘Garden of Delete’ no es un disco conceptual sino que, como todos los trabajos anteriores de Oneohtrix Point Never, encaja en el ángulo programático de la música tecno y en el concepto de música generativa de Brian Eno, evocadora de mundos inexistentes totalmente subjetivos para el oyente que existen libres de patrones convencionales. Sí contiene una historia de fondo complementaria, que es la de Ezra, un bloguero humanoide que entrevista a Lopatin en su blogspot, cuya publicación más antigua se remonta a 1994, y cuyo grupo favorito es Kaoss Edge, una banda ficticia de “hypergrunge” que tiene hasta página web oficial. El género “hypergrunge”, de nuevo, es inventado, pero curiosamente pocos existen en la actualidad que definan de manera más acertada lo que ocurre en ‘Garden of Delete’. Es este un ejercicio de dicotomías. La fundamental es la combinación de belleza y horror, de paisajes reconfortantes secuenciados tras otros terroríficos. ‘Child of Rage’ es una composición bellísima, probablemente la que, por sonido, más debe a las investigaciones estéticas del disco anterior, mientras ‘SDFK’ empieza como una hermosa contemplación ambiental para convertirse en una canción de Slayer. ‘I Bite Through It‘ es visceral y reconfortante dependiendo del momento. ‘Mutant Standard’ iba a titular el álbum porque parece su génesis, una composición esquizofrénica que su autor sacude implacablemente a su antojo entre la tensión y la relajación. Como el resto del largo, no da tregua.
‘Hondo’ se siente como un viaje de descubrimiento. Sole Parody explicaba en una reciente entrevista que en este disco pretendía realizar una exploración del cante jondo, del folklore, del “Sur del sur”; buscar las conexiones obviadas en nuestra música con África y el Oriente Próximo (previamente, hace dos años, nos había adelantado que jugaría con sonidos de Bollywood y Marruecos). Ella, declara, aspira a crear “techno-flamenco’, pero su música se escapa de etiquetas. Sole se ha sumergido, pues, en el sur y ha emergido con una obra que remite al flamenco, sí, pero a mucho más. Ha dejado atrás gran parte de lo aparecido en ‘Cásala’ (el ukelele, el aire de película imaginaria) y de la “folktrónica” ha pasado al mundo. Aquí recuerda a Lido Pimienta, por su afán de filtrar las tendencias a través del folclore de su país y a Rita Indiana, no tanto en lo estilístico, sino en la voluntad de trascender usando los géneros más populares para hablar de política, feminismo y lucha, pero sin abandonar el aliento poético. Así, ha conseguido un disco telúrico, profundo y denso. Más elaborado, más rítmico, enormemente físico. ‘Hondo’ pide ser bailado mientras se gritan sus letras. Pero también reclama una escucha atenta.
Escuchando los dos adelantos de ‘Viet Cong’, álbum de debut homómino de este cuarteto de Calgary que cuenta con dos ex miembros de los malogrados Women en sus filas, parece imposible no acordarse de la vibración, la energía de los primeros Interpol, esa que echamos de menos hoy. Estos avances, aunque acertados puesto que son claramente lo que más fácilmente recuerda uno tras las primeras escuchas del disco, pueden llevar a cierto engaño. Hay mucho más, aún más oscuro y malencarado, en las otras cinco canciones que conforman este disco. Tras varios aciertos más marcianos y sofocantes, se reservan el golpe definitivo para el cierre del álbum: ‘Death’ es una especie de suite post-punk que en sus distintos movimientos nos lleva por paisajes no ya delicados pero sí melancólicos, conduciéndonos hasta una brutal catarsis (no alcanza las barbaridades de Michael Gira y sus Swans, pero lo intentan con ganas), a la que sigue un desenlace vibrante, casi bailable. Sus 11 minutos son el perfecto final para ‘Viet Cong’, puesto que representa la estimulante paradoja de un disco que es a la vez abrasivo y acogedor.
El dúo formado por Manuel González Molinier y Saray Botella no le hace ascos a ningún estilo y lo mismo le dan a la canción pop española de los 70 (‘Odiar‘) que al pop-rock con retazos de Americana (‘Hushpuppy’, ‘Tanatorios’) que al pop casado con el jazz (‘Arte y ensayo’) o incluso la bossa (‘Cómo funciona un corazón’). Ellos dicen que su estilo es «disperso» pero todos los palos que tocan los tocan bien y eso es lo que da cohesión a esta nueva colección de canciones editada por El Genio Equivocado. Destacan la balada ‘Amor bomba’, de preciosa melodía y espléndido desarrollo hacia la distorsión guitarrera en la que Molinier promete a su amada «tantos bebés que no los puedas ni contar / y un perrito salchicha y vacaciones en el mar»; y el espectacular retrato existencialista de ‘El cielo protestó’, ya una de sus mejores canciones.
Aparte de la alegría inicial, las reuniones de bandas míticas suelen provocar sudores fríos. ¿Han vuelto por la pasta? ¿Sonarán a patética fotocopia esclerotizada de sus mejores logros? No les habrá dado por “renovar” su sonido, ¿no? Sleater-Kinney van por faena y te patean las dudas en un santiamén, porque su regreso es de los que dinamitan miedos y elevan espíritus. ‘No Cities to Love’ es un misil de diez canciones y apenas 32 minutos directo al hipotálamo. Si ‘The Woods’ se adentraba en terrenos pantanosos y casi hard-rockeros, este disco es un retorno a postulados más punks. Menos denso, más directo, el trío aligera la forma, no el fondo. Las canciones son más inmediatas, tan fieras como siempre y quizás aún más adictivas, pero según sus reglas. Porque aunque el disco esté plagado de arrebatadores riffs de guitarra de factura punk-funk y melodías secuestra-neuronas, Sleater Kinney no han querido ofrecer himnos obvios para bailar en discotecas indies. Se escapan de lo fácil para construir recios monumentos que rehúyen los caminos más trillados a base de crispar las estructuras, tentarte con estribillos- caramelos que tardan en reaparecer o golpearte con ellos hasta asfixiarte, mientras la voz de Corin Tucker se eleva desafiante sobre la sección rítmica de acero y esos coros guerreros marca de la casa. No dan respiro, no toman prisioneros.
«Qué bonito», comentaba La Bien Querida en nuestro obituario de Enrique Morente. Pero lo bonito de verdad es que Ana y otros compositores de este disco hayan sabido retomar el legado de la familia, no sólo sus raíces flamencas -aquí expuesta en ‘Dama errante’ y en la totalidad de los temas de una forma o de otra- sino su amplitud de miras para ofrecer un disco rico, variado y singular, digno de celebrar por todo tipo de públicos. De la cómica ‘Vampiro’ a la atemporal ‘La nochecita sanjuanera’ -su ‘La fuerza del destino’ particular-, ‘Tendrá que haber un camino’ es un ordenado festín de palmas, cuerdas exóticas, guitarras progresivas y sobre todo melodías memorables. ¿Qué mejor cierre que ese ‘Todavía’ que referencia al «Todavía no», con el que Enrique aconsejó a una Soleá Morente adolescente que aún no se dedicase a la música? Ahora sí que ha llegado el momento, ahora sí que hay un camino.
HEALTH siguen sonando atronadores (ahí está ‘Courtship II’), oscuramente imponentes (con piezas como ‘Victim’ no sabemos aún por qué nadie les ha encargado poner música a un filme gore de los que a ellos tanto les pirra) y con una contundencia sonora sobrehumana. No obstante, lejos de entregarnos otra obra más de ruido extremo con baterías híper musculadas y guitarras embestidas, la banda en esta ocasión ha querido barnizar sus nuevas canciones de un halo mucho más accesible alejando de las tinieblas la voz de su líder, John Famiglietti, al que por fin podemos entender qué nos canta. Jamás, ni en nuestros mejores sueños, hubiésemos llegado a imaginar que podrían llegar a sonar a los Pet Shop Boys, pero eso mismo es lo que ocurre en esa ‘Dark Enough’ que por méritos propios se cuela entre los mejores temas sintéticos del año junto a la muy depechera ‘Stonefist’ o esa ‘Life’ en la que nos ponen en bandeja uno de los estribillos más pegajosos de la temporada.
Que ‘Communion’ no sea carne de Mercury Prize o que incluso desluzca frente a otros debuts de pop más cohesionados como el de -los ahora en declive- Hurts o Disclosure, no significa que podamos ignorar su gran arsenal de grandes canciones. ‘King’ y ‘Take Shelter’ mantienen un duro pulso por alzarse con el título de mejor composición del disco, y su ritmo presto para el perreo se repite con sutileza en ‘Real’, que resulta notable allanando el terreno para el desarrollo del disco. ‘Shine’ es un gran «grower», ‘Without’, una balada de admiración hacia alguien inalcanzable que suena a Michael Jackson (como ‘Eyes Shut’) remezclado por AlunaGeorge, cuyas torsiones vocales también son una referencia en otras dos de las joyas perdidas del álbum: esa ‘Worship’ que no era uno de los cinco singles oficiales pero que lo habría merecido por representar al grupo perfectamente, puesto que contiene elementos R&B, synth-pop y tropicales, todos al servicio de otra melodía deliciosa; y la pegajosa ‘Desire’, que no alcanzó el éxito de ‘King’ pero debería.
Ya hace años que andan demostrando su poderío latino por medio mundo (no es de extrañar que hayan actuado en festivales indispensables como Glastonbury, Coachella o el SXSW de Texas, entre muchísimos otros), pero este ‘Amanecer’ les ha catapultado definitivamente, al fin, como una de las bandas más interesantes, creativas y originales que ha dado Latinoamérica. Los colombianos Bomba Estéreo son como una esponja, absorben todo el folclore musical de su Colombia natal y lo revisten de una personalidad electrónica exquisita y la mar de contemporánea. Y ahí está la gracia de su propuesta, ya que aunque se valgan de la cumbia, la champeta o la salsa (unos géneros que llevan en su ADN por razones más que obvias), sus canciones son de un pegajoso y una efectividad que asusta. Buena parte de culpa la tiene esa Celia Cruz del siglo XXI llamada Liliana Saumet, que para esta ocasión explota su yo más frágil y emotivo, por ejemplo, en esa preciosa ‘Algo Está Cambiando’ en la que la banda demuestra que más allá de su vertiente hedonista también puede firmar piezas más downtempo sin perder un ápice de su frescura.
A través de la pseudo reinvención orgánica, Miguel ofrece en ‘Wildheart’ varias de las mejores canciones de su carrera, como la deliciosa ‘NWA‘ (“niggas with attitude”), en la que conjuga amables lametazos guitarreros, melodías vocales muy Michael Jackson y esqueléticas percusiones en evocación del mejor D’Angelo, o la fantástica ‘waves’, todo un chute de euforia y calor solar al servicio del Miguel más sabrosón. Otras destacadas eran ‘coffee’ o ‘what’s normal anyway’, y si Miguel no da con canción mejor en ‘FLESH’ (que está muy bien), por lo menos sí ofrece un falsete tan sexy como la portada de ‘coffee’ o más. El disco, aparte de melodías, textura, dimensión e intimismo, está lleno de grandes momentos. R&B de nivel.
Da igual los años que pasen que siempre seguirán maravillando los inescrutables caminos del pop. Allá por julio, Scotter Brown, mánager de Carly Rae Jepsen, declaraba al New York Times que el objetivo de ésta con ‘E•MO•TION’ era quitarse de encima la sombra de one hit wonder de una vez por todas: querían un disco, no sólo un single. La tarea no era fácil, porque ‘Call Me Maybe’ es probablemente uno de los mayores éxitos pop de la década. Una especie de ‘Wannabe’ que absolutamente todo el mundo conoce y del que, por mucho que se quiera, no se puede escapar. Lo curioso de ‘E•MO•TION’ es que, sí, se ha conseguido un disco muy notable pero, lejos de la intención original, la cantidad ingente de singles es apabullante. Una auténtica fiesta pop apta para todos los públicos que, sirviéndose de todos los trucos y tics del mejor synth-pop de los 80, logran convertir a Jepsen en una especie de mezcla de Madonna, Whitney Houston y Belinda Carlisle.
Cinco años han pasado desde que los hermanos químicos editaran aquel ‘Further‘, su último álbum de estudio (siempre y cuando no se contabilice la banda sonora que compusieron en 2011 para el filme ‘Hanna’). Y, desde entonces, durante su ausencia, el panorama electrónico se ha colapsado de vividores de la EDM y demás caraduras que se las dan de estrella sin ser ellos en realidad nada de eso. Por ese motivo resulta de lo más aplaudible que Tom Rowlands y Ed Simons, en lugar de seguir ninguna corriente ni moda, vayan por libre únicamente referenciando a unos grandes: ellos mismos. Entre pelotazos y sorpresas como Beck en ‘Wide Open‘, un tema tan precioso, neworderiano, delicado y capaz de ponerte los pelos como escarpias, ‘Born In The Echoes’ ofrece tantas cosas en menos de una hora que cualquiera encontrará su highlight particular. Aquellos que afirmaban que ya no son lo que eran, que se lo hagan mirar después de hincar el diente a estos sólidos temas.
Damnificados por la separación de Antònia Font, ¡no decaigamos! ¡Nos quedan los discos de Joan Miquel Oliver! Y si nos continúa ofreciendo tanta cantidad de cariño, nuestro pesar se mitigará. Porque los tres discos de Oliver en solitario son, efectivamente, espléndidos… pero espaciados. Quizás el peso de la banda dejaba pocos resquicios a su obra en solitario. También les faltaba algo de la exuberancia del grupo; los textos y las melodías fantásticas estaban presentes, claro, pero su senda introspectiva pedía cierta melancolía sónica. ‘Pegasus’ no es una excepción, pero creemos que, como aquí, nunca había brillado tanto el universo de Oliver fuera de Antònia Font. Este brillo, además, no sólo emana de sus canciones, magníficas, sino del sonido y de la ejecución. Aunque Joan Miquel sea aquí el increíble hombre orquesta (no solo canta y compone, sino que además lo toca todo) y mantenga la simplicidad de ‘Bombón mallorquí’, logra sonar mucho más lleno, rico; más cercano al regocijo de ‘Surfistes a càmera lenta’. Atención a los tres temas finales donde el esplendor compositivo de Joan Miquel se hace incuestionable.
Al margen de su innegable magnetismo estético, que les hace parecer una especie de anti-boy band, es difícil precisar cuál es la clave que diferencia a Pxxr Gvng de otros competidores. No son (ni quieren serlo) los mejores poetas, ni tampoco los más pulcros ni comprometidos. Siempre en los límites del sexismo (aunque son las ratchets las que les buscan a ellos, ojo), sus topics se centran en ponerse hasta el ojete de todo, follar aún más (con o sin amor), en ser más malos y auténticos que los demás (un clásico), y conseguir toda la panoja que les sea posible (antes, trapicheando; ahora, por medio de la música) “para quemarlo” y compartirlo con los suyos. Sin embargo, como por arte de magia, deslumbran y enganchan, usando un ágil, atractivo, léxico policultural en temas realmente magnéticos, con versos certeros que ni sermonean ni adoctrinan, simplemente muestran su realidad, por fea que pueda resultar a veces. Una actitud fresca, irreverente, desafiante y hasta divertida (el abuso del autotune es casi paródico). Por todo eso, “las yiyis mueven el chocho con los 808”, como cantan en una cachonda ‘Cigala‘ que sitúa al cantaor como héroe, más por su capacidad para festejar que por su cante.
‘Mutant’ cuenta hasta 20 pistas que, aunque breves en duración, han sido esculpidas al máximo detalle. Imposible de ignorar es, en este sentido, el tema que titula el álbum, un corte, como su misma cubierta, de hecho, lleno de protuberancias pero también de paisajes que explotan, desaparecen, se evaporan, y de capas que fluyen y se entrelazan con total gracilidad, formando estructuras ingrávidas por un lado y volcánicas por otro, que desembocan en una coda de coros hermosos y melodías celestiales, tan increíble de oír como suena. No extraña que sea el tema que da título al disco, como tampoco que sea la de Arca la cara de la criatura que aparece en la portada. A rasgos generales, las 20 pistas de ‘Mutant’ ofrecen ideas similares pero los resultados no podrían ser más variados. Pero su gran triunfo quizá sea el hecho de que, en su hora exacta de duración, apenas dé tregua u ofrezca momentos olvidables. Solo unos pocos cortes aquí, como ‘Beacon’ o ‘Extent’, contarían como relleno por desplegarse sin dejar marca, pero incluso momentos menores como ‘Gratitud’, poco más que una melodía de harpiscordio, merecen la pena o tienen algo interesante que decir, algo que solo puede explicarse con que ‘Mutant’ es el trabajo de un artista que se encuentra claramente en su momento de mayor efervescencia creativa. Si ‘Xen’ ya nos convenció, ‘Mutant’ es el golpe sobre la mesa que lo confirma como uno de los más elocuentes vanguardistas de la electrónica experimental actual.
Florence ha publicado disco como resultado de un colapso emocional. Durante el año sabático que separó el final de la extensa gira de presentación de ‘Ceremonials‘ del génesis de ‘How Big, How Blue, How Beautiful’, Welch aseguraba en una entrevista el pasado mes de febrero haberse sentido infeliz y “como cayendo en espiral”, a lo que influyó enormemente, y tal como ella confesaba, su “irregular relación” con la bebida. “Fue una época caótica”, concluía. En ‘How Big, How Blue, How Beautiful’, producido en su mayor parte por Markus Dravs, Welch y su banda The Machine exorcizan esos demonios al mismo tiempo que reinventan su sonido en un disco, de nuevo, pomposo pero no excesivo y dotado a su vez de necesarios momentos de introspección, algunos de los cuales se encuentran ya entre lo mejor de su carrera.
