Con todo lo que gustan, divierten, se pegan muchas de las nuevas canciones de Bad Bunny, lo mejor del éxito de ‘YHLQMDLG’ es la supervivencia del álbum en la llegada de la nueva década de los 20. Hace unos años parecía que el formato estaba en el lecho de muerte, con varios artistas de música urbana hablando de él con cierto desprecio, y sin duda ‘Vibras’, ‘X100 Pre’, ‘Oasis’ y en España ‘Ídolo’ y muy obviamente ‘El mal querer’ lo han resucitado. Bad Bunny sabe perfectamente cómo sacarle partido, cómo conseguir que el todo sea más que la suma de las partes. Algunas canciones contienen un guiño a la que se ha situado justo antes en la secuencia («soltera» es una palabra clave en ‘Yo perreo sola’ y luego en ‘Bichiyal’, por ejemplo), ‘YHLQMDLG’ es una frase recurrente para el artista y sus invitados y el desenlace no podía estar mejor armado: la llegada de la batería y las guitarras eléctricas a ‘Hablamos mañana’ es uno de los grandes momentos, después de que sus flautas nos hubieran embelesado. Huele a final de álbum, pero el tema va de hecho unido a la que será la última pista, una despedida en la que Benito aprovecha para agradecer a sus fans, para reafirmar que es el mejor y para asegurar que sus mejores canciones no han llegado. Es difícil creerlo, pues ‘YHLQMDLG’ es el típico álbum de un artista pop en sus primeros años de vida, con toda la frescura y el estado de gracia que suele conllevar.
Más que como un gran DJ y un productor de electrónica, que también, ‘Our Love‘ confirmó a Caribou como un amor. Valga la redundancia. Una persona sensible que sin renunciar a llenapistas como habían sido ‘Odessa’ y ‘Sun’ (y ‘Can’t Do Without You’ continúa siendo un himno fundamental en la historia de la década pasada), se preocupa por el valor de las cosas que le rodean. La muerte, la causa LGTB+ o el amor en la tercera edad eran algunos de los temas que rondaban aquel álbum, el mejor de 2014, y del que por tanto han pasado ya hasta 6 años. ‘Suddenly’, que debe su título a la rapidez con que pueden cambiar las cosas en la vida, es otro disco igualmente adorable, que se ha enriquecido con las experiencias de Dan Snaith durante todo este tiempo: un divorcio en la familia, la muerte de nuevo acechando a algunos de sus miembros, el nacimiento de una de sus hijas en la parte trasera de un coche, el Brexit, lo tóxico que es Reino Unido como lugar de residencia… Sobre todo despuntan dos temas: la muerte y algo que podríamos considerar «feminismo», o la importancia de la figura femenina en la vida del artista y en la sociedad. A veces celestial, a veces envolvente, a veces eufórico, lo seguro es que Snaith no puede ofrecer a cambio mejor regazo musical.
Lo de Charli XCX empieza a ser casi un insulto. Mientras otros artistas no saben qué hacer con su maravilloso CD perpetrado durante varios años, ella aprovecha la crisis del coronavirus y el confinamiento para sacarse de la manga otro disco, cuando apenas han pasado 9 meses desde el que parecía su largo definitivo, el que por algo decidió llamar ‘Charli‘ a secas. O deberíamos decir discazo. ‘how i’m feeling now’ no ofrece grandes novedades respecto a sus últimos pasos. Estaría bueno, en unas pocas semanas. Lo que escuchamos aquí sigue siendo fiel al sonido PC Music, y de hecho A. G. Cook es el productor de más o menos la mitad del álbum, sumando las clásicas melodías de Charli XCX, más propias del synth-pop, el R&B o las girl-bands. Junto a otros productores, ofrece un álbum breve y adictivo como lo fue ‘Pop 2.0’ en el que a los 4 singles adelantados podrían sumarse ‘detonate’ o ‘anthems’. Este es, ni más ni menos, que el himno costumbrista definitivo sobre la cuarentena: un grito «quiero salir» para todos aquellos que echan de menos el clubbing. Solo ella podía hacer sonar frases como «estoy tan aburrida», «me he levantado tarde, como cereales», «intento lo mejor que puedo estar en forma», «me pierdo en un programa de la tele» y «mis amigos son invisibles, los echo de menos todo el rato» como una verdadera fiesta.
