Una pandemia dentro de esta pandemia de coronavirus está siendo la intoxicación de la sociedad, el intento de desestabilizar (más) la política con bulos y con mensajes radicales, alentados por algunos dirigentes y expandidos por ejércitos de bots, o de “humanos” que trabajan en las llamadas granjas de trolls. La mente de Steve Bannon está detrás de esta exitosa estrategia de la ultraderecha (llevó al poder a Trump y Bolsonaro, e impulsó aquí a VOX) y es toda una máquina de producir ruido usando especialmente las “fake news”, término al que -perdonadme por tanto anglicismo- estamos ya más que acostumbrados. Pero no lo estamos tanto a escuchar “fake streams” o “fake artists”, aunque la pregunta es inevitable: si se puede engañar a golpe de talonario en algo a priori más complicado como son las noticias, ¿también se pueden hacer ese tipo de “trucos” en la música? La respuesta es obvia. Ya conocíamos el caso de La Rueda de la SGAE –o incluso el escándalo de las entradas de cine– pero hay una práctica no tan conocida y que lleva también el apellido “fake”: hace tiempo que se viene hablando en el mundillo de «fake streams» (se comenta que, previo pago y bots mediante, puedes disparar las escuchas de algunas canciones). Y, dando un paso más allá, ahora también conocemos la (no) existencia de «fake artists». Y no, no nos referimos a cuando nos la cuelan subiendo a Spotify “el nuevo álbum de Rihanna” que en realidad es un podcast de remixes. Nos referimos a gente como Jan Thiel. ¿Que quién es Jan Thiel? Pues eso mismo parece que se preguntó Zola Jesus en una serie de tuits.
Jan Thiel era una de tantas “personas” que sumaban millones de escuchas en Spotify gracias a su presencia en las típicas playlists “relax”, “chill”, “estudiar”, etcétera, que ofrece la propia plataforma a sus usuarios. La cosa es que esas millones de escuchas no se traducían en presencia en redes sociales, ni en bolos, ni en su casa a la hora de comer. ¿Existían esas personas? Hace años, Spotify negó categóricamente a Billboard cualquier actividad fraudulenta y, contactados por JENESAISPOP para este reportaje, han preferido no hacer declaraciones. En cualquier caso, las quejas han persistido, desde sellos pequeños a las mismísimas multinacionales. De hecho, en un reportaje de Rolling Stone se apunta incluso a que las propias multis se han dejado de quejar porque han adoptado la estrategia “si no puedes con tu enemigo, únete a él” para crear sus propios fake artists. Zola Jesus borró los tuits referentes a los “fake artists”, como también borró aquellos que dedicó a Grimes (Zola eres tú cuando te despiertas y te das cuenta en plena resaca de que le escribiste a tu ex). El caso es que esa acusación de Zola nos hizo ver que algunos medios, como hemos explicado, ya se habían hecho del tema. Y, sobre todo, nos hizo querer saber qué opinaban nuestros propios artistas, y nuestros propios sellos.
Buenatarde: “No hay que quejarse de que otros se lleven el dinero, ¡hay que quejarse de que no se te hubiese ocurrido a ti antes!”
Y lo cierto es que en general los artistas son bastante críticos… aunque hay voces a contracorriente. “¿Es moral que un sello grande cree este tipo de falsos perfiles que acaban colándose en grandes playlists para generar streams? Pues no, pero tampoco es moral otras de tantas cosas que hacen. ¿Es moral la figura del “ghostwriter” o que plasme mi nombre en los créditos de un megahit sin haber hecho nada? Tampoco, pero es una práctica común” nos cuenta Mané López de Buenatarde, “no hay que quejarse de que otros se lleven el dinero, ¡hay que quejarse de que no se te hubiese ocurrido a ti antes!”. Los fake streams también salen a la palestra: “el dinero de un artista llega por los directos, no por el streaming. ¿De qué me sirve acumular millones de escuchas en Indonesia si doy un concierto en Madrid y vienen 20 personas? La pérdida de dinero viene, si acaso, por una mala gestión por parte del artista”. En esto último coincide Damien, que tras su paso por Operación Triunfo ha tomado un interesante camino como artista independiente con la publicación de sencillos como el reciente ‘Pa qué quiero más’, “es como los que se compran seguidores en redes para que marcas les escriban, para firmar con alguien que se fije en ellos, etcétera. Pero si realmente no tienes seguidores… ¿te va a servir para llenar una sala de conciertos?”. Para el intérprete de ‘Push It on Me’, la compra de escuchas no es rentable para los artistas que están empezando, pero es que además les perjudica indirectamente: “sacas canción, la pones por tus redes, intentas hacer todas las entrevistas y promo que puedes… pero aún así va a ser difícil competir con quien ha metido mucho dinero para que te salga en cuanto entres en Spotify. (…) Vivimos en un mundo en que los likes son muy valorables aunque no sean de verdad, y si algo tiene muchas reproducciones, hay gente que va a pensar que es mejor que otro que tiene menos”.