Tras su colaboración con Daft Punk, Noah Lennox, más conocido como Panda Bear, se propuso hacer un disco que tuviera “el sabor de las cosas que no duran mucho tiempo”, inspirado por una de las pistas destacadas de ‘Random Access Memories‘, ‘Touch’ con Paul Williams. Lennox asegura que es un tema “donde siempre ocurre algo nuevo y que constantemente presenta nuevos lugares a donde la música puede ir”. ‘Panda Bear Meets the Grim Reaper’, quinto disco de estudio del miembro de Animal Collective, es efectivamente un trabajo impredecible y efervescente, un viaje que empieza en el cielo para dejarnos con los pies en la tierra y, sí, el álbum más pop de Lennox hasta la fecha. ¿Alguien esperaba otra cosa?
Un halo artesanal y familiar rodea este álbum: artesanal porque además de contener diez canciones lentamente destiladas en el período 2006-2012 (recordemos que Forster siempre dijo que si escribe tres buenas canciones en un año ese es «un gran año»), está grabado con amor y tecnología completamente analógica en el Wild Mountain Sound Studio de Mount Nebo (Australia). Por cierto, coproducido por dos jóvenes miembros del grupo The John Steel Singers (fascinante momento de la historia éste en el que los veteranos recurren a músicos más jóvenes para recuperar sonidos orgánicos). Y familiar porque es el disco en el que más ha involucrado a su familia, desde esa preciosa portada con foto de Loretta Forster (su hija de catorce años) o la guitarra invitada de su hijo Louis (atención a su muy prometedor grupo The Goon Saxes) hasta -muy especialmente- la participación de su mujer, Karin Bäumler, a cargo de voces y violín. Así pues, con esos nuevos aliados de dentro y fuera de casa, y con tiempo para pulir y descartar, Forster ha creado algo extraordinario, diez canciones llenas de hallazgos temáticos, melódicos, musicales. Esa es en realidad la gran noticia una vez descrito el recubrimiento: la musa de Robert Forster resplandece con más fuerza y más claridad que nunca.
Lo que siempre distinguió a Madonna de otras cantantes pop es que sus mejores obras llegaron cuando corrió riesgos y se desmarcó de lo cómodo o lo previsible, acercándose a artistas y creadores rompedores que le hacían ir un paso por delante. ‘Rebel Heart’ es otro de esos discos, no original ni rompedor, pero que fagocita a la perfección las últimas tendencias (e incluso las próximas) para modelarlas a su conveniencia. Como ella misma ha mostrado antes, el simple hecho de contar con un superequipo de productores y compositores (en este caso, creadores de hits del prestigio de Toby Gad, MoZella o Ariel Rechtshaid) no garantiza el éxito. No es tan sencillo, y las pruebas están en los últimos patinazos discográficos de la propia artista. Pero ‘Rebel Heart’ brilla, sobre todo, gracias a que toda esa pléyade de talento está claramente al servicio del lucimiento de Madonna sin que por ello pierda su carácter y personalidad. Es innegable que con este disco la Reina del Pop recupera claramente crédito artístico y se gana el respeto y la reverencia que parecían tan difíciles de recuperar.
El cliché de artista atormentado, puteado por mil y una circunstancias de la vida y víctima de conductas autodestructivas que derivan en abuso de sustancias, siempre ha sido sinónimo de autenticidad. Parece que respetamos más a un autor cuanto más drama hay en su vida sin caer en la cuenta de que el talento para escribir una canción como ‘Marz’ no puede venir sólo del alcohol. Personas con problemas con la bebida hay muchas, autores de temas como ‘Sigourney Weaver‘, pocos. ‘Grey Tickles, Black Pressure’ confirma un poco esta teoría. John Grant, que se ajustaba como un guante al cliché de autor torturado y que ahora vive felizmente en Islandia con pareja estable desde hace dos años, ha entregado uno de sus mejores álbumes. Un álbum de letras epatantes, honestas y llenas de humor, que en lo musical conjugan adecuadamente al Grant más clásico y al más experimental.
Courtney Barnett ha confirmado este año que tiene talento con la guitarra y lo tiene también con la pluma. Leer estas letras ha sido un placer absoluto, suficiente en sí mismo: son textos que parecen microrrelatos, o páginas del diario de alguien con el poder de hacer de los detalles cotidianos algo fascinante, melancólico o hilarante. Y sin embargo lo primero que engancha de Courtney Barnett es su sonido, que se podría resumir al oír el primer single de este disco (‘Pedestrian At Best’) como “Sheryl Crow cantando ‘Connection’ de Elastica”. Pero se trata de un reduccionismo injusto: es cierto que la zurda australiana borda ese estilo vocal que surfea entre la melodía y el recitado crowiano, pero con tan puntiagudas letras recuerda también al Dylan de ‘Subterranean Homesick Blues’, cambiando el surrealismo por realismo “slacker”. Además su voz es de las que las multinacionales se habrían pegado por tener en su catálogo hace una década y media. Y en cuanto a la música, es indudable que el predominio guitarrero (‘Dead Fox’, ‘Nobody Really Cares If You Don’t Go To The Party’) tiene muchísimo gancho, aferrado a una fórmula de garage-rock sencilla pero eficiente. Y encima hay más matices de lo que parece: detalles de inexactitud exacta a lo Pavement, guitar-pop a lo Triffids o a lo Lemonheads (no hay más que escuchar la melodía de esa seductora ‘Debbie Downer’), guitarrazos de grunge-pop o hasta un cierto contoneo a lo Rolling Stones (‘Elevator Operator’, ‘An Illustration Of Loneliness’).
‘Daughter of the Sea’ es el disco del año para Carlos Úbeda
Más de una vez te habrás encontrado con esa canción al final de un disco. Incluso puede que, en la época en la que eso tenía sentido, esa canción estuviera separada del resto por un silencio prolongado. Quizás esperando sorprenderte cuando ya creías que ya no quedaban más temas por sonar o quizás como disculpa por la diferencia de acabado, como justificando un bonito apéndice aparte de todo. Salvando las diferencias estilísticas, así es la música de House Of Wolves. Cada tema es esa última canción del disco, la que parece haberse grabado a deshoras en el estudio, sin los micrófonos colocados. Así fue ya en ‘Fold in the Wind‘ -su inolvidable debut primero autoeditado (2011) y luego publicado por Moonpalace (2012) y por Fargo (2013)- y así sigue siendo en ‘Daughter Of The Sea’ ({Dusk, Dais, Dawn}, 2015). Rey Villalobos, la única persona tras el nombre de House Of Wolves, da bastante importancia al hecho de haberse desplazado de Los Angeles a la costa irlandesa para grabar estas canciones junto al productor Darragh Nolan pero la influencia es prácticamente imperceptible. Los ocho temas de ‘Daughter Of The Sea’ transitan los mismos senderos ya recorridos en el anterior trabajo, afianzando su muy particular estilo compuesto a partir de canciones intensas y pequeñas, en voz baja, como rodadas a cámara lenta. Quizá esta última colección no tenga temas del atractivo inmediato de ‘Acres of Fire’ o ’50’s’ -que eran casi hits- pero, a cambio, ofrece mayor unidad y un nivel medio superior.
‘Chaleur humaine’ es el mejor disco de los últimos dos años para Sebas E. Alonso.
Sólo su origen francés impide a Christine llegar más lejos que Lorde, pues el número de canciones sobresalientes que ha sido capaz de incluir en este formidable debut es apabullante. La adaptación ‘Paradis perdus’ de Christophe y Jean Michel Jarre, añadiendo un estribillo de Kanye West (‘Heartless’, aquí muy mejorado sin la sobredosis de Autotune) es el examen perfecto para que Christine se luzca y pruebe que está por encima de la influencia del R&B, el hip-hop, la música africana, el pop ochentero más exquisito o cualquier otra. Podemos ver de manera más diáfana imposible a una joven artista que deslumbra con su personaje transgénero tanto como un Ziggy Stardust, haciéndonos suspirar por averiguar cuál podría será su próxima encarnación. ¿Será capaz de ofrecer algo completamente diferente? ¿Y queremos que lo haga?
Inspirado en el sonido de la Costa Fleming (bautizado así en honor a la zona de copas y crapulismo diverso que en aquellos años estaba en boga en Madrid, congregando al famoseo y la farándula), y las producciones musicales que en esa misma década facturaban músicos ilustres como Augusto Algueró, Alfonso Santisteban o Rafael Trabucchelli, que emulaba el sonido Philadelphia pero adaptándolo al gusto y la tradición españolas, ‘Lo malo que nos pasa’ presume de una intachable unidad sonora pero también es un disco variado. Sin renunciar a su estilo más prototípico, Fernández lo borda en su faceta más recurrente en ‘Vacaciones en Grecia’ (divertido cuento urbanita) o ‘Capitán Negrito’ (emotivo recuerdo de su amistad con el añorado Sergio Algora). En la confluencia de todos estos caminos se sitúa la canción que da nombre al álbum. En ella no se limita a evocar, con teclados, coros y guitarra española, una banda sonora de un film costumbrista protagonizado por José Luis López Vázquez (o Alfredo Landa o Fernan-Gómez…), no. Directamente, nos hace ver la película en 4 minutos y 31 segundos. Es la mayor, que no la única, joya de un disco completo y rico de un artista que, desde la humildad y la honestidad, se está labrando una de las carreras más respetables y convincentes de su generación.
Como ya lograran en el disco anterior, en el que colaboraron con Ana Matronic de Scissor Sisters, New Order se muestran fieles a sí mismos, pero abiertos a colaborar con los artistas a los que obviamente han influido. El disco se cierra con la luminosa ‘Superheated’ (vibrante y muy New Order ese “We are so different, yet we’re the same”), la tercera gran composición del largo, bajo los mandos de Stuart Price, una de esas canciones que te congratulan con el mundo y que cierra un círculo: justo cuando pensabas que sería perfecta para que la versionaran los Killers, aparece el amigo Brandon Flowers cantando (y The Killers recibían su nombre del vídeo de ‘Crystal’ de New Order). Claro, con razón los de Mute estaban tan contentos cuando firmaron con ellos. En aquel momento no se entendía nada. No venderán un millón, pero el mítico sello ha terminado editando un buen disco de New Order. Qué ilusión, ¿verdad?
El esqueleto sonoro que vertebra los temas de ‘Another Eternity’ se mantiene intacto respecto a su puesta de largo. Sin embargo, para esta ocasión el dúo ha arrojado algo más de luz e inmediatez a sus temas (ahí está esa ‘Begin Again’ que muestra retazos de EDM y se postula como una hermana postiza del ‘Sad Eyes’ de Crystal Castles), y en gran medida ha cambiado el minimalismo sonoro de su debut por una producción mucho más robusta y agresiva que ahora hasta se puede bailar (‘Heartsight’ y ‘Bodyache’ pueden dar fe de esto último). Llamémosle hedonismo apocalíptico. Aprovechándose de la buena salud de la música trap (‘Stranger Than Earth’ con esos bajos que te atraviesan desde la primera escucha) o valiéndose del r&b de nuevo cuño en sus medios tiempos (AlunaGeorge no le hubieran hecho ascos a ‘Repetition’), Purity Ring han vuelto a ofrecer un álbum de lo más sólido y actual que, muy probablemente, volverá a ser una influencia vital para sus competidores directos.
No encontramos en ‘Depression Cherry’ un salto como el dado entre ‘Beach House’ y ‘Devotion’, entre ‘Devotion’ y ‘Teen Dream’, entre ‘Teen Dream’ y ‘Bloom’, pero sí les mantiene como uno de los grupos esenciales de nuestra década. ‘Depression Cherry’ sí ha resultado ser otro álbum al que merece la pena dedicar tiempo y paciencia, esa cosa de la que en 2015 el público parece carecer. Los discos de Beach House no prescinden de las bases del pop ni en cuanto a duración ni en cuanto a experimentación, pero las escuchas van revelando ganchos justo donde creías que no los había. No hablamos de dar una cuarta o quinta escucha: casi todas las canciones editadas por todo artista mejoran en ese punto. Hablamos de que las de Beach House te asaltan semanas después, cuando, donde y de la manera que menos esperabas. Con el tiempo, ‘Beyond Love’ pasa de sonar como una canción reiterativa con respecto a su discografía, casi holgazana y aburrida, a confirmarse como otra auténtica maravilla en la que sumergirse, adictiva en su poética repetición del título y de los «We really wanna know / We really do agree» o en la revelación cristalina de su temática en el bonito final: «All I know’s what I see / and I can’t live without this / could you ever believe beyond love / I really wanna know».
‘Have You In My Wilderness’ es el disco del año para Jaime Cristóbal
Julia Holter es una interesantísima cantante y compositora de pop historiado y preciosista, desde su debut en el no muy lejano año 2011. El único defecto que se le podía achacar era un excesivo uso de arreglos, lo que, sumado a un afán por escapar de lo convencional algo desmedido, daba lugar a discos subyugantes pero un poquito farragosos. Sin embargo, Julia ha evolucionado de una manera fantástica y en este ‘Have You in My Wilderness’ se ha despojado de lastre, ha rebajado los elementos más plúmbeos de su música y ha ganado en frescura. Y con ello ha alcanzado una ligereza pop exquisita, sin renunciar a su carácter literario ni a los elementos oníricos. En un ejemplar equilibrio entre accesibilidad y riesgo, las canciones de este disco salen a la luz de manera espléndida y conquistan el cerebro de manera sosegada pero incondicional. Y no sólo las canciones; también hay que destacar la atmósfera que respira, una peculiar cualidad brumosa que realza en vez de empañar el brillo de sus temas.
Cuando termina ‘Black Messiah’ a uno le empiezan a salir nombres en la cabeza… junto a la sensación de que es este un disco casi inabarcable en todos sus matices. El nombre de Prince es probablemente la influencia más accesible y más inmediata. De hecho, este es el álbum que debería haber publicado el de Minneapolis hace mucho tiempo. Pero obviamente a este álbum se le nota su recorrido. En cada escucha se descubren nuevos detalles, se puede apreciar cada uno de los remates que han sido cuidadosamente ejecutados con los años. Todo parece encajar perfectamente, desde el principio agitado hasta ese final épico. Nada parece sobrar. Es esta, por tanto, una obra de orfebrería, un recorrido maravilloso por toda la historia de la música negra, pero también un acto que se antoja natural y necesario. 15 años no son nada cuando uno se enfrenta a una obra que lleva escrita la palabra clásico en cada uno de sus cortes. Pocas veces nos encontramos con un disco tan claramente memorable como este, que tiene tantas opciones de convertirse una vez más en un punto de inflexión en la carrera de un artista, en una referencia de todo un género y en un ejercicio destinado a ser en el que otros artistas tengan que mirarse (saludos a Justin Timberlake). Ahora solo falta que Lauryn Hill nos sorprenda un día de estos y que su espera también haya valido la pena.
‘Divers’ es el disco más caro de Newsom hasta la fecha. Aparte de que la producción es espléndida, de una gran nitidez especialmente en la voz, la cantidad de instrumentos acreditados es de locos. De lo más normal como arpas, pianos, acordeones, trombones y clavicordios pasamos a buzukis, bağlamas, marxófonos, sierras o hasta sintetizadores analógicos como el melotrón, el Minimoog o una guitaret (!). Pero ‘Divers’ es también su disco más corto, lo que lo convierte en una especie de híbrido de todos sus discos anteriores: tiene la forma del primero, la ambición conceptual del segundo y la variedad instrumental del tercero. Es, en pocas palabras, su trabajo más compacto y completo. Y su mayor triunfo es que logra presentarnos ahora a una Newsom menos obtusa que antes y, por lo tanto, más digerible para oídos no acostumbrados.
‘Fear Fun‘ fue una brillante primera muestra de lo que Josh Tillman había guardado dentro de sí durante años. Antes, había construido una melancólica y taciturna fachada en siete álbumes firmados bajo su nombre propio, a la par que ganaba repercusión como batería de Fleet Foxes. “Cansado de ser J.”, como decía en ‘Every Man Needs A Companion’, Tillman precisó de un personaje, Father John Misty, para canalizar y mostrar todo el desparpajo, sentido del humor, frescura y sensualidad que albergaba soterrados. Lejos de titubear o echarse atrás, Tillman ha agrandado la figura de Misty con actuaciones en las que daba muestra de todo su magnetismo y carisma. Esa evolución toma forma en ‘I Love You, Honeybear’, un segundo álbum que lleva aún más lejos esta personificación. Pese a enfundarse esta máscara para crecer como artista, Tillman dedica todo este álbum a narrar muy explícitamente su relación con su esposa, la fotógrafa y directora de cine Emma Elizabeth Tillman. Contando con el beneplácito de esta, el norteamericano crea un relato casi cronológico de su historia de amor y cómo esta le afectó en lo personal y en lo creativo. De nuevo junto al magnífico Jonathan Wilson en la producción y dejando cada vez más de lado sus facetas folk y country, Tillman crea un heterodoxo muro de sonido con coros, arreglos orquestales, mariachi, jazz, soul, rhythm and blues y hasta algún ramalazo electrónico ocasional. Un conjunto de fabulosas canciones que, aunque no esconde la herencia de Harry Nilsson, Scott Walker o Randy Newman, Josh hace suyas mostrándose, más que nunca, como un cantante notable, sacando su faceta más negra.
‘Lo nuestro’, esas dos palabras, sugieren algo íntimo, profundamente personal. Pero también, leídas con otra perspectiva, son inclusivas y quieren abrazarnos a todos, y no solo a los que asistimos al fascinante engrandecimiento de la Christina de esta década. Invita a participar de sus dudas, temores y dolores, en tanto que son comunes a cualquiera que vive la convulsión generalizada de la vida real. Y reconforta cuando nos hace entender que hay una luz y una esperanza, un arma, que está en la unión de nuestras individualidades. Todo está en este magnífico disco, enésima reinvención de una artista más grande de lo que nunca imaginó nadie, resumido en una cita de Luis Cernuda que lo inspiró y aparece en su encarte: “Entre los ateridos fantasmas que habitan nuestro mundo, eras tú una verdad”.
