“Ser innovador es decir lo que todo el mundo cree que es imposible. Ser innovador a menudo significa ser criticado». Beyoncé, quien pronunció estas palabras hace unos meses, nada menos que acompañada de Stevie Wonder, sabe lo que es innovar, pues ella fue de las primeras artistas de pop mainstream que apostaron por el formato de álbum visual, con su disco ‘B’Day’ (2006). Por supuesto, el lanzamiento sorpresa de su disco de 2013, ‘Beyoncé‘, impactó al mundo, influyendo futuros lanzamientos. En su discurso, Knowles instaba a las discográficas a arriesgar y a no dejarse llevar por prejuicios. Tiene razón.
Pero que Knowles es una artista innovadora se nos ha olvidado un poco escuchando ‘Texas Hold ‘Em’, su reciente hit, una propuesta de country bastante conservadora, con menos chicha que lo que encontramos después en ‘Cowboy Carter‘. Knowles no es la única artista pop que ha arriesgado poco este año. Escuchando los discos de Sabrina Carpenter o los singles de Katy Perry da la sensación de que les sobran los recursos, pero no las ideas.
¿Ha perdido el pop el interés por innovar? Sí y no. La innovación sigue sucediendo más allá de lo que el mainstream ofrece. En el underground siguen pasando cosas. De ahí venía -cabe recordar- Rosalía con ‘El mal querer‘ (2018). A nadie se le había ocurrido mezclar Joselito y electrónica hasta que llegaron C. Tangana y Alizzz. La propuesta de Sen Senra es una de las más refrescantes del pop actual, nacional o internacional: como mínimo, ‘No quiero ser un cantante’ mereció ser número 1 en España.
Sin embargo, tengo la sensación de que en el mercado ya no hay cabida -o no tanta- para ese pop arriesgado, vanguardista, producido en su mayor nivel de innovación, que se estilaba hace una década. Me refiero sobre todo al pop ultramoderno de Robyn o al Bon Iver de ‘22, a Million‘ (2016). ¿Alguien se acuerda del Prismizer? Aquel que siga viviendo en 2017, supongo. El instrumento, una evolución del vocoder, tuvo su momento, pero fue pasajero. Mientras, Frank Ocean pasa sus horas en el gimnasio, retrasando lo máximo posible una visita al estudio de grabación. Dua Lipa imaginó la «nostalgia del futuro»; supongo que ese futuro ya ha pasado porque su último trabajo, muy visionario no es.
Al sueco Khlas Åhlund hay que agradecer haber dado un lustre extremo, en las últimas décadas, a las discografías de Robyn o Britney Spears. Ambas compartían créditos en ‘Piece of Me’, un ejemplo de pop vanguardista como pocos. En ese tipo de pop cyborg que fusiona humano y máquina, los productores se ponen las botas. Ahora menos que antes. ¿Dónde está el nuevo ‘Fembot’? De Spears, ‘How I Roll‘ ha pasado a la historia -más o menos- por adelantarse unos años al fenómeno PC Music. No lo digo yo, es que A.G. Cook cita ‘Femme Fatale’ (2011) entre los discos que le han influido. ‘Body Talk‘ (2010) sigue sonando a progreso 14 años después, pero me falta escuchar en 2024 un disco que suene, no sé, a 2070. Y que no lo hiciera ya Madonna hace 20 años, claro.
Decía Rosalía que, cuando escuchó ‘Yeezus‘ de Kanye West por primera vez, no le gustó, pero que con el tiempo se dio cuenta de que la innovación que ese disco ofrecía, le incomodaba. Después se convirtió en uno de los discos de su vida. Echo de menos que el pop incomode, que ralle el cerebro: esa sensación de escuchar ‘I’m So Stupid’ y no saber si tirar el reproductor de música por la ventana, o tirarte tú. ‘Motomami‘ también hacía cosquillas proponiendo un sonido minimalista y seco. Björk últimamente ha traído el gabber a la palestra, influyendo a la propia Rosalía, pero en ‘Fossora‘ (2022) no se ha comprometido tanto con ese sonido. Parece que ya ni con Björk podemos contar. Últimamente, con Grimes, tampoco.