“Las plataformas de streaming tienen que existir para que ganemos algo de dinero: para Monterrosa 400 euros es mucho dinero con el que poder pagar a nuestras músicas”
En cualquier caso, Damien cuenta que su experiencia en Spotify ha sido buena, como la de Rocío Saiz de Monterrosa: “ha sido súper positiva, nos han atendido siempre genial, y a mí como usuaria me encanta la herramienta. No tenía ni idea de este tema, y evidentemente si hay alguna gestión en la que no se esté de acuerdo, entiendo que se puede hablar y llegar a un acuerdo. Pero, en lo que a nosotras respecta, no ha habido problema”. Saiz de hecho defiende la importancia de estas plataformas para el futuro de los artistas: “tienen que existir para que ganemos algo de dinero: para Monterrosa 400 euros es mucho dinero con el que poder pagar a nuestras músicas. Y esperamos que las plataformas cada vez generen más beneficios, porque cada vez es más difícil tocar en festivales y en cualquier sitio… y con ello, asumir los gastos que suponen sacar un disco. No se puede vivir solo de los festivales”. Zeddira, cuyo bedroom pop acumula cada vez más seguidores, nos cuenta que desconocía este asunto, y que ve la música como un lugar en que todos los artistas tienen su sitio, “pero a veces el público se satura de tanta nueva oferta musical, y estos fake artists no harían más que inflarla, quitando la atención a otros artistas menos conocidos y fuera del alcance del público”.
Cariño: “Creemos que se puede hacer una estrategia basada en creatividad y salirse de la promo habitual para ampliar tu público y tus escuchas, pero no prácticas ilegítimas”
Lola Indigo nos confiesa que tampoco había escuchado hablar sobre este tema, “y prefiero no meterme en un berenjenal si no lo conozco bien”. También ha pillado por sorpresa a las Cariño, que no habían oído nada al respecto: “pero cualquier práctica ilegal nos parece mal, siempre salen perdiendo especialmente los artistas pequeños, que son la mayoría”, nos dice María, “nosotras creemos que se puede hacer una estrategia basada en creatividad y salirse de la promo habitual para ampliar tu público y tus escuchas, pero no prácticas ilegítimas”. En cambio, Sergio Acosta de Los Vinagres sí había escuchado algo: “cuando salió el tema este, analizaron como 50 perfiles “sospechosos”, y salieron tanto artistas famosos que subían sus canciones con un pseudónimo, como productores que no son famosos pero que sí atendían una demanda de Spotify y, por último, esos perfiles extraños que nunca se supo qué eran. En el caso de los productores, entiendo que es otro modelo de negocio distinto al mío: los algoritmos demandaban canciones tipo relax para trabajar, porque estas playlists acumulan millones de visitas, siendo algo que diferencia a Spotify de otras plataformas”. Para Acosta, “ni Spotify es el gran malo de la película ni todo es de color de rosa, es una mezcla de ambos. Es decir, no creo que sea todo limpio lo que se ve en Spotify ni que Spotify no se esté beneficiando, pero tampoco creo que todos esos perfiles sospechosos sean falsos, muchos son de productores que están haciendo ese modelo de negocio nuevo, que a mí no me perjudica.”
Javiera Mena: “Me parece una mala práctica que ojalá se pueda transparentar”
Más críticos son nuestros tres últimos invitados. “Cuando decido que mi música esté en Spotify o plataformas así, no lo hago para monetizar mi trabajo a través de ellas, sino para acercar mi propuesta a más personas y poder generar más interés. ¿Nos sorprende que las grandes discográficas se inventen supuestos artistas y usen las grietas de Spotify para seguir monopolizando ingresos?”, nos dice Juan Diego, del proyecto folclórico Isabel Do Diego. “Quizás el futuro pase por una distopía de la industria musical que solo exista en vivo; no editar nueva música e ir directamente al directo, como le leí a Geoff Barrow. Pero en ese hipotético caso: ¿quién puede optar por esa vía? ¿Quién tiene un público amplio como para hacer algo así?”, se pregunta. “A mí me parece súper rescatable que Zola Jesus lo denuncie. Es similar a lo que sucedió con La Rueda, son prácticas que seguro se hacen todo el tiempo y uno no se da cuenta”, nos comenta Javiera Mena: “obviamente nos perjudica a los artistas: recibimos menos beneficios de Spotify, que ya de por sí no son tantos, y más cuando de la torta que se reparte, una porción va a estos artistas generados por ellos mismos. Me parece una mala práctica que ojalá se pueda transparentar”. Marco de El Buen Hijo también lo tiene claro: “que suceda es una clara muestra de lo competitiva que es la industria. Y claro que nos afecta a sellos y artistas, por ejemplo a la hora del reparto de los royalties. Estos promotores se están llevando una parte de esos royalties gracias a falsos streams que en realidad nos corresponderían al resto. Entiendo que a las grandes compañías les mosquee bastante más que a mí, pero el hecho de no recibir algo que te pertenece no deja de ser injusto.”