Natalie Prass no posee una supervoz estratosférica, pero sabe emocionar. Suena dulce, frágil y, sobre todo, honesta, especialmente cuando la oímos cantar sus letras. Sencillas, directas, creíbles, exponen con precisión la inevitable contradicción de quien, aún enamorado hasta el tuétano, reconoce la decepción (‘My Baby Don’t Understand Me’), trata de abrir los ojos y romper con alguien (‘Bird Of Prey’, ‘Your Fool’) que a todas luces no le ama, y que además de ser infiel (‘Christy’, paradójicamente co-escrita junto a su pareja Kyle Ryan Hurlbut antes de conocer que en su vida también había una Christy), es capaz de hacerte sentir insignificante para justificar su distanciamiento (‘Why Don’t You Believe In Me’). Una obra exquisita que toma un amargo pedazo de vida de su autora y lo convierte en una joya, un emotivo hito para los que se enfrenten a él con el corazón roto o incluso ya con cicatrices.
Chvrches nos tienen contentos (y no es ironía). Después de editar uno de los debuts más sólidos de su año, ‘The Bones of What You Believe’, el trío escocés formado por Lauren Mayberry, Iain Cook y Martin Doherty regresa con una segunda entrega que es superior en todos los sentidos. Ya el primer adelanto, un ‘Leave a Trace’ en el que Lauren Mayberry manda a la mierda una relación imposible de resolver a través de uno de los mejores puentes-que-se-extienden-hasta-el-estribillo más acertados que han escrito nunca, prometía algo bueno, pero los singles que se sucedían después, en especial el trepidante ‘Clearest Blue’, confirmaban lo que finalmente encontramos en ‘Every Open Eye’, un no parar de canciones estupendas compuestas con inteligencia y sensibilidad que, desde su producción hasta las letras pasando por las melodías o la voz de Lauren, muestran a Chvrches en mejor forma que nunca.
‘Art Angels’ es el disco del año para iko y Sergio del Amo
La propia estructura narrativa que forma el “tracklist” de ‘Art Angels’ resulta fascinante. El disco en su comienzo parece ir alternando piezas más experimentales (‘Laughing and not Being Normal’, ‘SCREAM’) con artefactos de pop refulgente y menos “arty” (‘California’, ‘Flesh without Blood’), como si Grimes estuviese tratando de conciliar los dos extremos entre los que se mueve pero sólo yuxtaponiéndolos, sin ser capaz del todo de unirlos. Y sin embargo esa primera impresión se disipa con las sucesivas escuchas. Hay suficientes elementos pegadizos en ‘SCREAM’ (además de un fenomenal rapeado de la taiwanesa Aristophanes), y a su vez hay suficientes recursos de DIY y weird pop en ese excelente primer single, ‘Flesh Without Blood’. Y sin embargo no tantos como para espantar el tema, por qué no, de las listas de éxito. En la opinión de quien suscribe, un equilibrio perfecto.
‘Vulnicura’ es un viaje doloroso. Ni la propia Björk sabe cómo va a hacerlo para presentar estas canciones en directo de lo honestas que son. Sumida en una profunda tristeza en ‘Black Lake’, frustrada por los “raros momentos de claridad” en ‘Stonemilker’ y ‘Lionsong’ o atendiendo a la destrucción de la “misión sagrada” que es para ella su familia en ‘Family’, Björk publica con ‘Vulnicura’ sin duda su trabajo más sincero y lo hace en una obra definida y sólida, con puntuales aspectos de flaqueza que, sin embargo, no minan nunca la esencia y la huella emocional que termina imprimiendo en el oyente esta bella colección de canciones. No es una escucha fácil, desde luego, ni en forma ni contenido, pero como canta la propia Björk en ‘Notget’, “no borres el dolor / es mi oportunidad de curarme”. Y la nuestra de hacerlo con ella.
‘Premeditación, nocturnidad y alevosía’ es el disco del año para Lolo Rodríguez
El formato dividido en tres EP’s no permitía disco malo, ni siquiera mediocre. ¿Quién va a querer escuchar un álbum presentado por varios singles y EP’s que no molan? La fórmula escogida para promocionar lo nuevo de La Bien Querida de ninguna manera funcionaría si el segundo single hubiera sido cuestionable y el tercero «regulero». ‘Poderes extraños’ fue un gran primer sencillo. Pero si el disco tuviera sus flaquezas, probablemente habríamos conocido inmediatamente después las 11 canciones restantes, y no más pepinazos como ‘Ojalá estuvieras muerto‘ y ‘Muero de amor‘. La relevancia de estas tres canciones en el repertorio futuro de La Bien Querida, nada menos que después de tres discos sólidos, es incuestionable. Pero hay incluso más composiciones que aunque se nos hubieran presentado dentro de un disco largo, es difícil que hubieran pasado desapercibidas. Es el caso de ‘Alta tensión‘, ‘Música contemporánea‘ o ‘Vueltas‘. Con las ideas aportadas por David Rodríguez y también con los vídeos polisémicos de Juanma Carrillo se ven enriquecidas asimismo esas letras que a veces acusan cierta sencillez, convenciéndonos de que el todo que forma este álbum es mucho más que la suma de sus partes.
“Si logro convencer a un fan de que un sintetizador de los ochenta puede ir bien con una base rítmica de los setenta”, declaraba Kevin Parker en una entrevista, “entonces habré conseguido algo”. Lo que está claro es que Parker ya ha logrado con su sonido satisfacer a millones de personas y eso es algo que el australiano está dispuesto a explotar a toda costa en ‘Currents’: si ya decía que ‘Feels Like We Only Go Backwards’ es en esencia una canción de Backstreet Boys, que su colaboradora soñada es Britney Spears y que tiene terminado un disco entero para Kylie Minogue, a nadie debería extrañarle que Parker, que encima viene de colaborar con Mark Ronson, haya aprovechado la ocasión de su nuevo disco para perfeccionar su talento para escribir canciones pop en lugar de ponerse obtuso o, lo que es peor, hacer el mismo disco otra vez. ¿Quién quiere otro ‘Lonerism’ existiendo ya ‘Lonerism’?
‘In Colour’ es el disco del año para Sr John. También es top 2 para Miguel Sánchez (tras el último álbum de Low)
Nadie puede considerar lo de Jamie xx un proyecto «paralelo» en el sentido “menos mal que sabemos que The xx están grabando algo y probablemente lo saquen a principios de 2016″. De hecho, es flipante que se esté considerando ‘In Colour’ “su debut propiamente dicho”. Sí, el anterior álbum era de revisiones de Gil-Scott Heron, pero desde antes incluso de que este muriera (en pleno Primavera Sound, por cierto), estaba claro que aquello fue una ideaza. Por no hablar del impacto y la influencia (no sólo en el segundo disco de The xx) que han supuesto temas suyos que datan ya de hace cuatro o cinco años, como ‘Far Nearer’ y ‘Beat For’. Nada que envidiar a grandes de la electrónica como Caribou o The Field, personas tan aptas para hacerte bailar como llorar. Jamie xx puede ser pasto de Metacritic por la sutileza y el gusto exquisito de sus beats, pero lo que nos importa a la postre es su modo de tocar el corazón.
‘To Pimp a Butterfly’ es el disco del año para Raúl Guillén
El valor de ‘To Pimp A Butterfly’ está muy por encima de simplemente contener algunas canciones con más o menos atractivo. Y es que, como se desprende del último corte del disco, ‘Mortal Man’, Kendrick pretende erigirse en un mentor para los jóvenes, un referente heredero de iconos como Mandela, Martin Luther King, Malcolm X o Tupac Shakur. Pero aparte de una obra generacional, ‘To Pimp A Butterfly’ también funciona como un gran álbum de pop, con especial brillo en números apasionantes y adictivos como ‘Hood Politics’ (una mirada a la dura idiosincrasia del barrio, con sample de ‘All For Myself’ de Sufjan Stevens incluido), ‘Instituzionalized’ (sobre cómo el dinero y el poder pueden pudrir a los artistas), ‘These Walls’ (detrás de su fulgor, habla sobre la depresión), ‘Alright’ (una huida hacia adelante post-depresión) o ‘Complexion (Zulu Love)’ (una preciosa canción que invita a la sociedad a educar en el amor para evitar conflictos raciales de cualquier naturaleza). Nada, absolutamente nada, sobra en este álbum. Estamos ante una ambiciosa obra de carácter universal y proyección insospechada, que trasciende géneros y disciplinas artísticas, y que ya, apenas unas semanas después de su edición, se intuye como futuro objeto de estudio y referencia para otros artistas e intelectuales. En lo que al pop concierne, se sitúa claramente entre las obras de música popular más importantes publicadas, no ya este año, sino en esta década.
‘Carrie & Lowell’ es el disco del año para Mireia Pería, Nico del Moral, Claudio M. de Prado y Joric. También es top 2 para Angèle tras el álbum de Alondra Bentley
Stevens despoja de pirotecnia sonora estas once canciones precisamente para dejar que aflore toda la melancolía y el dolor en sus melodías. Guiado casi siempre por un piano o una guitarra acústica desnudos, sin percusiones (apenas sugeridas ocasionalmente), Sufjan canta con delicadeza, con su voz doblada o con gran eco, dando un toque de cercanía y espiritualidad que le presenta como el fantasma de sí mismo en que se convirtió tras la muerte de su madre. Un luto fatal y autodestructivo que le llevó a creer que estaba poseído por el fantasma de ella o que había heredado sus problemas mentales, enfrascándose en una iracunda espiral de autodestrucción, que él mismo ha explicado con desarmante detalle en las entrevistas, de imprescindible lectura para comprender no solo ‘Carrie & Lowell’ sino también su peculiar devoción cristiana y sus orígenes, constantemente referenciados a lo largo de su fantástica discografía. ‘Carrie & Lowell’, pese a partir de una premisa menos ambiciosa que otros de los discos de Sufjan Stevens (estamos ante el tipo que quería dedicar un disco a cada estado de los USA), resulta excelso, desbordante de emoción y de profunda espiritualidad. Y no se limita a ser un lacrimógeno homenaje a su madre: además de expiar sus propios fantasmas, miedos y traumas, Sufjan se sirve de ellos para alimentar una fantástica obra en torno a los misterios de la muerte y del amor paternofilial. Porque no debe escaparse que, en esta obra referencial, Lowell es tan protagonista como él mismo y Carrie: un hombre que, pese a mantener una relación breve con la mujer, hizo todo lo posible por que disfrutara de sus hijos y estos de ella, regalándoles los momentos más felices de su corto tiempo juntos. Un raro gesto humano que bien merece una celebración de este calibre.
Tras estrenar ‘Siempre siempre‘, Fasenuova avanzan otro de los temas incluidos en su nuevo disco, ‘Aullidos metálicos’, que dará continuación a ‘Salsa de cuervo‘ el año que viene vía Humo tras la disolución de Discos Humeantes. Se trata de un propulsivo y sombrío número titulado ‘Carretera fluorescente’ que el dúo formado por Roberto Lobo y Ernesto Avelino describe como «trozos de paisaje rescatados de un sueño». «Con cajas de ritmos y sintetizadores», escribe, «tratamos de darle forma en este plano de la realidad. La voz es su silueta. Es la hora de buscar cada imagen perdida, cada ilusión que se desvanece y pertenece a otro mundo que existe pero que no conocemos del todo. Nuestro orfismo, el viaje al no mundo, al otro lado. Las frases y los ritmos son jirones de unas formas perdidas. Con los pedazos de un sueño rescatado, intentamos recordar el otro, el imposible, el que hubo antes, del que tan sólo quedan minúsculas sospechas, y nunca más volverá, porque está perdido para siempre”.
Un año después de editar ‘Arriva‘, su último disco con Varry Brava, su líder, Aaron Sáez, y wini two, investigador y productor musical, presentan nuevo proyecto en conjunto. Se trata de Piyama, un dúo de hip-hop contemporáneo que mezcla soul, funk y R&B con electrónica y letras en español salpicadas de humor y sensualidad. El nuevo EP del grupo, ‘EP #2’, ya puede escucharse en Bandcamp.
Por ahora, y probablemente conscientes de que no inventan nada nuevo, los integrantes de Piyama no parecen tomarse demasiado en serio. De hecho, además de escribir en Facebook, de broma, que «Beyoncé es una cualquiera» (¿querrán decirnos, desde la ironía, que es su mayor influencia?), Piyama se definen como «los Andy y Lucas macarras y sureños»(¿no lo eran ya los Andy y Lucas originales?) y describen su sonido como hip hop que luego «mezclan con lo que sea». «Y nos quedamos tan anchos», concluyen.
¿Qué hacer de todo esto? Olvidando alguna que otra letra de lo menos inspirado, sí se puede decir que Piyama encajan, aunque desde un sonido más modesto, en el paisaje de hip-hop y R&B experimental (con concesiones a la vieja escuela, escúchese ‘Samba’) de relevancia en la actualidad. Muy bueno tiene que ser un grupo español para hacer música negra y salir airoso… ¿o es imposible? ¿Es Piyama la esperanza del R&B nacional o un nuevo timo en el historial?
Que Piyama pueden llegar alto es evidente en el potencial de singles como ‘Carmesí’, de voluptuoso arreglo electrónico, o la funky ‘Mandala’, que es como ‘Kiss’ de Prince adaptada a los nuevos tiempos. No es que en este país nuestro estos estilos gusten demasiado, pero el sonido de Piyama es accesible, «radio-friendly» y sus letras, a menudo bastante Facto Delafé, son memorables. Ellos dicen que hacen «hits con ramalazos a cualquier tendencia y código del nuevo siglo auspiciados por la sabiduría de la música negra». Si ‘Hotline Bling’ de Drake triunfa en España, ¿por qué no ‘Bicicletas’? ¿Hay espacio para esto en las radios de nuestro país?
Los Planetas, que recientemente reeditaban dos de sus singles más importantes en 7″, han anunciado la edición de un nuevo EP para el próximo mes de febrero. Aunque aún no se sabe el título, será el primer trabajo del grupo granadino desde el EP ‘Dobles fatigas‘, editado el pasado mes de mayo. El último largo de Los Planetas, ‘Una ópera egipcia‘, salió en 2010.
El grupo presentará este nuevo EP manera exclusiva en el Low Festival así como en tres salas de nuestro país (aún por confirmar) en colaboración con el mencionado festival. Es, por tanto, la última confirmación en un cartel formado ya por nombres como The Kooks, Love of Lesbian, 091, Monarchy, The Bohicas y La Habitación Roja, entre otros.
Los abonos de tres días para Low Festival 2016 están disponibles desde 48 euros solo durante las próximas 72 horas en la página oficial del evento.
Analizamos la segunda temporada de ‘Fargo’ y los motivos por los que vuelve a ser una de las mejores series del año.
La historia
Partiendo del esquema argumental que define el universo ‘Fargo’ -un hombre corriente metido en líos y un poli de pueblo resolviéndolos- en la segunda temporada se desarrolla una trama aún más ambiciosa que la de la primera y en un contexto histórico mucho más definido: las peripecias de una pareja corriente (un carnicero simplón y una peluquera frustrada) enredada en una guerra entre bandas rivales en la América rural de finales de los setenta, la de los restos de la contracultura, la derrota en Vietnam, la crisis del petróleo, la paranoia ufológica y el avance del feminismo. Un relato apasionante contado con la habitual habilidad e ingenio narrativo del premiado showrunner Noah Hawley.
Los personajes
Aquí se han superado. La cantidad de personajes inolvidables que ofrece esta segunda temporada está al alcance de muy pocas series. Desde la risible y conmovedora pareja de pueblerinos (el carnicero y la peluquera), hasta la íntegra pareja de policías (Lou Solverson, el único que repite de la primera temporada, y su suegro), pasando por unos malos típicamente coenianos (el indio, la pareja de gemelos), otro tarantiniano (el parlanchín Mike Milligan) y una irresistible matriarca con ecos de Angela Channing. Sin olvidar, por supuesto, al gran Nick Offerman interpretando a un divertidísimo abogado borracho y conspiranoico. Lo dicho: inolvidables.
El estilo
Pocas ficciones televisivas (y no televisivas) le pueden hacen sombra a ‘Fargo’ en este aspecto. Cada capítulo de la serie es un recital de soluciones narrativas y estilísticas tan imaginativas como inesperadas: polivisión, cambios de formato, planos congelados en medio de un tiroteo, narraciones en off, flashbacks, imágenes documentales, conversaciones tarantinianas, disparos de humor negro y hasta ovnis. Todo un desfile de hallazgos de puesta en escena que en unos casos musculan la narración y en otros la relajan a través del pellizco irónico.
La banda sonora
Lo de esta temporada ha sido excepcional. No solo por el nivel, la conveniencia y el cuidado de la selección musical –Devo, Bobbie Gentry, Three Dog Night, Yamasuki, Bon Iver…- sino, lo que es más importante, por su utilización dentro de la narración: como sorprendente contrapunto, como guiño cómplice, como refuerzo narrativo, como homenaje estético, como generador de atmósferas… La mezcla de canciones unida a la composición de Jeff Russo (que incluye un emocionante guiño al tema principal de la película original) es simplemente perfecta.
El reto
Ya hemos visto lo que ha ocurrido con ‘True Detective’. Estar a la altura de las expectativas en una segunda temporada es tan difícil como que una película española vuelva a estar nominada a los Oscar. ‘Fargo’ lo ha logrado, ha mantenido el nivel de la primera de forma admirable. No por casualidad vuelve a ser la gran favorita para llevarse el Globo de Oro a la mejor mini-serie y ya está prevista su tercera temporada. Cuento los días… 9
Ya sabemos que Madonna se unió a la moda del ‘Gangnam Style’ con el mismísimo PSY en su gira anterior, invitándolo a cantar su éxito en Nueva York, además de ‘Music’ a dúo con el coreano. Lo que se ha filtrado es un vídeo previo de los ensayos con los dos artistas decidiendo en qué canción debían colaborar. Aunque al principio PSY se siente intimidado y acusa las 10 horas de viaje para no recordar ningún título de ninguna canción de Madonna, al final se quedan con ‘Music’.
Aquí tenéis el vídeo de la actuación en directo en la que enlazan ‘Give It 2 Me’, ‘Gangnam Style’ y ‘Music’.