Más nostálgico que futurista, más retro que visionario, más dado a la imitación que a la transgresión, pero a la vez rabiosamente contemporáneo, ‘Future Nostalgia’ sí transforma a Dua en toda una «disco diva», trabajo para el que resulta poseer una voz perfecta, con una presencia imponente. Ya había allanado el terreno con ‘One Kiss’ y ‘Electricity’, pero se ha superado con una ‘Don’t Start Now’ histórica, una de esas canciones solo al alcance de las grandes estrellas. Su recuperación del sonido «Studio 54» reconfigurado por la maquinaria del pop ultra-preciso actual es apoteósica, y en un extraño devenir de los acontecimientos, la canción se ha convertido en un himno de la cuarentena gracias a su estribillo «no aparezcas, no vayas a la calle», un obligado meme en días de aislamiento social. En un estilo parecido, ‘Levitating’ -una de las tres co-producciones de Stuart Price en el disco- recurre a la astronomía («nos veo escritos en las estrellas») para transmitir una euforia y felicidad radiantes… y también para convertir en icónica la palabra «sugarboo». Cuánto ha llovido desde que mencionáramos completamente de pasada ‘New Rules’ en nuestra crítica del debut de Dua Lipa hasta hoy, pero la cantante británica llega a su segundo disco convertida en una superestrella y ‘Future Nostalgia’ es uno de los lanzamientos más importantes del año. Por suerte, también es uno de los mejores.
El terreno en el que Bob Dylan más y mejor conmueve en esta etapa es cuando emplea un perfil de intérprete que arrulla con la voz, muy en línea con otro añorado maestro como Leonard Cohen. Por ejemplo en ‘I’ve Made Up My Mind to Give Myself to You’ donde, entre preciosos arreglos instrumentales y corales adopta un perfil dulce y entrañable, alejado de la hosquedad que se le suele atribuir, parece recapitular metafóricamente los logros de su vida, y se muestra en paz y listo para «entregarse». ¿A la muerte, quizá? No parece haber dudas de que esa sombra le ronda la cabeza a Zimmerman, a tenor de letras como la de la tan minimalista y lúgubre como exquisita, ‘Black Rider’ o, más figuradamente, la del leeento y rasgado blues ‘Crossing the Rubicon’, donde juega tanto con la gesta bélica de Julio César como con la muerte de este en la víspera de Los Idus de Marzo, «sintiendo los huesos bajo la piel». Esta versión crepuscular de Dylan se envuelve sobre todo de cierta calma placentera, como la que dice sentir observando el Pacífico desde su casa en Malibú. En su crepúsculo, Dylan puede ser inofensivo y por momentos incluso aburrir, pero es inútil negar una clase inconmensurable en él, que le permite contemplar al resto de artistas desde las alturas.
No nos merecemos a Fiona Apple. Si miramos el mundo para pensar qué ha cambiado en él durante los ocho años que han pasado desde que la artista sacó su último álbum, son muchas las cosas relacionadas con ella misma a las que ella llegó antes. Se habla más y con más naturalidad de problemas mentales, también de la manera en que afecta la depresión a las superestrellas de música pop. El surgimiento del movimiento #MeToo ha cambiado la manera en que vemos el mundo tras ser conscientes de hasta qué punto las mujeres han sufrido abusos en el mundo laboral y fuera de él. La sororidad ha pasado a un primer plano y ahora sabemos que no es justo enfrentar a unas mujeres con otras cuando rara vez hemos hecho lo mismo con los hombres. El bullying está en la mente de todos. Con unas letras directas y «crudas», lo fácil es entender ‘Fetch the Bolt Cutters’ como la visión de la nueva Fiona Apple sobre estos temas. Sin embargo, ella no caería en el cliché de hacer un disco sobre todo esto, ni aunque quisiera. Solo Fiona consigue que cada canción sea una jodida aventura en la que no sabes por dónde va a salir.
A Georgia, aparte de bailar en singles tan acertados como ‘About Work the Dancefloor’, ‘Never Let You Go’ y ’24 Hours’, todas ellas entre lo mejor de 2019 o 2020, también le gustan Kate Bush y Luther Vandross, y una vena baladista bastante onírica aparece en ‘Till I Own It’ y la preciosa ‘Ultimate Sailor’, al tiempo que algunos textos parecen retratar indirectamente la era Brexit. Esa segunda parte de su último disco, más desconocida, suena más política también cuanto más se acerca a M.I.A. (‘Feel It’ y ‘Ray Guns’), mientras la pista final ‘Honey Dripping Sky’ aúna ambas cosas: parece una dulce balada hasta que llega su final, mucho más oscuro y bailable. Al término de todo esto es inevitable contemplar la portada para comprender lo bien que representa esta obra de Georgia. Se trata de una instantánea de 1988 firmada por la americana Nancy Honey, retratando a unas jóvenes inglesas de fiesta. ‘Seeking Thrills’ es un álbum con el que evadirse entre beats y ritmos sofisticados, no importa dónde, precisamente conscientes de la excepcionalidad que supone poder olvidarse de todo durante unas horas.
