Hace unas horas, la consagrada músico y cada vez más valorada actriz –acaba de protagonizar la segunda temporada de ‘Homecoming’ y en breve estrena ‘Antebellum’, ambas como protagonista– Janelle Monáe ha publicado una serie de tuits en los que plantea un debate que no termina de cerrarse: ¿ha llegado el momento de acabar con la misoginia en la música? En su primer mensaje, la autora de ‘Dirty Computer‘ alude primero al rap, pero también habla en general de música: «La verdad es que ya solo quiero escuchar mujeres rapeando. La cantidad de misoginia de la mayor parte de hombres en el rap y la música es exasperante. Tenemos que abolir esa mierda también», dice en clara referencia a las manifestaciones contra el racismo que sacuden desde hace más de un mes la sociedad estadounidense.
Más tarde llama a quemar el sistema patriarcal que «ha abusado de las mujeres (y de las mujeres negras en particular) desde hace demasiado tiempo». «O echas gasolina o te quemas con ellos», dice gráficamente, pidiendo la implicación de los propios creadores: «no podéis esperar que las mujeres vengamos a señalar cada «puta», «zorra» o actos violentos hacia las mujeres que han influido en el rap y el rock en la historia de la música. «La misoginia», prosigue, «NUNCA ha estado bien sino que se ha normalizado. Las mujeres no crearon la misoginia, lo hicisteis vosotros. ASÍ QUE TOMÁOS LA MOLESTIA DE ABOLIRLA», apunta a sus compañeros de profesión masculinos. «No nos hagáis creer que os importó alguna vez. Si hubiera sido así, ya lo habríais ABOLIDO. Tuvisteis tiempo», dice también antes de reconocer que el trabajo muchos de sus héroes musicales y compañeros es «problemático». «Incluso yo podría ser una heroína problemática para alguien», asevera cerrando el hilo.
Lo cierto es que este debate es acuciante en el rap. En un mundo post-#MeToo, aunque se han hecho avances por parte de algunos artistas –léanse Kendrick Lamar, Childish Gambino, Tyler, the Creator, Lil Nas X…–, lo cierto es que buena parte de los nombres –muchos muy jóvenes, cuando no debutantes– del hip hop que triunfan en Estados Unidos y que amplifican su mensaje a todo el mundo –léanse DaBaby, Roddy Rich, Gunna…– siguen enarbolando un mensaje de superioridad, cuando no de violencia, hacia las mujeres. Sin ir más lejos, el reciente número 1 en el país norteamericano 6ix9ine publicaba hace unas horas un single llamado ‘Yaya‘ en el que canta líneas como «tráeme bebida, no quiero agua» entre chicas en bikini bañadas en leche. Y no, esto no va de que Bad Bunny cante «Tú ere’ mi Lady Gaga, yo tu Bradley Cooper / Ella se lo traga, y me lo escupe». Esto no va de prácticas sexuales explícitas, siempre que sean consentidas. Una cosa es rechazar un abuso machista, y otra muy diferente la mojigatería.
Este debate viene de largo y no afecta únicamente al rap. En nuestro país, por ejemplo, se ha señalado a artistas de la trayectoria de Joaquín Sabina y Loquillo con canciones de contenido degradante para la mujer. También lo fue C. Tangana hace un año, cuando se cancelaron dos conciertos suyos en Bilbao a causa de sus letras consideradas machistas. El que suscribe estas líneas apelaba en ambos casos a la educación. Pensaba, y pienso, que es necesario formar personas que sepan dirimir que la expresión lírica y musical no debe ser necesariamente trasladada ni validada en la vida, no intervenir ni vetar la creación artística. Sin embargo, perdida la batalla de la formación –la educación hace décadas que es empleada, y no solo en España, como un arma política de la que apoderarse, más que una fuente de riqueza social y prosperidad común–, ese discurso sea insuficiente, como apunta Monáe.
Del mismo modo que sucede en la industria del porno, a la que se reclama que se extirpen comportamientos de intimidación y violencia para evitar que sean normalizados por chavales que acceden a ella de una manera fácil y directa (justo como sucede con la música), quizá sea el momento de pedir un cambio a los creadores. Que asuman que sus obras deben tener en cuenta que pueden llegar a personas que no necesariamente (y esto no solo afecta a los más jóvenes, ni mucho menos; más bien al contrario) sepan separar entre arte y realidad y que pueden servir de ejemplo para ellos y ellas. Volviendo a C. Tangana –y dando carrete a los que piensan que aquí El Madrileño es poco menos que intocable–, algo debió (como reconoce) removerse en él tras ese incidente vivido el verano pasado: en su último éxito ‘Nunca estoy‘, canta en la voz de una mujer –aparentemente, la de su propia pareja– que le reprocha su comportamiento, interiorizando así las críticas de ella hacia él. Puede ser un paso pequeño, pero es un paso.