Björk quiere comprarle los regalos de navidad a sus hijos y para ello ha puesto a la venta una app para ver el vídeo de ‘Stonemilker’, una de las mejores canciones de 2015, en toda su gloria. Son 3 euros para poder ver el clip de la canción, ya sea en 360º o en 3D, eso sí requiriendo unas gafas especiales para iPhone 5 o 6, que no se incluyen en la compra.
El clip, que se estrenó en la exposición dedicada a la cantante en el MOMA, está disponible en 360º en Youtube desde hace unos meses, pero aun así, si quieres tenerlo en tu teléfono por 3 euros, y de paso hacer más rica a la artista, esta es tu oportunidad. Esta es la tercera app que saca Björk, después de ‘Solstice’ y de ‘Biophilia’, que incluía el disco homónimo además de infinitas posibilidades para transformarlo. Y luego alguno se escandalizará cuando decimos que la islandesa es una «sacacuartos»…
Ya lo dijimos, habrá nueva música de The xx en 2016. Así lo confirmó Jamie xx en una entrevista promocional de su disco en solitario, dejando claro que el trío seguiría trabajando en su nuevo material hasta Navidades. Y a las puertas de las fiestas navideñas, la banda ha querido tranquilizarnos posteando en Facebook una foto para que sepamos que aún están grabando. Con la frase “Hibernación invernal en el estudio”, el grupo quiere acabar el año con la promesa de que la continuación de ‘Coexist’ está cada vez más cerca.
Rustie, autor de ‘Glass Swords‘, que este año ha editado disco por sorpresa y al que hace poco veíamos en el hospital como consecuencia de problemas con su diabetes, no levanta cabeza. El artista informa a través de su cuenta de Twitter de que se ve obligado a cancelar «todos los directos pendientes» por «problemas mentales y de adicción». Le deseamos que empiece año mejor de lo que le ha ido este y una pronta recuperación.
Due to addiction & mental health problems, all gigs in the near future are cancelled. Very very sorry & hope to see u all soon 💗
The 1975, Miami Horror y Miss Caffeina son las nuevas confirmaciones de Arenal Sound 2016, que se celebrará como siempre a principios de agosto en Burriana. Completan esta tanda Perro y Pol, sumándose a gente ya conocida como Two Door Cinema Club, Kodaline, Crystal Castles, Vitalic, Love of Lesbian, Izal y Fuel Fandango, entre otros.
La banda inglesa The 1975 ha estrenado recientemente sus nuevos singles ‘Love Me‘ y ‘UGH!’, mientras que Miami Horror presentarán el disco que han sacado este año y que también les llevará a Santander Music. Las entradas pueden adquirirse desde 35€ hasta el 25 de diciembre o fin de existencias en la web oficial de Arenal Sound.
El disco de The 1975 sale a finales de febrero. Se llama ‘I Like It When You Sleep, for You Are So Beautiful Yet So Unaware of It,’.
La fiebre del estreno de la séptima entrega de la saga de ‘La Guerra de las Galaxias’ llega hasta la música. Si teníamos poco con todo el márketing salvaje que inunda nuestras vidas referido a la película de J.J. Abrams, ahora también tenemos una canción. No, no se trata de la partitura del mítico John Williams, sino de un homenaje que han hecho Timbaland y el productor !llmind. El resultado lleva por título ‘The Force (TURN UP)’ y es un número de electrónica en el que se cuelan diálogos de la película original y efectos de sonido de R2D2, la respiración de Darth Vader y espadas láser. Como curiosidad está graciosa, pero el amigo de Missy Elliott debería invertir su tiempo y su energía en su propia carrera en solitario y en ese nuevo disco, ‘Opera Noir’, que no termina de salir nunca.
Después de unas elecciones como las de ayer, lo mejor es tomarse el asunto como la comedia que en ocasiones resulta todo el asunto. Si bien en mayo no podíamos dejar de reírnos con la propuesta del partido político de Desembarco del Rey con Tyrion Lannister a la cabeza, en esta ocasión es otra propuesta electoral la que está arrancándonos las sonrisas.
Se trata de una papeleta para el Senado aparecida en Santander en la que figuran todos los personajes de ‘Star Wars’ bajo diferentes partidos políticos. Así, podemos votar por el Imperio Galáctico, la Alianza Rebelde, el Consejo Jedi o el Sindicato del Crimen con Jabba Desilijic -más conocido como El Hutt- Jango Fett y Boba Fett como candidatos. El asunto lleva hasta un recuerdo para el personaje más odiado de la saga, Jar Jar Binks, que aparece con el partido Gente de Naboo.
Anoche terminaba en Glasgow la gira europea de Madonna que hace poco pasaba por Barcelona. Tras su accidentado paso por Manchester, donde tuvo que recortar varias canciones del set porque empezó tarde por un problema técnico con sus pantallas, y el recinto tenía toque de queda en cuanto a transportes e infraestructuras, el show de Glasgow también ha sido recortado.
La cantante volvió a salir tarde y el bis, ‘Holiday’, tuvo que terminarlo cuando las luces ya se habían dado, sin micrófonos ni amplis ni pantallas. Como se puede ver en los vídeos, el estadio acompaña esta versión reducida de ‘Holiday’, pero las críticas no se han hecho esperar. De hecho, un portavoz del recinto asegura que fue el equipo de Madonna quien desconectó los equipos, como recoge NME: «Madonna terminó el set acordado y luego decidió salir con otra canción. Una vez en el escenario, la electricidad y los equipos fueron desconectados por sus propios ingenieros. Esto no fue una decisión del recinto». Madonna, por su parte, acudió a Instagram para declarar: «no intentéis acallar a la reina».
Continúa el cuento de Pedro y el lobo en torno al nuevo disco de Rihanna. Llegados a este punto, con la Lotería de la Navidad ya llamando nuestras puertas y con los anglosajones ya terminando sus compras y regalos, lo más «anti» que se nos ocurre para lanzar ‘Anti es de hecho editar el disco el 25 de diciembre o el 1 de enero. Al fin y al cabo ambos caen en viernes, día de lanzamiento global de los discos desde este año.
Así se sugiere que pasará en foros internacionales como el de Popjustice o en el NME. Como estrategia de lanzamiento, la cantante está abriendo una serie de «puertas». Son en total 8 porque este sería -si es que sale- el octavo disco de Rihanna. Con la sexta recién abierta (por primera vez se han abierto dos en una sola semana), sólo quedan dos. Sus fans se preguntan si el miércoles se abrirá la séptima y el viernes la octava (lanzamiento del disco) o a principios de la semana que viene la séptima y el día 1 de enero la octava. Seguimos sin tracklist ni single promocional.
Como aquel anuncio mítico en que el hijo pródigo volvía a casa por Navidad, el grupo más famoso de todos los tiempos podría hacer su entrada en el siglo XXI. Según algunos medios, The Beatles aterrizará por fin en todas las plataformas de streaming el próximo 24 de diciembre. El mismo día de Nochebuena se podría disponer del amplio catálogo de los de Liverpool en plataformas como Spotify, Tidal y Apple Music.
La noticia la ha dado Billboard desde donde aseguran que, según sus fuentes, la fecha elegida es este próximo jueves 24 de diciembre y aunque tampoco se aventuran a afirmar qué plataformas serán las elegidas, afirman que estará disponible en todos los servicios principales de streaming.
Hace 5 años desde que los Beatles aterrizaron en iTunes, después de muchos años en que Apple, el sello de la banda, había guardado el catálogo del cuarteto como si lo quisiera proteger de algún tipo de mal ajeno. Ya en octubre del año pasado anunciamos que el catálogo de los británicos estaba cerca de llegar a Spotify después de que se lanzara la discografía de John Lennon en la conocida plataforma de streaming.
Si bien aún no hay confirmación oficial desde ninguna de las plataformas, nos parece un poco sospechoso que no se haya hecho ninguna publicidad de semejante acontecimiento. En caso de producirse, estamos seguros de que esto conseguirá que la banda deje de ser la más pirateada del mundo.
Desde que pasara por nuestra sección «Revelación o timo», no hemos dejado de seguir de cerca a Belize, la banda navarra liderada por Ana y Ángel que acumula cada día más adeptos y que este año ha editado, de la mano de Warner, su álbum debut homónimo. Hablamos con la banda sobre este disco, su gusto por los interludios o el motivo por el que alterna idiomas dentro de una misma canción y consigue que le quede bien.
Una de las cosas que más me gusta del disco es la falta de complejos a la hora de mezclar influencias. Hay sonidos que se pueden identificar con Delorean, otros con Two Door Cinema Club, otros con Caetano Veloso… ¿Cómo digerís esta amalgama en la banda? ¿Compartís gustos o están bastante diferenciados entre unos y otros?
Aunque compartamos mucho más de lo que nos separa, tenemos gustos muy variados y esas diferencias se notan (sobre todo durante los viajes en furgo). Aun así, nos une el mismo entusiasmo por la música y no dejamos que nuestras preferencias nos dividan. Al contrario, intentamos servirnos de ellas para enriquecer el trabajo y así poder crear algo único.
Si tuvierais que elegir, ¿quién podría ser el miembro más atento a las «últimas tendencias» y quién el de gustos más «clásicos»?
Pablo y Vicente suelen estar más atentos a las nuevas tendencias, sobre todo en música electrónica. Ana y Juan caminan entre lo clásico y lo contemporáneo, mientras que Ángel -compositor del grupo- tiene predilección por los grupos de los 60 a los 90. A María es difícil situarla, su «background» musical supera al de todos.
Un redactor de nuestra web reivindicaba hace poco lo infravalorados que están los interludios de los discos en general. En vuestro disco hay unos cuantos. ¿Pensáis igual? ¿Os parece que tienen entidad por sí mismos o sólo era una manera de estructurar el disco?
Totalmente de acuerdo. Hoy en día la voz tiene cada vez un mayor peso dentro de las composiciones, así que es lógico que los desarrollos instrumentales dentro de los discos pop hayan perdido interés con el paso del tiempo. En ‘Samoa ’92’ muchos preguntan: «¿pero cuándo va a empezar la canción?»
Un disco con interludios nos pareció una solución ingeniosa para que canciones tan diferentes como ‘Tik’al’, ‘Egos’ o ‘Little Secrets’ funcionaran bien tanto de forma individual y como parte de un todo, así que inicialmente les dimos la función que comentas: intros y outros que hilan el disco como ‘Prelude: Joie’ o ‘Interlude I: Hossegor Plage’.
El concepto fue variando hasta hasta el punto que dos de ellos («Interlude II: Sur le Toit» e «Interlude III : Solitude») funcionan como canciones cortas con entidad propia, muy al estilo de «69 Love Songs» (The Magnetic Fields). Cabía la posibilidad de un mayor desarrollo, pero nos gustó la idea de dejarlas tal y como estaban, con un producción menos elaborada y muy descargada de capas, para marcar un contrapunto más tranquilo en el disco.
Al final, los interludios acabaron siendo las composiciones más flexibles dentro del álbum. Se convirtieron en el espacio donde pudimos jugar musicalmente, intercalando piezas de otras canciones en el mismo track. Por ponerte un ejemplo, el preludio tiene una parte vocal de ‘Tik’al’ («bring me sunshine») cantada sobre la rueda de acordes de ‘Arde Pekín’ de forma que, mientras enlaza con ‘Samoa ’92’, anticipa dos canciones en menos de minuto y medio. Además, los sonidos ambientales de fondo luego aparecerán en el postludio, consiguiendo que el disco sea cíclico.
Creemos que esas distintas formas de tratar los interludios dentro un mismo álbum consiguen que ‘Belize’ no sea un disco de 10 canciones con una producción similar, sino un trabajo lleno de matices con coherencia temática y musical de principio a fin.
¿Podríais citar discos orquestados en base a interludios que os hayan influido?
Si llamamos interludio a cualquier pieza instrumental que funciona como avance de un tema más elaborado, puede que ‘The Wall’ de Pink Floyd sea el disco más influyente, pero a nivel artístico y estilístico nos fijamos más en Sufjan Stevens. Tiene piezas realmente soberbias, como el final de ‘Drawn to the Blood’, o también otras totalmente absurdas, como ‘One Last Whoo-hoo for the Pullman’. En su banda sonora ‘The BQE’ vimos por primera vez la estructura de Preludio + Interludio + Postludio, aunque es probable que ‘An Awesome Wave’ de alt-j sea el disco construido a base de interludios que más repercusión ha tenido de los últimos años.
Sentimos devoción por las pequeñas piezas musicales (a veces instrumentales, cortas y con pocos elementos) que funcionan como oasis momentáneos dentro de un disco. Por poner algunos ejemplos más, ‘Two Veils to Hide my Face’ de Passion Pit, ‘Too Soon’ de The Radio Dept., ‘Snow Girl Killer Girl’ de Half Foot Outside, el ‘Entrelude’ y ‘Exitlude’ de ‘Sam’s Town’ de The Killers o cualquier intro de ‘Finisterre’ de Saint Etienne.
«La voz masculina (seria y reflexiva, en castellano) expone siempre una visión muy racional de los problemas, mientras que la voz femenina (más espontánea e impulsiva, en inglés) le cuestiona»
Otra cosa que llama la atención es la manera de alternar idiomas. Después de décadas de polémicas por si Dover o Russian Red o aún los miembros españoles de Eurovisión tienen que cantar en inglés o en español, pasáis de un idioma a otro dentro de la misma canción con total naturalidad. ¿Cómo surge la elección de un idioma o de otro dentro de la misma canción?
Para evitar el «efecto Eurovision» que comentas y que la mezcla de idiomas no quede impostada, hemos huido del monólogo y del dueto en las canciones. Desde ‘Egos’ tuvimos claro que las voces de Ángel y Ana representan distintos personajes que buscan entenderse a través de diálogos. La voz masculina (seria y reflexiva, en castellano) expone siempre una visión muy racional de los problemas, mientras que la voz femenina (más espontánea e impulsiva, en inglés) le cuestiona, animándole a lanzarse al vacío, a desafiar el status quo. Estas dos voces son los actores principales de la obra, que es la canción, y en esa clave ambos dialogan (y a veces hasta discuten) sobre temas como la soledad de la vida en las ciudades, el individualismo, las relaciones o la espiritualidad. Es más, son un reflejo de nuestra personalidad, de nuestros lados izquierdo y derecho del cerebro. Por eso cada uno canta en un idioma distinto: razón y sentimiento raramente hablan el mismo lenguaje.
Lo más curioso es que ‘Stab My Heart’ es el tema que lleva 1 millón de escuchas en Spotify. Reconozco que no lo vi venir para nada, ni siquiera es mi tema favorito del grupo. ¿Es el vuestro, el tema del que os sentís más orgullosos? ¿A qué asociáis sobre todo este pelotazo?
Es una buena composición, aunque hay canciones del disco de las que nos sentimos más orgullosos y que no suman tantos «plays», como ‘Egos’. El volumen de escuchas no tiene por qué ir ligado a la calidad musical. Aun así, desde que lo grabamos vimos claro su potencial como single. Es una canción pegadiza, breve y directa. Por ese motivo la hicimos coincidir con la salida del disco y creo que eso ha potenciado su impacto. Spotify es el otro gran culpable: el single entró en varias listas con muchos suscriptores, intensificando el alcance. Pese a eso, no se buscó el efecto pelotazo que comentas, lo cierto es que no se buscó en ningún tema, siempre fue la propia canción quien dirigía su propia producción.
¿Alguna canción del disco cuya buena (o mala) recepción os haya sorprendido?
‘Little Secrets’ se lleva la sorpresa positiva. No pensamos que una canción tan bossa pudiera generar una respuesta tan favorable. Por otro lado, pensábamos que ‘Tik’al’ tendría un poco más de gancho, es una de nuestras preferidas.
Mi favorita es ‘Saudade’, que genera mucha energía y buen rollo. ¿Cómo surgió? ¿La maqueta siempre fue parecida? ¿Alguna anécdota sobre esta canción?
La idea surgió improvisando sobre el riff de guitarra de ‘Veiled in Grey’ de Mystery Jets, por eso el nombre de trabajo fue ‘Mystery’ hasta que terminamos la letra. La producción fue complicada; después de To-ji’, ‘Saudade’ fue la canción del disco que más transformaciones sufrió. Empezó en una onda más electrónica, con una percusión construida con una caja de ritmos, pero poco a poco la fuimos acercando al pop. Inicialmente tenía un estribillo totalmente distinto y no dimos con el definitivo hasta que cayó en nuestras manos el ‘Acabou Chorare’ de Novos Baianos. Por eso, y gracias también al último disco de Rodrigo Amarante, nos animamos con el portugués. Titularla ‘Saudade’ fue idea de Lucas Vilela, un buen amigo de Brasil que aportó su gran talento en la canción, ayudando con la letra y apoyando en los coros.
Por este tema lingüístico y también por el estilístico, vuestro disco me parece bastante «2015». ¿Estáis de acuerdo o en verdad buscabais más que nada la atemporalidad?
Sí que la buscábamos, pero es muy difícil no caer en referencias temporales, sobre todo estilísticas. El tiempo dirá si el disco resiste bien el paso de los años.
He comprobado varias veces en el mailing de Warner que fuerais navarros. Realmente sonáis muy diferentes a los artistas que solemos manejar de Pamplona o Navarra, como Souvenir, Kokoshca, Barricada, Los Bichos, Reina Republicana… No os parecéis a ninguno. ¿Cuáles serían vuestros favoritos?
La escena musical de Pamplona ha sido siempre muy heterogénea y ha dado grandísimos grupos, aunque algunos nos gustan más que otros. Half Foot Outside o Wilhelm the Dancing Animals, por ejemplo, son dos grandes referencias.
Es verdad que hemos buscado un sonido distinto, quizás un poco más internacional, pero en ningún momento nos hemos sentido fuera del panorama local. Al igual que muchos grupos navarros, hemos trabajado con Hans Krüger, que es un productor excelente. De hecho, muchos de los artistas que mencionas han pasado por los Estudios Montreal.
«Cuando llegamos a Londres nos encontramos a Damon Albarn a la salida del metro al poco de aterrizar».
¿Qué ha sido lo más emocionante que os ha pasado de momento como grupo?