No quiero dar la razón a Mark Fisher en aquello de que el pop ha dejado de progresar. Quizá si el escritor británico, fallecido en 2017, pudiera escuchar toda la discografía de FKA twigs, Billie Eilish o Kendrick Lamar, cambiaría de opinión. Claro que, 5 años después de ‘Magdalene‘ y «When We All Fall Asleep«, plantado en 2024, se vería en las mismas. Consuela que no hay que recurrir a ‘Arular’ (2005) de M.I.A., a ‘Blackout’ (2007) de Spears o, peor aún, a ‘Homogenic’ (1997) de Björk, que tiene casi 30 años, para concluir que el pop sigue avanzando. ¿Pero qué artista reciente ha sorprendido con un disco igual de fresco y revolucionario que estos? ¿Qué ha sido lo último, PinkPantheress escribiendo canciones de 15 segundos? ¿Tirando de UK Garage? ¿De verdad Kanye West tiene que recurrir a samplear una canción de Portishead de 2008 para sonar interesante?
El hyperpop es probablemente la última gran innovación que el pop ha conocido. Aunque el estilo de PC Music parte de un sonido fácil de ubicar en el pop hecho en Japón durante los años 2000, desde 2015 se ha diferenciado por su componente irónico y por su extremadamente elevado nivel de producción. Es evidente en la discografía de SOPHIE y en el hostiazo sónico de ‘Vroom Vroom’ de Charli xcx. Irónicamente, Charli, el mayor icono del hyperpop, ha sacado el disco del año renunciando por completo al elemento impactante, al «shock value» del hyperpop original. ‘brat‘ es un excelente disco, pero no es pop en el «estado de arte» como lo era ‘Overpowered‘ de Róisín Murphy (2007), ni pretende serlo. ‘brat’ excava en el underground, viaja en el tiempo hacia atrás, no hacia adelante. Es Charli volviendo al inicio.
Quizá el progreso está donde menos lo esperas. Kanye West puede haber perdido la chispa de antaño, pero todavía es capaz de generar debate: ¿era ‘Donda‘ (2021) un disco inacabado, o innovador en su renuncia de los beats, como disco de hip-hop? Me decanto por lo primero. El R&B, en especial, es un terreno fértil para la innovación. Algunas de las producciones más desconocidas de Janet Jackson (‘Love 2 Love’) o Mariah Carey (‘The Impossible’) ofrecían un sonido bastante extremo en lo suyo, sonando además igual de caras que sus mansiones. Brandy es una pionera a la que últimamente han reivindicado Ariana Grande o Solange. Hoy tenemos a Kelela pero no diría que es la nueva Aaliyah, exactamente. Como mínimo, le faltan los hits. ¿Dónde está el nuevo Timbaland? ¿O es que a Bangladesh ya le hemos perdido para siempre? ¿’A Milli’ de Lil Wayne será para siempre su obra maestra? Su producción para Rihanna, ‘Cockiness (Love It)‘, era una locura. ¡Más de esto, por favor!
El error -como siempre- es fijarse solamente en el pop anglosajón. De hecho, como demuestran Rosalía, C. Tangana, Sen Senra o, últimamente, Ralphie Choo, el pop español ha sabido ir hacia adelante, mientras el de Estados Unidos ha optado por hacer lo contrario. En Francia hay que reivindicar que el último álbum de Yelle sabía a futuro: la balada ‘Je t’aime encore‘ es la más fina de su carrera. Y, últimamente, las listas comerciales se han renovado asimilando ritmos de otros lugares, especialmente de África, como el amapiano o el afrobeat. Hablando de Beyoncé, en ‘RENAISSANCE‘ había hasta qgom. ¿Por qué este sonido no se ha infiltrado en las listas de éxitos? Rema o Tyla son estupendos, pero lo de ‘Alien Superstar‘ es el siguiente nivel. En las calles de Tanzania los ritmos del singeli pueden anticipar lo que se avecina, si el pop está abierto a ello.
El disco de Sabrina Carpenter está muy bien, pero algo se tiene que poder decir sobre el enfoque conservador de su producción. De su propuesta, en general. Las canciones, muy monas, gracias, pero a Jack Antonoff se le han agotado las ideas; se las ha dado todas a Lana Del Rey y, después, las ha reciclado. Alguien en X ha comparado ‘Short n’ Sweet’ con el nuevo de Magdalena Bay con bastante razón: viene a decir que el de Carpenter se lleva las mejores notas y sobre todo las ventas, ofreciendo bastantes menos ideas que ese ‘Imaginal Disk’ de producción espectacular que, sin embargo, solo escucharán cuatro gatos. En los márgenes está la esperanza. Es cuestión de saber buscarla.