Las chicas malas ganan: elogio del buenismo en el pop

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Las chicas malas ganan: elogio del buenismo en el pop

mileyTaylor Swift ha lanzado a las fieras el hueso, aún con carne, tendones y sanguinolento, de su venganza contra Kanye West y Kim Kardashian. Se llama ‘Look What You Made Me Do’ y contiene toda la inquina y malicia que requería la afrenta por el hecho de que aquella pareja la desacreditara públicamente, haciéndola quedar como una mentirosa tras su rechazo a ser citada en ‘Famous’. Quizá hubiera bastado con esperar a que el tiempo pusiera a cada uno en su sitio, pero ella no. Ella ha elegido contraatacar, porque, dice, está harta de ser la chica buena que se lo calla todo. Para mayor cinismo, Taylor se retrata a sí misma –como bien apunta la youtuber Ter– como una víctima, una muchacha inocente que, atacada por aquellos monstruos, les planta cara. Pero son ellos los que la han hecho hacer esto. Ella sigue siendo cándida y pura, ¿verdad?

Es evidente que el salseo, el beef, le da sabor al pop masivo y este está haciendo dar brincos de alborozo al público de todo el mundo. Lo cual se traduce en visitas en Youtube a su –por otra parte, estupendo– vídeo, más unas ventas y unas cifras de streaming que, más que probablemente, la llevarán a desbancar a la ya odiada ‘Despacito’ del número 1 en USA. Doble bingo. Taylor ha hilvanado esta estratagema para sacar rédito comercial –lo artístico ya parece lo de menos– de ello, que es posiblemente lo que más daño hará a sus rivales.

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Taylor probablemente ha sufrido, no se puede negar, pero lo que no puede hacernos creer es que, en el fondo, es buena –si es que lo fue alguna vez– y que ella no quería matar a la vieja Taylor, sino que han sido ellos. Una operación tan bien hilvanada, servida en frío, tan repleta de cinismo y maldad, no es propio de una chica buena sino de la Reina de las Malas, la mean girl suprema, corrompida por su poder. Porque Taylor, antes de esto, ¿no hundiste la cara de Katy Perry –y, de paso, a la sororidad– en el fango con ‘Bad Blood’? ¿No revelaste, en contra de lo que habías pedido, que tú escribiste bajo pseudónimo ‘This Is What You Came For’ para desacreditar a tu ex-novio Calvin Harris? ¿No has manejado los tempos de tus movimientos en la industria para que ‘Witness’ fuera ninguneado, pese a que quizá solo había que dejar que Katy, como Kanye y Kim, lo arruinara todo ella solita?

Curiosamente, este lanzamiento coincide en el tiempo con una transformación totalmente opuesta de otras chicas del pop: Kesha, ha abrazado sus influencias primarias –soul, country, blues, rock y psicodelia– en ‘Rainbow’, con resultados notables. Y tan importante como ese giro musical es el lírico, en el que –no sin cierta obviedad– no teme mostrar su fragilidad y hablar de lo duro que ha sido su travesía del desierto en forma de juicio contra Dr. Luke. De manera análoga, Miley Cyrus también recupera un estilo más tradicional del que salió huyendo, traumatizada por ser Hannah Montana, rebelándose con el sexo, las drogas y el hip hop como arma de provocación.

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Kesha lidió con un trastorno alimentario, del que tuvo que salir con terapia y que le provocó además una profunda depresión; por no hablar de la aún supuestos acoso sexual y laboral al que le sometió su mentor, Dr. Luke. Su respuesta ante eso, en la explícita ‘Praying’: “Trajiste el fuego y me hiciste pasar un infierno / Tuve que aprender a luchar por mí misma / Ambos sabemos las verdades que podría contar / [pero] todo lo que diré es adiós; Espero que estés en algún lugar rezando / Espero que tu alma esté cambiando / Espero que encuentres paz / Poniéndote de rodillas, rezando”. La venganza de Kesha es mostrarse compasiva ante el supuesto responsable de su tormento, contarle a todo el mundo que ella quiere olvidarle y que su mayor castigo será saber siempre que lo que le hizo a Kesha fue horrible. Una lección de valentía y fortaleza que es todo un ejemplo.

Miley, por su parte, quedó privada de su infancia al convertirse en una estrella televisiva y musical muy precoz, una imagen de la que huyó con urgencia en cuanto fue mayor de edad. Dejó a Liam Hensworth, su chico de entonces, y se transformó en una joven que esgrimía su sexualidad como una bandera, confesaba su bisexualidad y abanderaba el libre consumo de marihuana. Una transformación –muy divertida, de eso no cabe duda– que la enriqueció tanto como la aisló de la persona que era antes. Miley volvió con Liam –a él está dedicada ‘Malibu’, como lo estuvo ‘Wrecking Ball’– y decidió reconciliarse con la niña que, en realidad, nunca llegó a ser. A eso dedica ‘Younger Now’, su nuevo single que además titula su nuevo disco: “Siento como si acabara de despertar / Como si todo este tiempo hubiera estado dormida / Incluso aunque ya no sea esa persona / No tengo miedo de quien solía ser; Nadie permanece igual / Sabes que lo que sube tiene que bajar / El cambio es algo con lo que debes contar / Me siento mucho más joven ahora”. Cyrus hace las paces con Hannah Montana y, sin rencor, intenta recuperar a la Miley que era antes de aquello, mientras que además ofrece en su vídeo un mensaje de respeto e inclusión para la senectud.

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Aunque el propósito del pop debe ser la diversión, un escaparate de luces brillantes ante el que embobarse para trasladarse a un mundo paralelo, hay que pensar que hay algunos jóvenes para los que supone mucho más, como lo supuso para muchos que en su día quedamos fascinados con Bowie, Michael Jackson, Madonna o Depeche Mode. Para muchos, aún en crecimiento personal, es un espejo en el que mirarse, una inspiración para su vida que, en ciertos momentos, es tomado de manera demasiado literal. Por eso, el abrumador éxito de un mensaje como el de Taylor, de perversa venganza, rencor y manipulación cocinada a fuego lento resulta preocupante. Porque sí, puede ser divertido, pero también una pésima influencia para quien necesita referentes y aún no tiene el suficiente bagaje personal o espíritu crítico para discernir qué es, con perdón, literatura.

En cambio, los mensajes buenistas de Kesha y Miley, mucho más enriquecedores y positivos, están pasando de puntillas entre el fandom pop –de no contar con sus maquinarias de promoción, ¿hubiésemos sabido de su existencia siquiera?–. Incluso son despreciados porque, además, llegan en un envoltorio musical muy cuidado, que parece que resulta reaccionario para quien prefiere el pop como algo “guarro”, de consumo despreocupado. Personalmente me parece preocupante, desde un punto de vista social, que ‘Look What You Made Me Do’ sea un éxito. Es un nuevo triunfo de las chicas malas, algo a lo que estamos demasiado acostumbrados y sin duda un signo de que los tiempos no están cambiando tanto como parece. Ojalá que el buenismo de sus compañeras hubiera dado con la tecla para molar más y llegar a quien más lo necesita: el público más joven. Sería un símbolo de esperanza.

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