Cuando llegamos a Londres nos encontramos a Damon Albarn a la salida del metro al poco de aterrizar. Estaba sacando dinero de un cajero cerca del estudio donde masterizamos. Fue muy surrealista, nos quedamos tan bloqueados que se nos olvidó pedirle una foto.
Y, por el contrario, ¿la peor experiencia de este tiempo?
Sin duda la gente que ha quedado por el camino.
Finalmente, por el sonido que tenéis, ¿creéis que seréis carne de festivales el año que viene, que os llamarán de unos sí u otros no? ¿Os veis tanto en FIB como en Sonorama, Primavera, Low, Dcode, Contempopránea… o no os parece vuestro terreno?
El sonido del disco transmite un «mood» tranquilo, escapista. Es posible que eso nos cierre alguna puerta, pero no más de las que se han abierto hasta ahora. De hecho, es más probable que nos perjudique antes nuestra falta de recorrido que el sonido del álbum. Sin embargo, este año estrenamos formación en la Plaza del Trigo y nos llevamos un buen sabor de boca, y ya estamos confirmados para la próxima edición del Sonorama Ribera y Santander Music Festival. No es un terreno fácil porque el nivel es alto y la presión se nota más que en las salas, pero no tenemos miedo a lo que pueda venir.
«Hay en el grupo quien ha ido antes a un festival como músico que como oyente»
¿A qué festivales habéis ido como público?
Pablo fue al FIB con 18 años, y desde entonces no ha pasado un año sin que alguien se escape unos días, ya sea al BBK, al Sonorama o al Primavera. Aun así todavía hay en el grupo algún rezagado, incluso hay quien ha ido antes a un festival como músico que como oyente.
Ya sabemos que, como en todas partes, las dos o tres grandes ciudades de cada país son el principal bastión de los artistas, ¿pero qué pasa en lugares más pequeños? Obviamente, la batalla es mucho más dura. Esto nos decía Bravo Fisher durante una entrevista, por ejemplo: «No es lo mismo llenar el Ochoymedio (Madrid) o el Pop Bar (Barcelona) que irte a Elche o a Algeciras, sitios en los que es difícil llevar a más de 30 personas». Jägermusic, que apoya a una veintena de excelentes artistas underground nacionales, ha realizado una gira recientemente por seis ciudades que ha permitido a tres grupos ir a salas donde de otra forma no habrían podido.
Para decidir a qué ciudades llevar una gira conjunta entre The Suicide of Western Culture, que recientemente han editado el excelente ‘Long Live Death! Down With Intelligence!‘; Discos Las Palmeras, que acaban de ser nominados al Premio Ruido por ‘Asfixia‘; y los emergentes The Zephyr Bones se ayudaron de Cooncert, una suerte de plataforma de crowdfunding con 21.000 fans en la que el público decide con sus votos y presupuesto a qué ciudad lleva a un artista u otro. Hablamos con sus responsables sobre cómo fue el proceso de selección de este tour en el que, como veis en el vídeo anterior, hubo invitado sorpresa.
Como es habitual, estaba claro que la gira pasaría por las ciudades más habitadas, Madrid y Barcelona. El resto fue una incógnita a medias, nos cuentan Jordi Isern y Pau Corbalán: «Las 12 ciudades iniciales que compitieron para llevarse el JägermusicTour salieron de una preselección que hicimos en base a salas, experiencia propia de otros conciertos, de las peticiones que recibimos, pero también con ganas de arriesgar y abrir el circuito de salas. Como grandes sorpresas destacaron Vigo y Málaga, quedando por encima de otras grandes como Valencia o Zaragoza. Estas dos últimas, San Sebastián y Sevilla compitieron hasta el último momento para entrar en la selección, pero fueron superadas por Bilbao, Vigo, Madrid, Murcia, Málaga y Barcelona, las 6 ganadoras. Fue divertido y emocionante ver el «pique» en las redes sociales». ¿Es una cosa lo que se vota y luego la gente que verdaderamente aparece en la sala? Por suerte, casi siempre no: hay correspondencia. «Va bastante a la par. El ejemplo claro es Málaga, que ganó el tour y fue un gran lleno, por un lado menos correlativo quizás Murcia, que obtuvo muchos votos y luego asistió menos gente de la esperada. Pero hay que tener un cuenta que por calendario cayó en jueves y a lo mejor no es el mejor día para un festival de una noche».
Lo mejor de JägermusicTour, obviamente, es que permite a grupos noveles acudir a tocar en ciudades donde para ellos solos sería un alto riesgo: «Sin duda para The Zephyr Bones ha sido una experiencia muy gratificante a todos los niveles. Son una banda que justo empieza, que lo está haciendo bien, que se ha movido mucho en Barcelona y alrededores, pero salir con 6 fechas repartidas como fue el JägermusicTour es algo que ahora mismo sería más complicado por el estatus de banda que despega que tienen. TSWOC y Disco Las Palmeras son más conocidas y ya saben de qué va esto de las giras, pero para los Zephyr creemos que ha sido un buen salto a nivel professional».
Álex Pérez, técnico y productor de la gira, sólo tiene buenos recuerdos a pesar de las 10 horazas de carretera que se chuparon de Málaga a Barcelona, después de varios días de cansancio acumulado, para dar el último concierto de la gira: «Es difícil escoger un momento… La gira fue muy divertida y todos los conciertos fueron memorables, pero si me pides que me quede con un momento en concreto: el backstage después de cada bolo. En Bilbao estuvo Muguruza (un flipe), pero en general en cada uno había muy buen rollo entre las bandas, mucha conversación sobre música y mucho Jäger». ¿Qué pintaba Muguruza por allí? «Fue una gran sorpresa. Ese mismo día Albert Pla, Refree y el mismo Fermín actuaban en un espectáculo teatral que hacen en Donosti. The Suicide of Western Culture, especialmente Miqui desde sus años mozos como punk y que lo tuvo como ídolo en la etapa Kortatu y Negu Gorriak, son conocidos. Les invitaron a pasarse por el concierto y luego estuvieron contando batallas. Esas conexiones que la música propicia…».
Está claro que en Cooncert no siempre pueden atender la demanda del público: a veces no hay público suficiente, pero han podido traer a gente bien diferente por la que ni los festivales suelen apostar tan a menudo. «Sigue siendo una manera de disfrutar de nuevo talento, de nombres que ni sabíamos y que nos llegan por sus fans. Esto es, Nathaniel Rateliff, She Keeps Bees, Sivu, Rachael Yamagata… en otras ocasiones coincide que pensábamos que nadie más los conocía como Oscar & The Wolf o Denison Witmer y otras han sido más obvias, como Ólafur Arnalds, James Vincent McMorrow, Glass Animals, Zola Jesus o Balthazar. Lo que hacemos básicamente es poner a votación de los fans aquellos artistas en que vemos un potencial y viabilidad reales, y hacemos todo lo posible para llevarlo a cabo si hay una mínima demanda en la ciudad. Es como una democratización de la música en directo».
De manera inaudita, el segundo volumen de ‘HITnRUN’, el nuevo disco doble no tan nuevo de Prince (incluye varias pistas antiguas), mola más que el primero. El motivo es que las canciones, sencillamente, son mejores. Por supuesto, que la canción más vieja de esta tanda, la fantástica ‘Xtraloveable’, que Prince escribió en 1982 (!), encaje a la perfección con el resto del material incluido aquí no debería sorprendernos en absoluto. Su sonido continúa anclado el pasado, hasta el punto que el disco ha sido grabado enteramente en equipo analógico, pero también sigue siendo absolutamente distintivo. Prince no gana nuevos fans desde hace milenios pero, por lo menos, es fiel a sí mismo, que tampoco está mal.
En ‘Phase Two’, Prince se ha dejado acompañar por una banda de viento de 16 músicos, lo que resulta en un trabajo más vívido y dinámico. Por fortuna, esta vez no solo los fans de Prince disfrutarán del nuevo disco de Prince: seguidores del soul y funk clásico, desde los Sly and the Family Stone hasta Sharon Jones & the Dap-Kings pasando por Stevie Wonder (a quien Prince menciona en la otoñal ‘Look at Me, Look at U’, de bella melodía de trompeta) encontrarán aquí algo con lo que disfrutar. Pienso, por ejemplo, en ‘2 Y. 2 D.’, de coloridos metales, o en la ensoñadora «slow jam» ‘Revelation’, en la que Prince evoca, a través de un falsete exquisito y un humeante solo de trompeta, la mejor canción romántica R&B de los 80.
Producido, arreglado, compuesto e interpretado (como no podría ser de otra manera) por Prince y su New Power Generation, ‘Phase Two’ es tan Prince como cabría esperar para bien y para mal. Por ejemplo, ‘Stare’ nos devuelve al Prince más rancio, al que se samplea a sí mismo en una canción casi autoparódica en la que su sensualidad, más que atraer, incómoda, mientras ‘Baltimore’, a pesar de ser una de las mejores canciones del disco, adolece de una letra demasiado simplista como para que podamos tomárnosla en serio. Por otro lado, ‘RockNRoll Love Affair’ recupera al Prince más verbenero (no es un cumplido) y la rockera ‘Screwdriver’ no deja de ser un reducto de cosas pasadas mucho mejores.
Como viene siendo costumbre últimamente en sus discos (escúchese ‘This Could Be Us’ y ‘June’), Prince vuelve a brillar aquí sobre todo en los medios tiempos y en las baladas. ‘When She Comes’ y las mencionadas ‘Revelation’ y ‘Look at Me, Look at U’ son tres de las pistas destacadas por su naturalidad y calidez; sin embargo, de toda esta nueva colección de canciones destaca una en particular que no es una balada sino un número funk con todas las letras titulado ‘Black Muse’, siete minutos de precisión melódica e instrumental que en sí mismos justifican la existencia de este disco. Conviene aclarar que ‘Phase Two’ sigue siendo, por naturaleza, un regalo para fans, un segundO epílogo para ‘Art Official Age‘, pero con canciones tan buenas como las mencionadas, sería una lástima que se quedara únicamente en eso.
Calificación: 6,8/10 Lo mejor: ‘Baltimore’, ‘When She Comes’, ‘Black Muse’ ‘Revelation’ Te gustará si te gusta: Sly and the Family Stones, Sharon Jones & the Dap-Kings, D’Angelo Escúchalo:Tidal
Con nuestra lista de las mejores canciones del año ya en despliegue y a muy poco de que publiquemos la lista de mejores discos del año, la redacción de JENESAISPOP os hace una llamada a vosotros, nuestros lectores, para que os hagáis oír. Como siempre, podéis compartir vuestro top 5 de canciones y top 5 de discos a través de nuestros foros (aquí la lista de discos, aquí la de canciones) o enviándonos un correo con vuestras elecciones a jenesaispop(a)gmail.com. El plazo termina el domingo 27 de diciembre a las 23.59 horas.
Feliz culo torcido. Por más que ya supiéramos de la amistad y colaboración entre Miley con Wayne Coyne y su banda, no por ello esta ‘Dooo It!’ es menos impactante, sorprendente, vibrante, descoyuntada, cándida y “trippy”, todo a la vez. Bailable y atmosférica, microscópica y atronadora, esta canción supone la reescritura de la carrera de Miley, permitiendo emerger a una artista que ha perdido el miedo a ser el personaje que ella elija. Los resultados de ‘Miley Cyrus & Her Dead Petz’ son más controvertidos, pero será fascinante asistir a lo que la cantante se atreva a hacer a partir de ahora.
El sin-un-pelo-de-tonti punk-pop del trío de origen asturiano ha dado un salto enorme con ‘Holi <3', un álbum corto pero conciso y divertido, en el que brilla 'Disparo de amor', una canción furiosa, a un pasito del hardcore, y pegadiza a rabiar, recuperando para una nueva generación el gusto por las melodías redondas de la saga Talulah Gosh. Un disparo de amor que alude al dolor/placer de emperrarse por la persona más inesperada.
El debut del dúo de productores británicos palideció a la sombra del gran debut de Disclosure, con los que comparten grandes similitudes estilísticas. Sin embargo, ante el tropiezo del segundo álbum de los hermanos Lawrence, Foamo y RackNRuin se han cobrado una pequeña victoria con ‘Saving My Life’, una canción muy dentro de sus cánones, pero más memorable que cualquiera de las presentadas en ‘Caracal’.
Casi tropical como la típica canción veraniega que sabe componer Vincent Delerm arranca este precioso tema de Alberto Montero en el que después logra aunar involuntariamente el legado de Joan Manuel Serrat, Sr Chinarro, Francisco Nixon y Juan & Junior. Delicioso falsete al que se acoge en ese estribillo que logra lo improbable: que el desencuentro al que alude («toda la madera muerta que alojas en ti, la veo dentro de mí») arranque hasta una sonrisa.
“De verdad, no tengo nada que hacer aquí. En serio, preferiría estar sola en mi casa y no en esta habitación con gente que me importa una mierda. No bailo, no hablo, no necesito un novio así que pírate y disfruta la fiesta. Estoy aquí, en una esquina, atufando a marihuana al lado de un pavo que está chillando y al que apenas puedo oír por encima de esta música que no me interesa. Dile a mis amigos que estoy aquí”. Allá por mayo Alessia Cara nos conquistaba con ‘Here’, una canción sobre una fiesta que no era tan divertida. Cantar esto con 18 años y entrar de lleno en la liga de las marginadas achuchables era todo uno. A duras penas necesitaba el sample de ‘Ike’s Rap’ de Isaac Hayes…
Finalmente no vio la luz el disco que Chromatics prometieron para el Día de San Valentín, pero sí una serie de singles con tanto atractivo que cualquiera podría haber llegado a nuestra lista de mejores canciones del año. Entre ‘Just Like You’, cercana a la balada, esa ‘Shadow’ tan ‘Twin Peaks’ o la contagiosa ‘In Films’, nos decantamos -solo por hoy- por la guitarrera e intensa ‘I Can Never Be Myself When You’re Around’. ¿No es Chromatics el único grupo del mundo que te gustaría que nunca evolucionase, que se quedase para siempre en esa banda sonora imaginaria que ha tomado como realidad?
Holly Fletcher se había revelado, hasta el momento, como una talentosa autora próxima a la línea de soul renovador de James Blake. Pero con ‘Hurt Me’ iba un paso más allá, entregando su primera gran canción, un medio tiempo que, sin renunciar a la audacia en la producción, tiene hechuras de clásico, con una letra muy abierta sobre entregarse al drama y al dolor de una ruptura.
Justin Bieber y La Prohibida no son las únicas personas que aparecen dos veces en la lista. También está La Bien Querida, que puso coros en este gran tema de Tigres Leones, que contaba con un vídeo con forma de parodia del anuncio de Mahou que se convirtió en pequeño viral. La canción acompañaba y presentaba uno de sus estribillos más certeros (“Hoy en Marte hace un día abrasador (…) / hoy en Marte sólo estamos tú y yo”). Sin embargo, no estamos ante la típica canción-refugio frente a un mundo hostil, sino ante algo más complejo, lleno de aristas: «el viento me empuja hacia ese barranco tan extraño / caigo sin parar, allí abajo mis ojos estallarán».
No vamos a negar que el electro pop que practican Lo-fi Fnk en 2015 es más intrascendental de lo que prometía su debut ‘Boy Life’, cuando apostamos a que evolucionarían como unos Hot Chip. Sin embargo, no hay quien se resista a este single ‘Pirate Radio’. Es arrancar o sonar el tonto riff sintético de su estribillo e irse los pies solos.
Mucho amor, no tanta política, había en el último disco del asturiano Pablo und Destruktion, cuyo rabioso single principal resultaba tan agridulce como su título o sus sentencias, «a veces la vida es hermosa, como cuando agarro muy fuerte tu boca», decía en una de las ocasiones. Así nos lo explicaba él mismo: «Esta canción tiene un punto violento, de “a tomar por culo, te voy a querer”. Esa situación se me ha dado mucho, tengo “mis animales” dándome patadas, estoy sintiendo “el peso”, pero «por mis huevos vamos a querernos», porque a veces la vida es hermosa y es verdad. Pero al añadir «a veces»… es distinto. Cuando la vida no es hermosa, es otras cosas. Tiene esa sensación de fugacidad, de aprovechar el momento porque ya nos esperará lo turbio».
Puede que ‘Regret’ no hable de las tres chicas que marcharon de Reino Unido a Siria para ingresar en el Estado Islámico (el grupo lo negó), pero sí de la ansiedad que genera “no saber qué está bien y qué está mal del conflicto en este lugar o Ucrania”. Lo seguro es que en medio de la dura temática del disco, de vez en cuando emergían resplandecientes estribillos que debemos situar entre lo mejor de su carrera. Como este: después de unas estrofas más turbias y propias de Talking Heads, el de ‘Regret’ despunta como uno de los momentos claves de este año y de su vida, puesto que la melodía de los “did you imagine?” no puede ser más resplandeciente.
El primer adelanto de ‘Fading Frontier’ es psicodélico y funky al mismo tiempo: las guitarras irradian luz propia pero Cox les da compañía con una interpretación quejumbrosa, siniestra: “nací ya clavado a la cruz / nací con una sensación / estaba perdido / nací con la habilidad de hablar / nací con unos andares de serpiente”. De esta serpiente parecen nacer las sonajas que suenan a lo largo de todo el tema y que le otorgan a ‘Snakeskin’ un atractivo elemento rústico. De nuevo, hay algo vulgar, nada refinado, en el sonido de esta canción, pero los arreglos son espectaculares y sofisticados y sus ritmos tan irresistibles como una canción de Chic… o casi.
Parece que al final Twerps no se han convertido en los Real State de este año, pero «podrían haber» (también tienen joyitas tipo Magnetic Fields). En cualquier caso no nos olvidamos de esta gema perdida de indie pop ochentero que, como tontería al teléfono, parece el reverso divertido de ‘Hello’ de Adele.