Music Bus Records: “Tengo que recordar que la Unión Europea les denunció por competencia desleal y las multis “renunciaron” a las acciones de Spotify, pero siguen teniendo tratos especiales”
¿Y qué opinan los sellos? Hemos contactado sin éxito con varias multis, pero sí han querido mojarse sellos más independientes. “Había oído algo al respecto pero nunca le dediqué especial atención. La verdad es que sabiendo el nivel de escuchas que tiene un sello como el nuestro, no creo que nos represente una pérdida mínimamente reseñable. Igual me preocuparía más si pudiera cuantificar ese perjuicio con cifras reales. Sea como fuere, a los que se montan movidas para conseguir más escuchas y ganar más de forma fraudulenta solo puedo desearles que tarde o temprano los cacen y les desmonten el chiringuito. Y si les meten un buen puro, mejor”, nos dice Joan Casulleras de El Genio Equivocado (Algora, Hazte Lapón, Flamaradas). Carme Tasias, de Music Bus Records (Mendetz, Verkeren, Dolo, Marina Jade), también había oído hablar del tema, y nos comenta que cuando se creó Spotify los sellos independientes lo vieron como una oportunidad para que creaciones que se salían de lo mainstream llegasen a más gente: “pero esa alegría duró poco, las multis se asociaron con la plataforma y los acuerdos irrisorios por el tema autores solo beneficiaban a aquellos más exitosos, y esto les compensaba para los que no lo eran tanto. Tengo que recordar que la Unión Europea les denunció por competencia desleal y las multis “renunciaron” a las acciones de Spotify, pero siguen teniendo tratos especiales”, nos cuenta. “No es que raje de las multis, pero sí del modelo de negocio de Spotify: si te fijas, en las playlits están casi todos los lanzamientos de las multis, pero las independientes tenemos que presentarlo y Spotify decide si lo ponen o no. La mayoría de las veces es “NO”, y en muchas ocasiones creo que ni se lo escuchan”. “Es muy doloroso”, nos dicen desde el sevillano Purple Moon Records (Vera Fauna, Manola), quienes están de acuerdo con Tasias: “las plataformas, que venían a democratizar la música, a hacer la industria accesible para los artistas y sellos independientes, están introduciendo comportamientos dignos de Jesús Gil y delante de nuestras narices. No se esconden.”
El Tragaluz: “Con esta práctica ponen otro ramo de flores en el funeral de los compositores y creadores humanos y genuinos”
David Aguado de El Tragaluz (Vicente Navarro, Karmento) cuenta que es la primera vez que escucha hablar de esto, “pero no me sorprende para nada. Obviamente esto perjudica a los sellos independientes, las playlists editoriales de Spotify se han convertido en una especie de mafia que rara vez tiene en cuenta criterios artísticos y esto es una muestra más. Los fake artists están ocupando un espacio que a nosotros nos cuesta mucho conseguir y generando millones de beneficios con una inversión mínima.” Aguado coincide con la metáfora de la tarta que usaba Javiera Mena: “el pedazo de tarta en el reparto de beneficios se hace aún más pequeño y los artistas de sellos independientes, como siempre, son los más perjudicados”. “En una reunión de AEDEM los chicos de BMAT nos explicaron hace dos años sobre esto (…) se está haciendo trampa en el sistema, y es poco probable que las plataformas no lo sepan. Un código deontológico al respecto es necesario, porque con esta práctica ponen otro ramo de flores en el funeral de los compositores y creadores humanos y genuinos. Los sellos humildes como nosotros, que invertimos en 2-5 lanzamientos al año, si no recuperamos dinero es imposible que mantengamos la actividad y salgan nuevos proyectos”, asegura Tonny Serrano de SonBuenos (Nunatak, AA Mama). Serrano apuesta por “curadores de playlist humanos, como si fueran DJs de los 70” frente a los algoritmos recomendadores. “Porque los algoritmos tienen un peligro: todo lo que proponen te gustará en cierta manera, sí, pero será como comer todos los días tu plato favorito. ¿Todos los días macarrones? Dejarás de descubrir sonidos, tendencias, ritmos, etc, y se te quedará un oído en blanco y negro, pobre de recursos. Terminarás comiendo macarrones sintéticos, y olvidarás a qué sabían de verdad. Y ojo al 5G, que nos va a hacer más algorítmicos el día a día”.