Aunque lo merecía casi tanto como la propia ‘Uptown Funk’, esta producción de Mark Ronson no lograba convertirse en un hit. Al menos sí se ha convertido en la canción más celebrada del pelirrojo Action Bronson, el tipo que abandonó su carrera de chef para dedicarse al rap. ‘Baby Blue’ posee la magia de los clásicos de Stax y la Motown que tan bien maneja el británico, puesta al servicio de un himno al resurgir tras una ruptura, a crecerse y saborear la venganza. El infalible Chance The Rapper acompaña con un verso hiriente e hilarante a la vez, deseando a su ex un sinfín de ocurrentes putaditas, y su clip, un homenaje al blockbuster de Eddie Murphy ‘El Príncipe de Zamunda’, está a la altura.
¿Somos nosotros o esto tiene a ratos la línea melódica de ‘Broken Wings’ de Mr. Mister? ¿No recuerda un poco a ‘Get Lucky’? ¿No contiene demasiadas cosas? Coros de disco house, palmas, cencerros samberos, bajos demasiado funky, riff pegajoso de guitarrilla, autotune, etc. Además, es hortera, tiene una letra plagada de topicazos («I feel my heart beating», «You make me feel like I’m alive again», «We are diamonds», etc.) y suena demasiado veraniega (¡a destiempo!). La verdad es que… ¡¡mola!! Completamente a favor de esta carrera que Coldplay parecen haber emprendido hacia la ligereza y la frivolidad.
Destinada a ser una cumbre durante los conciertos del trío gallego de por vida, gracias a lo bien que conjuga el noise de sus guitarras con una letra que podría estar dedicada a Mariano Rajoy, el Presidente oculto tras una pantalla de plasma, ‘Cállate la boca’ era una de las grandes ganadoras del primer capítulo de nuestra serie «12 canciones que deberían estar petando«. «Se les llena la bocaza de patrañas», decían Disco Las Palmeras! ¿La canción perfecta para esta resaca electoral que absurdamente llega en plena Navidad?
Una de las canciones que merece la pena rescatar de diciembre de 2014 es la machacona composición de Amatria cuyo vídeo popero estrenábamos por aquel entonces. Entre el colorido de las imágenes y lo hipnótico de su base, el tema nos conquistaba por completo, pero era en 2015 cuando terminaba de definirse, pues resultó que se había adelantado a una plaga de chinches que obligó a cerrar la Filmoteca de Madrid. «Me picaron chinches en octubre de 2013, salió una primera noticia en primavera del 2014. Y ahora ha salido que ya están 50 edificios afectados, un cine de Lavapiés bastante tocho también está en cuarentena. Lo sufrí cuando todavía no se había extendido. Lo que no entiendo es cómo no lo sabían, cuando por la calle ya había colchones en los que ponía “¡Chinches!” y cosas así», nos decía su autor. Una canción histórica, como veis, por muy diferentes motivos.
Si ya conocías el ‘Maneater’ alternativo de la revelación Grace Mitchell probablemente te hará gracia la coincidencia del mencionado título -en este caso una balada- con el macrohit de Nelly Furtado. A una Nelly Furtado modernizada recuerda este otro tema llamado ‘Jitter’ que ocupa la pista 3 del último EP que editaba este año, ‘Raceday’. Una canción en la que la gotita de trap no era nada en comparación con su juguetón desarrollo, que incluye ritmos aeróbicos, teclados pizpiretos y un guiño francés al bobalicón «voulez-vou coucher avec moi?». Perfecto.
La propuesta de SOAK no representa una sorpresa por estilo, pero cuando se trata de canciones, esta joven irlandesa tiene unas cuantas bajo el brazo a pesar de su corta edad. La mejor de todas es ‘Sea Creatures’, un tema frío y gris como su ciudad natal, Derry, en la que, entre guitarras, pianos, cuerdas y una voz frágil entre Damien Rice y Emilíana Torrini, la cantautora reflexiona sobre la homofobia que ha experimentado en primera persona, cantando sobre querer escapar de su pueblo junto a su amada en busca de algo mejor. «Ellos te dicen que te quieren pero no lo dicen de verdad / no creo que sepan lo que es el amor», canta… ¿y quién puede no sentirse identificado?
Lejos de los estándares de cantautora, no tan folkie ni americana, Anni B Sweet publicaba esta deliciosa canción, tan fresca que parece recién salida de un disco de debut. Aunque por supuesto apta para sus seguidores, su estribillo brillaba gracias a un guiño bastante girl group, pero sin que la canción cayese en la mímesis philspectoriana. Una buena manera de alimentar una carrera que se antoja más variada de lo que parece.
Una de las grandes revelaciones de 2015 ha sido la artista de origen medio ruso asentada en Reino Unido, Shura. Su canción más emblemática junto a ‘2shy’ es esta delicia italo disco cuyo vídeo relata el encuentro mágico entre el hermano gemelo de Shura, Nick Denton, y la actriz y modelo Hannah Owen, que continúa con espasmos y un final místico alternativo, en la versión ampliada del videoclip. La canción, que definíamos en el especial «Lo más sabrosón» como una «refrescante sopa de melón y menta», es incluso mejor en su versión larga de 7 minutos.
Si pensabas que la carrera de Jess Glynne comenzaría y terminaría en sus espectaculares colaboraciones con Clean Bandit, estabas totalmente equivocado. La británica posee una voz robusta y tremendamente expresiva que dota a sus canciones de una gran personalidad y, en definitiva, cuenta con el talento necesario para triunfar. Su single ‘Hold My Hand’ era una edificante confección de pop con ritmos house sobre estar lista para amar que no ha perdido un ápice de efectividad en todo este tiempo y un ejemplo perfecto de que, con la gente adecuada, las mismas ideas de siempre pueden sonar a algo totalmente nuevo.
El interesante último disco de Lower Dens nos adentraba en un espeso bosque de sintetizadores gélidos, guitarras y bajos post-punk, reverberación desorientadora, armonías fantasmagóricas y melodías plañideras que tan pronto recordaban a The Cure como a Poliça o a Beach House. El maravilloso ‘To Die In L.A.‘, que por algo era el primer single del disco, era un tema sólido como una roca en el que Hunter imploraba: «ojalá pudiera contar contigo para que me pertenecieras / pero no lloro aquí / simplemente me alegro de estar viva / el tiempo pondrá las cosas en su sitio».
‘Soap’ es uno de los mejores himnos burbujeantes (de pompas de jabón) que ha dejado el post-R&B este siglo, uno de los números del interesantísimo disco conceptual que ha publicado Melanie Martinez este año y que supone uno de los mejores álbumes jamás realizados por una triunfita. Este ‘Soap’ pertenece a su principio amable, versando sobre ese momento en el que no te atreves a decirle a alguien que te gusta. Después, en el largo, vienen cosas más turbias… como pronostica prácticamente la parte instrumental de esta canción.
LIZ, la joven estadounidense de la que os hablábamos hace un par de años con motivo de su single ‘Hush’, sacaba un single totalmente sin desperdicio. Se trata de la ultra infecciosa ‘When I Rule the World’, producida por SOPHIE y que suena a un híbrido entre Gwen Stefani circa 2004, M.I.A. y la Britney Spears de principios de siglo. El vídeo era también una absoluta chuchería acorde a la canción y por supuesto a la estética extremadamente plástica, brillante y colorida de PC Music. Si el vídeo de ‘This Is How We Do’ de Katy Perry te dio diabetes, te recomendamos que lo evites. Si fuiste de los millones y millones y millones de personas que lo gozaron, no te lo pierdas.
La mayor sorpresa de ‘Lo nuestro’ eran sus ambientes sofocantes, sombríos y a veces sucios, adjetivos infrecuentes en las últimas obras de Christina Rosenvinge, contribuyendo a dar a ‘Lo nuestro’ una pátina de romanticismo gótico. Así ocurría en ‘La tejedora’, primer corte y single oficial del álbum que, con sus grititos a lo Yoko Ono, se inspiraba en ‘Maman’, la enigmática escultura de Louise Bourgeois en la que replicaba una gigantesca araña, para elogiar el tesón y la fuerza de la figura materna y criticar, a la vez, la persistencia de unos roles de género que están lejos de caducar.
Mujeres no se desmarcaban demasiado de los preceptos básicos del garaje-rock, pero ‘Marathon’ era su colección de canciones más pop y redonda hasta el momento, destacando temas que alternaban -sí- a Los Saicos y a Los Salvajes pero también a Los Brincos y Los Sirex. Este «nena, me paso los días conteniendo mi atracción» lo habría canturreado cualquiera de nuestros padres. Y por cierto, la cara de «nena» asintiendo en el videoclip es para verla…
Mala Rodríguez colaboraba con Steve Lean de PXXR GVNG en un par de canciones que funcionaban por todas partes. La base trap tensaba todavía más un título como ‘Mátale’ con dos voces enfrentadas: de un lado la de ella con el alegato feminista que podría referirse a la violencia de género; de otro el típico discurso machista que aburre a las vacas («vale que no solo estoy pa ti / pero tengo algo que decir / te quiero y lo sabes»). Y lo peor es que es difícil elegir quién está mejor en su parte, aunque uno sea violento y el otro… más todavía.
No son muchas las veces que se habla del poliamor en el pop, pero Unknown Mortal Orchestra no solo le han dedicado un disco entero sino que han escrito la mejor canción de su carrera (con perdón de ‘So Good at Being In Trouble’) en torno a este concepto. ‘Multi-Love’ es una producción árida, de teclados psicodélicos y ritmos nerviosos, pero cuya melodía es pura dulzura, una composición vocal atemporal que remite al mejor pop de los 70 y en el que Nielson canta sobre esta experiencia que vivió de verdad junto a su mujer y que le pudo volver «medio loco». La calidez de su voz sugiere que no estaría nada mal ser esa tercera persona aunque fuera solo por la duración de esta gran canción.
Algo que se desprende del potente directo de Savages es que ponen aún más carne en el asador cuando presentan sus temas en vivo. Si su álbum de debut tenía un punto de furia y rabia, en sus conciertos ese punto se multiplicaba y parece que este hecho ha permeado en sus nuevas grabaciones. ‘The Answer’ es una patada en la cara con una sección rítmica que parece un tren a punto de descarrilar y unas guitarras cerdas que se acoplan una y otra vez, coronadas por una Jehnny Beth fuera de sí en una nueva (aparentemente) oda al amor y a la comunión con sus fans. Parece que Savages van a hacer algo fácil del difícil segundo álbum.
El dúo francés Jupiter, al que habíamos perdido la pista desde 2011, publicaba una de esas cosas imprescindibles que deberían ser un punto y aparte en la carrera de un artista. En un mundo justo, esto tendría que haber sido un éxito mundial: la mezcla de pop electrónico de influencias setenteras con ese toque italo disco daba como resultado un tema pegajoso y una maravilla, además enriquecida por un vídeo deliciosamente popero, deliciosamente estúpido.
¿Es electropop? ¿Es electro-latino? ¿Es reggaeton? ¿Es trap? ¿Es moombahton? Los colombianos Bomba Estéreo han trascendido fronteras (en México, por ejemplo, son un fenómeno de masas más grande que en su país natal) gracias a su mezcla de música tradicional latina (vallenato, cumbia, bachata) con ritmos electrónicos. En ‘Fiesta’, los drops se conjugan al milímetro, dando paso a las partes más orgánicas y a las más electrónicas de la canción, haciendo que no ponerse a perrear a la primera de cambio se convierta en un esfuerzo casi titánico.
Probablemente traumatizados ellos mismos por haber dejado sin Grammy al mejor disco de hip-hop a Kendrick Lamar hace un par de años, Macklemore & Ryan Lewis se han cubierto bien las espaldas. Así, para su nuevo single han llamado a algunos pioneros del rap, como Melle Mel o Kool Moe Dee. De esta manera, dejan mucho más claro que Mark Ronson y Bruno Mars -a quienes todavía no hemos oído reconociendo que ‘Uptown Funk’ es una canción de Chic- qué les ha inspirado en este retorno a la vieja escuela. La base es buena, el flow de la canción espectacular (también está de 10 Eric Nally de Foxy Shazam) y el vídeo, muy divertido.
Simon de The Loves debutaba este año con un disco llamado ‘It Seemed Like a Good Idea at the Time’ que se miraba tanto en Harry Nilsson como en The Kinks. Los arreglos orquestales del single ‘The New Adam and Eve’ recordaban también a los del mejor Adam Green (el de ‘Friends of Mine’) mientras el vídeo -que lleva 420 visualizaciones, es decir, él y su familia- se recreaban en la estética friqui y gore. Para degustar con los ojos en otra parte.
Hot Chip volvían a conquistarnos más con un segundo single que con el primero, como ya sucedía con ‘I Feel Better’ o ‘Ready for the Floor’. Esta vez sorprendían con un tema melancólico que se abrazaba a un sample de Sinnamon (‘I Need You Now (Acappella)‘) para terminar sonando en verdad al Moby de finales de los 90. De haber aparecido en ‘Play’, seguro que ‘Need You Now’ hubiera podido contribuir a que vendiera unos cuantos millones de copias más.
El disco de Soleá Morente era tan sólido que podía permitirse el lujo de dejar uno de sus singles para el final. El excelente ‘Todavía’ estaba obviamente escrito por La Bien Querida, pero como pensando para el que fue su álbum debut. «A veces me canso de mí y quisiera cambiarme por cualquiera de aquí», entona apenada, aunque abriendo una puerta para la esperanza en estribillo, palmas flamencas y cuerdas morunas.
El mejor exponente del regreso a los 90 post-grunge que planteaban los británicos Wolf Alice era este himno a la amistad, cuyo riff sonaba más deliciosamente nostálgico todavía que ese «Remember when we cut our hair? / We both looked like boys but we didn’t care» que marca la segunda estrofa. Una buena combinación de guitarras, bajos, autocoros y baterías medidas y bien distribuidas que definitivamente nos transporta 20 años atrás.
Tras la prescindible introducción de ‘Pegasus’ que suena en el interesante ‘Resolutions’ producido por Matthew E. White, ‘What Will You Dream’ suena más todavía a megahit, con una conjugación sobresaliente entre ese pre-estribillo que parece el estribillo y el estribillo real, sonando además cercano al dream pop de gente tipo Desert, y muy adecuadamente porque su mismo título es onírico y su ambientación por tanto idónea para esa letra tipo “vidas cruzadas” llena de interrogantes y fantasía. Gracias a ella se echa menos de menos a Boat Beam.
Despachando de golpe los prejuicios que la primera generación indie tenía hacia la Movida, el grupo madrileño se lanza a pecho descubierto a rendir homenaje a Los Secretos más primigenios. Y la jugada es impecable: una melodía perfecta que no da respiro, envuelta en distorsión (su marca), y que alcanza las mismas cotas de belleza melancólica que los hermanos Urquijo en su mejor momento.
Hudson Mohawke decía que no quería adherirse a ningún género concreto y eso es lo que hace en su esperado ‘Lantern’. Sin renunciar a la atractiva experimentación de canciones casi instrumentales, ofrecía singles de una calidad indiscutible como ‘Very First Breath’, en el que Irfane entona un estribillo tan lleno de euforia como de nostalgia y esperanza («bring us back to the second we met»). Un pelotazo apto para fans del electro pop de toda la vida pero también de Rustie.
Su entrega a los sintetizadores no restaba emotividad alguna a las composiciones de Tulsa, que ya nos derribara con ‘Matxitxako’ o ‘Algo ha cambiado para siempre’. Este single que anticipaba ‘La calma chicha’ en los últimos días de 2014 era una minimalista canción costumbrista de dependencia que entendemos como una hermosa rendición ante el hombre amado, pese a que el idilio no prometa durar más que un suspiro. Alguien podría intuir un trasfondo irónico, feminista, en ese «no me importa si eres listo o idiota», pero no: es una «oda al amor efímero», que debería ser un derecho.
Como ellos mismos nos explicaban durante una entrevista, ‘Ahora que hace bueno’ era la canción que hacía «de puente entre el primer y el segundo disco» de Reina Republicana. Tenía la fuerza de un himno noventero a la altura de los mejores Planetas (y su letra de «no rotundo» acompaña para bien), pero también un punto más ambiental gracias a sus sintetizadores, bases contundentes y melodías sugerentes. Difícil no incluir ese «echaste a correr con el primer trueno / no quieras volver ahora que hace bueno» entre los grandes himnos en castellano del año.
Son muchas las grandes canciones que han publicado Beach House en sus dos discos de este año. ‘Majorette’, que abre el segundo, ‘Thank Your Lucky Stars’, es una de ellas, una balada ensoñadora que empieza desde lo amenazante («imitation / red carnation») para desarrollarse hacia un impecable despliegue de belleza melódica que encuentra su cumbre al final, con ese «watch you spin like that» dirigido al infinito (podría durar horas). Es, como ‘Lucky Stars’, una canción minimalista, provista con poco más que unas guitarras, un tecladillo y unos ritmos, pero su melodía es tan hermosa que justifica la existencia de todo este disco.
La sección más “adult contemporary” de la base de fans de Janet Jackson adorará este nuevo “quiet storm” sofocante en la línea de ‘That’s the Way Love Goes’ o joyas escondidas tipo ‘Moist’ y ‘Take Care’, que también incluían lluvia. No será, desde luego, de lo más inmediato que ha editado Janet para la mayoría, pero su suprema elegancia, sutileza y maestría en cuanto a producción e interpretación satisfará de primeras a aquellos y aquellas que siempre han buscado en Janet más un ‘Someday Is Tonight’ (otra que le daba al Rainy Mood) que un ‘Nasty’. ¡Y encima, con esa base tan contundente, se puede hasta bailar!
«Yo te llevo dentro, hasta la raíz / y por más que crezca, vas a estar aquí» es el primer estribillo que conocimos del nuevo disco de Natalia y sin duda el más certero. ‘Hasta la raíz’ cuenta con una producción como propia de Jorge Drexler, con quien Natalia ha colaborado (aunque este álbum está producido en verdad por Cachorro López y Leonel García), en la que destaca la sabia conjugación de ese ritmo latino con unas estupendas cuerdas que terminan de avisarnos, sin gritos innecesarios, de que estamos ante uno de los grandes clásicos de la artista. Y no habría quedado tan bonita en la voz de Jorge.
Neon Indian volvía a convencer con una serie de singles alucinantes. El mejor de ese disco en el que se mezclaban el funky, el cosmic, el italo, el new romantic y el boogie-boogie, en ocasiones desde un prisma bastante pop, era el thriller ‘Annie’, que podría haber sido la banda sonora de una película de detectives de los años 80 (su letra habla sobre una chica desaparecida), pero en la que el protagonista es Eddie Murphy en su mejor momento.
La canción con mayúsculas de ’25’, esa que esperabas poner cara a cara con ‘Rolling in the Deep’, ‘Someone Like You’ y ‘Set Fire to the Rain’, es ‘When We Were Young’, co-escrita junto a Tobias Jesso Jr. Tobias es un obseso de la canción setentera como Adele, y esta pista les muestra a los dos haciendo lo que mejor saben. La melodía es una absoluta gozada en el estratégico cambio de acorde de “movie”; el piano, que perteneció nada menos que a Philip Glass y Tobias ha heredado de sus abuelos, te hace desear en el último puente que la canción no acabe nunca; y la imagen creada en torno a un encuentro inesperado en el que se mezclan realidad, irrealidad y recuerdos (“you look like a movie / you sound like a song”) está perfectamente redondeada por una Adele que resulta gloriosa ante la repetida súplica del estribillo: “déjame hacerte una foto con esta luz, por si fuera la última vez que podemos parecernos exactamente a los que éramos… antes de darnos cuenta de la pena que nos daba hacernos mayores”. ‘Your Song’ de Elton John, ‘(They Long to Be) Close to You’ de los Carpenters, ‘You’ve Got a Friend’ de Carole King, ‘Sara’ de Fleetwood Mac… las canciones que vienen a la mente son palabras mayores, pero es que además Ariel Rechtshaid ha añadido un fondo brumoso, casi imperceptible pero que ahí está, que acerca la canción tímida pero decididamente, sólo para oídos atentos, a la intensidad de ‘A Whiter Shade of Pale’.
Momento de olvidar aquel rollazo de ‘Runaways’. Con el segundo álbum en solitario de Brandon Flowers vuelve el artista que nos interesa, ese capaz de sumergirse en los 80 más kitsch en un tema en el que caben referencias a bandas sonoras de John Hughes, Kate Bush y, durante un segundo, ‘Can You Forgive Her’ de Pet Shop Boys. En ‘Human’ y ‘Spaceman’ Brandon nos entretuvo bajo los mandos de Stuart Price y ahora lo hace junto a otro moderno, Ariel Rechtshaid. Brandon ha tomado justo la dirección artística que debía, aunque nadie se haya enterado.
Camilo Séptimo nos han dejado por ahora con la promesa de un primer largo para el año que viene. De ese futuro debut en largo los mexicanos adelantaron ‘Eres’, un tema que encuentra su punto fuerte en la aparente sencillez de su propuesta. “Eres lo más lindo de mi vida” no es la letra más profunda de este 2015, pero cuando en medio de la canción estalla el estribillo en la voz de Manuel Mendoza, vocalista del grupo, esto es absolutamente irresistible. Estamos seguros de que seguiremos cantando este ‘Eres’ durante mucho, mucho tiempo.
Convertida en uno de los emblemas del lanzamiento de Apple Music, esa macarrada llamada ‘New Americana’, que rimaba «marihuana» con «Nirvana», se convertía en un enorme éxito, pero la canción más fina del debut de Halsey, ‘Badlands’, era ‘Colors’. En ella, la nueva estrella se convertía en «la nueva Lorde» o «la nueva Tove Lo» más que en «la nueva Lana del Rey», con un medio tiempo edulcorado sólo lo justo, gracias, precisamente, a su amplia gama «cromática», de lo más agridulce. Parece dedicada, por cierto, a su ex, un miembro de 1975.
‘High By The Beach’ está en las antípodas de ‘Honeymoon’, la canción. Si aquella era una canción de amor doliente, un blues minimalista y delicado, este single era, pese a cierto toque sombrío, una canción juguetona y fácil, epítetos que suelen usarse peyorativamente pero que podemos considerar elogios en este caso. Es un claro regreso a los temas más uptempo de ‘Born To Die’, sobre todo en cuanto a su sello personal, ese que le permite sumar con soltura melodías propias del ragtime de los años 30 con bases de hip hop old-school y letras llenas de divertida incorrección (“lo único que quiero es colocarme en la playa, adiós, adiós”). Puede que le falte algo de fuerza para ser un hit global pero, por naif y manida que parezca, dada la facilidad con que se graban sus bobos “bye bye”s, estamos ante un nuevo acierto de Lizzy Grant.
‘Blackstar’ es fascinante. Difícilmente puedo imaginar una canción tan perturbadora y subyugante, tan llena de contrastes. La voz susurrante, como entonando una nana, de Bowie, combinada con ese ritmo fragmentado y tóxico, sosegado pero agresivo, marcial, con ese fondo amenazante (aunque, más allá de la tensión, percibo algo muy doloroso)… La extrañeza inicial que causa el interludio, tan sensual y burbujeante, acaba convirtiéndose en certeza, de que ha de ser así y no de otra manera. Y el prodigio de que algo tan a priori espeso (casi diez minutos) transcurra con tanta ligereza… Es casi como si Bowie se hubiera propuesto resumirse a lo grande: su época más oscura, la berlinesa, (la de ‘Low’ o ‘Heroes’), pero también la cara glam y pop, en el interludio.
Para horror de los fans más conservadores de Belle & Sebastian, que de todas formas han podido consolarse con el también fantástico ‘Nobody’s Empire’ editado a finales del año pasado, el sorprendente europop de ‘Enter Sylvia Plath’, en clara sintonía con Saint Etienne (no en vano Bob Stanley escribía la nota de prensa del álbum), era el punto álgido de su último disco ‘Girls In Peacetime Want To Dance’. El tema dedicado a la escritora, con varias referencias a su suicidio, esta vez sí, cumplía con creces con todo lo que cabía esperar de su transformación bailable. El grupo aseguraba además que un corte con esta temática -también el salto cualitativo que da una persona cuando descubre a un autor que le gusta- únicamente podía sonar así de frenético.
Con incluso más madera de hit que la mejor composición de iamamiwhoami, esta canción que la estadounidense de raíces hondureñas Empress Of suele reservar para el final de sus conciertos se postula como una de las mejores herederas de los momentos más pop de Björk, Bat for Lashes y The Knife. Ella dice que simplemente es un tema para pasárselo bien en contraste con otros temas más sufridos de su disco (si bien su letra mantiene la ambigüedad entre la admiración y la parodia) y la orquesta de sintetizadores y percusiones era la vía idónea para conformar su tema más memorable.
Basada en lo ocurrido en 2009, cuando, por culpa de su contable Peter Gounis, Rihanna casi termina en bancarrota (el tipo se llevaba un 23% de las ganancias de la artista), ‘Bitch Better Have My Money’ terminaba resultando una atractiva producción con retazos de trap desafiante, muy especialmente gracias a ese sangriento videoclip que, antes de una nueva reivindicación del cannabis, incluía referencias a ‘Thelma & Louise’, ‘Este Muerto Está Muy Vivo’, ‘Oldboy’, ‘Carrie’ o ‘Faster Pussycat! Kill! Kill!’. Uno de los momentos más icónicos de 2015.
El dúo chileno presentaba su nuevo disco con ‘Los vampiros’, un buen pepinazo de eurodisco que habla de sentirse a salvo formando parte de una masa anónima que baila. El tema, que cuenta, además de con la de Milton Mahan, con voces invitadas del nuevo pop chileno, como Fanny Leona (de la banda Playa Gótica), (me llamo) Sebastián y Pablo Muñoz (en De Janeiros con Milton), se transformaba en su vídeo en toda una orgía de cuerpos aceitados, kitsch aposta. En contraste, el delicado piano, no demasiado housero.
Han pasado cinco años de ‘Body Talk’, el último disco de Robyn, pero la sueca no ha dejado de entregar grandes canciones al mundo que compiten por ser la mejor de su carrera. La última, una colaboración con los productores suecos Markus Jägerstedt y el fallecido Christian Falk, es un himno acid-house con mensaje universal en el que el sonido más accesible de Robyn adquiere una dimensión más experimental en una combinación de corpulentas bases rítmicas, campanitas, arreglos vocales robóticos y unos versos rapeados de lo más «badass» que te puedes echar a los oídos en 2015. Súmale el verso de Maluca y bingo: otra obra maestra de Robyn para la saca.
‘Crash’, con su imponente riff, era lo más vistoso de ‘Santa’. El single no podía ser otro, pero esta es la verdadera composición sobresaliente de Zahara. Presentada en directo hace un par de años, ‘El deshielo’ encontraba su versión definitiva en el notable álbum editado por la artista este 2015. Es llamativo lo bien alternados que están todos los elementos en esta gran canción de pop que debería haber petado las radios del país: cuerdas y vientos, guitarras eléctricas y sintetizadores -todos sutiles y discretos- llevan a la coda final, que da un paso atrás solo para resultar más memorable todavía. Deja también por el camino imágenes románticas y letras tan sugerentes como «apenas me rozaste me dejé a descongelar» o «tenías el sabor de todos los helados». Una gran producción que podría haber sido de Paul Epworth pero que es de Sergio Sastre y ella misma.
Inspirado abiertamente en Drake, C. Tangana publicaba una pequeña mixtape a finales este año, en la que destacaba esta canción que partía de ‘Plastic Bag’ para cambiar strippers recopilando pasta por una historia de celos que nos resultaba mucho más atractiva y cercana. También estaba rodeada de droga (atentos a ese vídeo en la nieve), pero lo mejor era el gancho «esta cara de felicidad debería ser por tu culpa pero no», alimentado por la foto del año.
Justo cuando se le acababan los hits de ‘Motion’ tras el resbalón de Haim (el mayor fracaso comercial reciente de Calvin Harris), el DJ mejor pagado del mundo se sacaba de la manga otro hitazo internacional. Esta vez junto al trío Disciples, el productor de EDM rebaja chabacanería y gana en sutileza con el pelotazo noventero perfecto de deep house que hemos echado de menos y mucho en ‘Caracal’, el segundo disco de Disclosure. Bonita voz la de la noruega Ina Wroldsen.
Fever Ray no ha vuelto, como hizo sospechar un cambio en su página web, pero ha dado casi igual gracias al disco de Susanne Sundfør, conocida por sus colaboraciones con Röyksopp. ‘Ten Love Songs’ tenía un punto más clásico (incluso en el arranque y sobre todo el final de esta pista), pero también petardazos de electropop como este single, ‘Delirious’, apto para quienes echen de menos el lado más pop de The Knife o ansíen un punto más siniestro en las estrellas del pop.
Cambio para bien en la carrera de Chairlift tras sus años de colaboraciones, que han dejado sólo un grado de separación entre Beyoncé y… ¡Delorean! ‘Ch-ching’, otro tema “love vs money” (su título hace referencia al sonido que hacen las monedas chocando entre sí), es una exquisita producción post-hip-hop con una sección de vientos tan impecable que parece aportada por Matthew Herbert. ¿Qué malo se puede decir de esto? ¿Que es menos pop que ‘Bruises’, ‘Met Before’ o ‘I Belong in Your Arms’ y por tanto se pega menos? Meh… Ni eso.
Parece que los seguidores de las producciones de Ariel Rechtshaid somos una parte muy definida de la redacción y aupamos varias de ellas a las posiciones intermedias de la tabla. Esta también tiene su sello desde ese arranque frustrado, como la de una cassette que se atasca, y el propio Tobias también suena después totalmente atascado en una relación que no ha terminado de salir adelante pero que él no puede evitar recordar patética (deliciosamente). «No hay futuro que quiera conocer sin ti / no sé qué haré sin ti», repite aquí, en una de las joyas setenteras a piano que aparecen en su debut ‘Goon’. Y dos detalles: precioso falso final después del supuesto crescendo e interesante vídeo con mensaje «el amor no tiene edad».
2015 no ha sido un año grande en lo que a «sex jams» se refiere. Ha vuelto Janet Jackson pero, claro, con ella ya contábamos, aunque para algunos ha cumplido y para otros no. Miguel, que es un experto en la materia, editaba, sin embargo, uno de sus más sensuales singles (que ya es decir) hasta la fecha con ‘Coffee’, una pequeña joya de R&B hecho en casa en la que el cantante daba con una de sus melodías vocales más atractivas mientras nos contaba lo maravilloso que había sido su último romance. «Solo quiero oler tu cabello / solo quiero verte dormir / nunca me he sentido tan bien», decía, probablemente enamorando de inmediato a todo el mundo que le escuchara. Calidez humana hecha canción… y sensualidad a borbotones.
Parecía que después de ‘Mi Fábrica de Baile’ no iba a llegar nunca un pelotazo a su altura, pero Joe Crepúsculo ha resuelto la incógnita con este ‘La Verdad’. El tema tiene todo lo que mola de Crepus, una producción cuidada e intencionadamente de baratillo, una letra intrascendente y el organillo que ya es marca de la casa. El acierto de incluir las voces femeninas de La Prohibida y Supremme de Luxe en ese estribillo irresistible es otro valor añadido.
Subido a Bandcamp en diciembre de 2014 y luego recuperado en 7″ y finalmente editado en Jabalina, ‘El rey de las camas’ presenta una melodía infantil, casi propia de Enrique y Ana (ahora Roberto y Ana), pero con unas guitarras power-pop mucho más adecuadas para un tema que nos habla de los vaivenes del amor y del sexo con la frescura de un ‘Los amigos de mis amigas son mis amigos’. El flechazo de una noche amenaza con tornarse drama mientras el modo en que el estribillo desemboca una y otra vez en una nueva estrofa no puede resultar más hábil.
Suena el bajo, un brillante homenaje al p-funk interpretado por el genial Thundercat, y ya está claro que estamos ante un clásico, en el que Lamar, con su singular manera de escupir versos con la contundencia de una Uzi, y Sounwave, con una producción apabullante, disipan las distancias entre los orígenes del rap y la actualidad. Como todo ‘To Pimp A Butterfly’, ‘King Kunta’ tiene una doble lectura. Aparentemente es uno de esos cantos de empoderamiento personal ante los rivales tan típicos del hip hop, pero el de Los Ángeles desliza ya los conflictos raciales y la hipocresía de una sociedad que acepta más y mejor a los negros si son ricos. Él se dice el Rey del rap, pero es el Rey Kunta (aludiendo a Kunta Kinte, el personaje de ‘Raíces’ de Alex Haley), el Rey de los esclavos, al que todos quieren cortar los pies para que no pueda correr.
Uno de los singles de rock más pegadizos del año encuentra a su autora, Courtney Barnett, al borde de un ataque de nervios. «Te quiero, te odio, te detesto, te admiro», lamenta, insegura, antes de hablar sobre ratas que invaden su mente o sobre querer lavar su cabeza en cianuro de trementina. Entre riffs de guitarra que evocan el mejor rock de los 90 y un estribillo que recordarás al instante («creo que eres una broma pero no te encuentro muy gracioso» es una de las frases del año), Barnett dio en ‘Pedestrian at Best’ con un himno lleno de humor que seguiremos cantando a pleno pulmón en los años venideros.
Si hace tres años nos dicen que en 2015 iba a triunfar a lo bestia una canción de electroclash, es posible que nos hubiéramos partido de la risa. ¿Pero eso no está pasado ya de moda? Pues parece que no, a juzgar por este éxito viral de Las Bistecs en forma de himno generacional. Un himno con el que además el dúo barcelonés ha conseguido algo al alcance de muy pocos: introducir fragmentos de su creación en nuestro lenguaje habitual, como hicieran en su día Chico y Chica. ¿Quién no se ha sorprendido a sí mismo diciendo «Picasso, ¡qué pesao!; «oh, no, otra vez tú»; «el falo es tendencia en todos los museos» o, sobre todo, «no me quedan euros para ver algo tan feo»? La maja desnuda, la maja vestida, la maja desnuda, la maja vestida, la maja desnuda, la maja vestida…
Fran Fernández, tras el éxito de los primeros 90 con Australian Blonde, no quiso sonar impostadamente moderno, sino que optó por recorrer un camino inverso, hacia las raíces. Tanto en sus discos posteriores con Australian, como con La Costa Brava o en solitario, ha demostrado ser un buen estudioso de la historia musical de nuestro país para aplicarlo a sus canciones y mejorarlas. ‘Siempre es el cumpleaños de alguien’ es otra nueva prueba de su gran talento como escritor y de su fantástico gusto, esta vez abrazando la encantadora decadencia de la Trabucchellia. Se trata de un tema precioso, dulcemente triste, en el que la aparición de Linda Mirada se hace totalmente necesaria, mostrando que su relación personal les hace crecer juntos también en lo artístico.
Foals siguen sin editar disco malo (y van por el cuarto), algo en esta ocasión definido sobre todo por dos singles enormes, el grower ‘Mountain at my Gates’ que podría ocupar este puesto perfectamente y el corte titular. Este rabioso ‘What Went Down’ está como gritado desde una jaula por Yannis Philippakis, que sólo por esa manera de chillar el estribillo «When I see a man, I see a lion / When I see a man, I see a liar» y sobre todo el final «You’re the apple of my eye, I want ya!!!» habría justificado toda su carrera.
Si en este país verdaderamente no hubiera prejuicios, estaríamos hablando de ‘Baloncesto’ como la mejor canción del año. El tema, como casi todos los incluidos en el último disco de La Prohibida, contaba con todos los elementos para convertirse en un pelotazo, nunca mejor dicho. Pero por encima de todo, sobresale un estribillo inmenso que domina toda la canción. ‘Baloncesto’ es, para lo bueno y para lo malo, una composición de Víctor Algora, en la que se nota su presencia a leguas, tanto en la estructura de la canción como en el uso de metáforas animales, algunas pilladas por los pelos. Pero en general estamos ante una de las grandes canciones pop que ha dejado este año. Un pegadizo himno sobre el mal de amores frente al egoísmo y al amor por uno mismo que parece inspirarse en el italo de los 80 y las producciones en este siglo de Sally Shapiro.
A falta de los inolvidables Klaus & Kinski, Hazte Lapón son los mejores sustitutos que nos pueden venir a la mente, si no los únicos. Son casi igual de eclécticos y manejan el folclore nacional a su antojo, en este caso en esta balada clásica que no puede ser más melódica, pero al mismo conteniendo una acidez no siempre vista en el género. ¿Qué malo tiene odiar un poco nada más? «Dos niñas pijas con camisetas de la Velvet, de Calvin & Hobbes, respectivamente, y felpas con flores de porexpán» y obviamente la terminal 4 de Barajas, entre otras muchas ocurrencias, están en su punto de mira.
Health nos volvían a dejar boquiabiertos, lo cual no es una novedad en los autores de ‘Get Color’. Pero ‘Stonefist’ era desde su lanzamiento uno de los mejores temas de su carrera. Mantiene la furia que hemos escuchado en sus discos anteriores y en sus directos, pero además aparece aquí en contraste con una luminosidad más propia del synthpop. Perfecto para un montón de gente: fans de Depeche Mode, los que no crean en la nueva era de Crystal Castles y por supuesto los que ya hubieran entendido a Health con anterioridad.
La apoteosis del último disco de Julia Holter (y posiblemente de su carrera) llegaba con ‘Sea Calls me Home‘, composición mayúscula y central en el disco; una rodaja de embrujadora psicodelia pop entre la niebla, con adictivo silbido final incluido. Una canción con ecos de Stereolab y The Free Design que Holter decía que iba «sobre alejarse de cosas que te mantienen atrapada, sobre el miedo a descubrir el sentimiento de libertad», y que para su vídeo se trasladaba a un paisaje más o menos idílico de su hábitat californiano con el objeto de «explorar el imaginario surrealista de la canción».
Exactamente igual que ‘Birdman’: así comenzaba el nuevo vídeo de Janelle Monáe para el tema ‘Yoga’. Tras un comienzo con la artista sostenida en el aire, el clip mostraba a Monáe con un grupo de bailarinas de manera desenfadada o practicando su propia versión de una clase de yoga. La canción que servía para presentar un EP de su protegido Jidenna conformaba una de las mejores de pop con base trap del año y ya la canción más escuchada de la historia de Janelle en Spotify. Ahí queda eso.
Este año nos habéis parado muchas veces por la calle, por los bares, por los conciertos… para preguntarnos por qué nos gustan PXXR GVNG. Hijos nuestros: LOS GANCHOS. Lo que más mola de ‘Tu coño es mi droga’ no es su carga obvia de sexualidad, de pitos y lenguas que entran y salen de sitios, ni siquiera su sofisticado fondo trap “a la moda”. Lo que atrae de la canción es su desarrollo con doble estribillo. El primero es evidente y hacía tiempo que no se escuchaba nada tan irritante pero pegadizo pero irritante pero pegadizo pero irritante pero pegadizo. Ese par de horas que te puedes pasar canturreando “tu coño es mi droga, tu coño es mi droga, tu coño es mi droga, tu coño es mi droga” parece el quid de la cuestión. Pero en realidad el mejor estribillo es el segundo, el que cambia de letra («te entro con otro tema…», «si ella lo mueve tiembla el suelo…») para terminar siendo instrumental… haciendo que la canción quiera volver a sonar una y otra vez, atrapándote por completo. Hilarante “lyric video”, por cierto.
‘Go’ empieza con una base propia de los tiempos en que The Chemical Brothers colaboraban con los mejores Primal Scream y en su fondo hay tantas pequeñas autorreferencias desperdigadas como en los discos de Lady Gaga, araabMuzik y The KLF. Pero todas se las come el gancho instrumental de ese estribillo de disco cósmico propio de Daft Punk. Un pepinazo para escuchar en bucle como lo fueron sus mejores sencillos.
Sí, ‘Disappointing’ podía chirriar con esa letra, que, más o menos, viene a ser como Julie Andrews enumerando sus cosas favoritas y diciendo que todas ellas son «decepcionantes comparadas contigo». Pero, seamos sinceros, es imposible no caer rendido ante una canción así a pesar de la subida de azúcar que produce el “… there’s nothing more beautiful than your smile as it conquers your face / There’s nothing more comforting than to know, know you exist in this time, in this place”. Si esta canción está en las listas de este año es porque, citando a Julie Andrews otra vez, «con un poco de azúcar esa píldora que os dan pasará mucho mejor». Los coros de Tracey Thorn, que justo entran en ese momento, son tan buenos que da un poco igual lo pastel que se esté poniendo John.
Quienes se vieron decepcionados por que Madonna trabajara con gente tan conocida como Martin Solveig o Avicii, supuestamente «desesperada» por un éxito, tuvieron que celebrar su selección del gurú de PC music SOPHIE -sugerido por Diplo- para producir su nuevo tema de autoafirmación. Como una versión mejorada de ‘Give Me All Your Luvin’ -de nuevo Nicki Minaj es lo mejor de la canción- ‘Bitch I’m Madonna’ se ha convertido en un todo un himno contra la discriminación por edad, asistido en el vídeo por Miley Cyrus, Beyoncé, Katy Perry y Kanye West. Pero sobre todo es una pieza payasa y divertidísima que muestra a Madonna haciendo lo que mejor sabe: el bobo.
Gepe, que ya nos conquistara con su álbum anterior y toda su retahíla de singles, se lucía este año con ‘Hambre’, una de las canciones más excelsas de su autor, rematada con la aparición fulgurante de Wendy Sulca. «Yo quierooooo… que tu boca se pegue a la mía como chicle nuevo» ha sido una de nuestras frases preferidas de todo el 2015, acompañada naturalmente de los irresistibles ritmos de esta diana de pop latino. ¡Chúpate esa, Paulina!
Que Diplo es el nuevo rey Midas de la música electrónica es algo que no tiene discusión. No hay otra explicación posible para que dos de los grandes éxitos de este año (‘Lean On’ y este) vengan colgados del brazo del músico, DJ y productor americano. En este caso, Diplo une fuerzas con Skrillex bajo el nombre de Jack Ü, y juntándose con lo más granado del pop independiente y mainstream, dan a luz torpedos como este. Justin Bieber pone, en este caso, voz a este temazo de EDM pegajoso al que le cuesta arrancar, pero que luego se convierte en la pareja perfecta tanto para la pista de baile como para una playlist de esas de querer abrirse las venas. ¿A qué viene si no una letra tan quejumbrosa? ¿Dónde estás ahora que te necesito?
Drake representa el R&B de hoy más que cualquier otro artista de su generación y ‘Hotline Bling’ es uno de sus grandes logros hasta la fecha. Compuesta casi de casualidad, samplea ‘Why Can’t We Live Together’ de Timmy Thomas, que probablemente unas cinco personas en toda España conocían antes de esta canción, y es una perfecta composición de R&B en la que unos acuáticos ritmos a medio tiempo fluyen con toda naturalidad a través de la melodía vocal del rapero, tan sutil como memorable a primera escucha e imposible de olvidar luego. Memes y bromas después, la canción perdura.
Convertida en el punto álgido de sus conciertos, lo cual después de cuatro discos (de ‘Hoy’ a ‘De momento abril’ pasando por ‘Poderes extraños’) tiene mucho mérito, ‘Muero de amor’, otro de los adelantos de ‘Premeditación, nocturnidad y alevosía’, ejercía a la postre de cierre épico para el disco, remitiendo de nuevo al synth-pop ochentero pero esta vez sobre todo a los grandes cantantes folclóricos del país en la onda de Raphael. No en vano tanto Ana como David terminaban el año presentando sus temas para el disco de debut de Soleá Morente. Así de grande, como la familia de esta, era el estribillo de este tema y su desarrollo, donde ni las cuerdas ni la percusión podían con la enorme melodía.
Si esta es una canción de amor o si es una ironía o una parodia (si seguís el Instagram de Joshua Tillman entenderéis de qué os hablamos) es algo que solo el propio Father John Misty (a.k.a. «el hombre más sexy que han visto nuestros ojos sobre un escenario») sabe. ‘I Love You Honeybear’ parece hablar de la relación de Tillman con Emma, su esposa, aunque él ha declarado en varias ocasiones que nunca la ha llamado «honeybear». Sin embargo, esta sí nos parece una canción de amor, y quizá una de las más perfectas de este año. Plasma impecablemente qué se siente cuando encuentras a la persona con la que quieres pasar el resto de tus días («my love, you’re the one I want to watch the ship go down with»); cómo pierdes la noción del tiempo y cómo te da igual cualquier cosa que pase («I barely know how long a moment is, unless we’re naked, getting high in the matress while the global market crashes») y cómo el sexo evoluciona hacia algo más animal, físico y sucio cuanta más confianza se tiene («mascara, blood, ash and cum, on the Rorschach sheets where we make love»). Todo esto sin resultar cursi o azucarado. Tillman, definitivamente, queremos un hijo tuyo.
Claramente la canción más chanante de la temporada, ‘Tutti Frutti’ incluye un recitado de Giacomo Cavagna como sacado de una película de giallo, que va incorporando una considerable tunda de cuerdas disco. A medio camino entre Studio 54 y Trevor Horn, esta reinvención kitsch de ‘Giorgio by Moroder’ no sólo tiene un gran estribillo sino también un gancho hilarante ¡y un final falso! Un acierto unido a ‘People on the High Line’, otra pista nueva de New Order en torno a los seis minutos que funciona como continuación y que te hace darte cuenta -mucho mejor que sus singles precedentes- del improbable buen estado de forma en que se encuentran New Order.
El más brillante ejemplo de las cualidades de la enorme debutante Natalie Prass es ‘My Baby Don’t Understand Me’, el corte que abre el disco. Natalie comienza a cantar sobria pero dulcemente hasta que, llegados al estribillo, se empequeñece en un agudo susurro que dice: “nuestro amor es como un largo adiós, esperando al tren para llorar”. Luego, mecida por los arreglos de hasta 13 músicos (un muro de sonido que, como pudimos comprobar también en el primer álbum de Matthew E. White, es marca de la casa), la voz de Prass va creciendo, volviéndose rotunda en su fragilidad, a punto de quebrarse cuando canta demoledora: “¿dónde ir cuando en tu único hogar hay un extraño?”, justo antes de una prodigiosa coda final.
Purity Ring es uno de esos grupos que sin el apoyo de los grandes medios internacionales ni de la radio comercial han logrado hacerse un nombre, llenando salas de tamaño medio como Joy Eslava por medio mundo. Ya se mostraron como adalides del pop electrónico más sofisticado con su anterior disco y, a diferencia de Charli XCX -cuya opción ha sido también muy respetable, por otro lado-, en este nuevo álbum se han mantenido fieles a su universo de penumbras, sombras y claroscuros. ‘begin again’ se mueve cómodamente entre referencias a Depeche Mode, Crystal Castles, aquella cosa llamada Salem que nadie recuerda y lo que podríamos considerar ya su propio sonido. Están aquí para quedarse.
A través de uno de los arreglos de cuerda más emotivos que jamás ha compuesto, Björk lamenta en ‘Stonemilker’ la muerte de su matrimonio en una balada que combina imágenes evocadoras con la simplicidad de una letra en la que la islandesa le pide a su amante, sencillamente, que le muestre «respeto emocional». En una carrera cada vez más dura de roer en cuanto a melodías, Björk desmostró en ‘Stonemilker’ que todavía era capaz de emocionar no solo a sus seguidores incondicionales sino también a aquellos quienes creían que ya nunca iban a poder sentirse identificados con sus composiciones.
Después de que The Weeknd lograra un enorme éxito con su canción para ‘50 sombras de Grey‘, además del de su dueto con Ariana Grande, era momento de que fuera Tesfaye el que diera el salto grande con su propio proyecto y ‘Can’t Feel My Face’ era una buena propuesta para lograrlo. Sin renunciar del todo a su sonido oscuro y ambiental, la canción reinventa a un The Weeknd mirando ahora hacia la pista de baile, con resultados más que convincentes. Los coros de fondo tan Michael Jackson que aparecen a mitad de la canción hacen el resto.
De manera improbable, Years & Years se convertían en uno de los artistas más radiados de España este año gracias a este absoluto rompepistas que alternaba con maestría dos de las influencias declaradas del grupo, Major Lazer y sobre todo Hot Chip. Su estribillo histriónico, su icónico vídeo lleno de dobles significados y su letra sobre alguien que te controla demasiado y de quien te quieres deshacer, elevaban el tema a la altura de himno de nuevas y viejas generaciones.
Chrvches han publicado este año el gran rompepistas de su carrera, ‘Clearest Blue’, un tema que encuentra su verdadera cumbre pasados los 2 minutos, cuando, tras un desarrollo de melodías y ritmos en tensión total, el tema explota en una sección instrumental que esencialmente resume la brillante carrera del grupo hasta ahora en su búsqueda de la perfección pop. Para recordar tanto a ‘Just Can’t Get Enough’ de Depeche Mode (que en realidad no recuerda tanto como se ha escrito) les ha salido un himno para los anales.
De la mano de Dev Hynes, inconfundible en la composición y producción de este tema, la canadiense ha logrado ganarnos del todo con este pedazo de balada R&B, de esas que no se olvidan por mucho tiempo que pase. Envuelta en ambientes mágicos, ensoñadores, Carly se ofrece a estar ahí para siempre, a ser nuestro faro cuando estemos perdidos. Porque, sí, nos lo dice a nosotros, sus nuevos fans.
Florence volvía con el single de regreso perfecto. Rabioso, melódicamente extraño en partes y fiel a su estilo heroico que elevan al oyente al limbo, ‘What Kind of Man’ cuenta con un desarrollo escalofriante y ese giro un tanto Muse en sus contundentes guitarras y ritmos, que de alguna manera remiten a la Florence más temprana, la de ‘Kiss with a Fist’, evitando el típico “esto ya lo he escuchado” del que pecan tantos artistas en las siempre complicadas terceras entregas. Decididamente otro ejemplo más de la sublimación del sonido Florence, y una de las mejores canciones de Welch hasta la fecha.
Justin Bieber volvía a acertar por segunda vez consecutiva. El paso ideal después de petarlo con ‘What Do You Mean‘ era este medio tiempo tan deudor de ‘Lean On‘ como de ‘Where Are Ü Now’. ‘Sorry’ tenía todo para convertirse en un éxito con el permiso de Adele, como así ha terminado siendo. Una estructura sencilla, una letra fácil de recordar y un estribillo que se pega fácil. Es una simple canción pop, sin pretensiones, pero excelentemente producida por Blood Diamonds (Madonna) y eso es justo lo que necesita la carrera de Justin y lo que también necesitamos nosotros cada invierno, no sólo en verano.
La verdad es que es muy llamativa la pátina rock late-eighties que le da Claire Boucher a esta canción que presentaba su último disco. Pero sin duda lo que más convence de este ‘Flesh Without Blood’ es que, por encima de matices estilísticos, lo que prevalece es una gran canción, bien rematada, sin cabos sueltos ni chapuzas. Algo que, precisamente, venía lastrando los anteriores álbumes de la artista canadiense y que hacía mirar con un punto de recelo al alabado ‘Visions’. Si era eso lo que la tenía tan insatisfecha con su propio material previo, congratula comprobar que lo ha enmendado.
Basta con leerse un par de entrevistas de Sufjan Stevens tras las publicación de ‘Carrie & Lowell’ para darse cuenta de que, muy probablemente, esta es la canción más personal de todo su disco. La tristeza, la depresión y la incapacidad de Sufjan para llorar a su madre fallecida (debido quizá a su poca relación, o a los escasos recuerdos que guardaba sobre ella), contrastan poderosamente con la segunda mitad de la canción. Mucho más animada y colorista, convierte a ‘Should Have Known Better’ en un tema más poderoso y optimista de lo que parece en un principio, salpicado de multitud de referencias bíblicas y coronado por un momento emocionante («my brother had a daughter, the beauty that she brings, illumination») que pone la guinda a una canción casi perfecta.
‘Lean On’ ha sido un éxito comercial sin precedentes para Major Lazer. Antes de ella, ningún tema suyo había logrado siquiera un top 40 en Estados Unidos y este logró el top 2 en agosto. En España también lo fue pero, de hecho, alcanzó el éxito bastante antes. Hoy, ‘Lean On’ es la canción más reproducida de la historia en Spotify y no hace falta decir que tanto para DJ Snake como para Mø, representa también el trabajo más exitoso de sus carreras. ¿El secreto? Un refrescante sonido electrónico que combina moombathon, trap y dance y una serie de ganchos a cada cual más pegadizos, entre ellos una melodía vocal distorsionada que hace sonar a la danesa como una ardilla alienígena. Rihanna y Nicki Minaj la rechazaron, aunque no la necesitaban para nada. La duda está en si Mø conseguirá quitarse de encima su peso. ‘Kamikaze’, desde luego, no va a ser ya la solución.
Construida en base a un sample de los Persuasions, ‘I Know There’s Gonna Be (Good Times)’ muestra a un Jamie xx explorando nuevas dimensiones en su propuesta de beats house pulidos como una patena y graves profundos, en esta ocasión emparentándose con el joven rapero Young Thug y el nuevo mesías del dancehall, Popcaan, para la creación de un sutil himno veraniego que aúna la modernidad de las hipnóticas a la par que melodiosas producciones del británico con la clásica efectividad de los “grooves” jamaicanos. Una joya y van…
El primer adelanto de ‘Currents’ era una fantasía épica de disco-rock psicodélico que cuenta con un único aunque bien robusto riff de guitarra que entra pasados los seis minutos, durando el tema siete, lo cual nos da una idea de la dirección que ha decidido tomar Kevin Parker en este nuevo lanzamiento. La electrónica, en definitiva, ha conquistado a los australianos y ‘Let It Happen’ es la obra maestra que han hecho con ella, una vorágine pop de ritmos saturados, teclados cósmicos y hermosas melodías vocales (las hay varias y todas son perfectas) que fluye con toda naturalidad hacia una conclusión con vocoders melancólicos y una tímida melodía final que representa esa cumbre, ese momento de sublimidad que confirma al oyente lo imposible, que la canción podía llegar a ser aún mejor.