Más allá de la inmediatez –sin descuidar nunca lo pequeño, lo aparentemente accesorio– de ‘Jody’, ese conseguido y poderoso homenaje a Chrissie Hynde y Pretenders que es ‘Someone’s Gonna Break Your Heart‘ o una ‘Two Hearts‘ de memorable melodía que bien podría haber producido Edwyn Collins, emergen en este gran comeback tras 15 años canciones menos explosivas que, a cambio, atacan despiadadamente nuestra compostura. Nos referimos a maravillas como ‘Charity Shop Window‘ (precioso ejercicio de nostalgia ejecutado con nada menos que el oscarizado actor y compositor Paul Williams) o la dupla –sin duda conectadas por el mismo protagonista masculino, que tanto daño ha hecho a Erin– que conforman ‘Finest Actor’ («Él fue el actor más dotado de su generación / A mí me engañó del todo») y la semiacústica –más Nilsson que Lou Reed– ‘NY Man’. El precioso dueto con Tashian a ritmo de vals ‘Pale Blue Moon’ es el cálido y embelesado broche final para un ‘Been Around’ simplemente perfecto para aquellos que tienen claro que valores cómo la genuinidad y la emoción están muy por encima de las cifras de streaming y la originalidad (a menudo solo teórica) del penúltimo hype musical.
Haim enfocan su reconocible rock con tintes de funk, folk, hip hop y R&B a un plano más experimental y libre que nunca, que se deleita en una fascinante imperfección, en jugar con ecos y distorsiones, en crear espacios sonoros a través de capas de guitarras, bajos y baterías que fluyen en el estéreo, en dar con el tratamiento crudo de la voz una sensación de cercanía y, todo en conjunto, multiplicar la emotividad del disco más personal y oscuro de las hermanas. Entiéndase oscuro en el apartado lírico, puesto que este disco fue compuesto en un periodo de bajona generalizada en el trío, al volver a Los Ángeles tras un extenso y exitoso tour presentando su segundo disco ‘Something to Tell You‘: Este, lidiando con la diabetes crónica que padece, especialmente complicada de manejar en las giras; Alana, asumiendo la muerte de su mejor amiga en un accidente de tráfico apenas días antes de emprender esa gira; y Danielle, acompañando a Ariel en la lucha contra el cáncer que padeció. Todo eso sumado a la sensación de extravío en su propio hogar, razonable tras pasar meses fuera de sus casas, de ciudad en ciudad, acompañando y/o contagiándose la morriña unas a otras, como familia que son. Todo esto, el amor-odio a su propia ciudad, una tristeza inasible e inconsolable, la sensación de extrañeza junto a tu persona amada… aderezado con reflexiones sobre el desprecio que padecen por ser mujeres en el mundo de la música (algo que tratan explícitamente en ‘Man of the Magazine’, y que tiene en su título toda una declaración) subyace en la mayor parte de las canciones. Y, a pesar de eso, estamos ante un álbum que suena fresco y divertido en su mayor parte, sin restarle un ápice de honestidad al aspecto lírico.
Con la salvedad de esos interludios orquestales en los que parece que en cualquier momento va a aparecer Pygar para llevarse a Gaga Barbarella en volandas, los referentes estéticos de este álbum son el house y el techno de finales de los 80 y principios de los 90, paleta que no había sido exprimida en los números más populares de su discografía, más bien orientada al electropop. Es importante recalcar que no estamos hablando de Disclosure, Hot Chip, Róisín Murphy, Hercules & Love Affair, Bicep, The Juan Maclean ni The Factory Floor, es decir, la gente que ha depositado sus esfuerzos en renovar estos patrones estéticos en nuestro siglo, sino más bien de «one hit wonders» olvidados del siglo pasado. De alguna manera, el éxito de este álbum supone un poquito de justicia poética para The Communards, que fueron relegados de todas las listas de lo mejor de los 80; para Gala, que fue relegada de todas las listas de lo mejor de los 90; incluso para Infernal, que fueron relegados de todas las listas de lo mejor de los 2000; y un consuelo para todos los que nos quedamos planchados viendo cómo Kate Ryan ni siquiera llegaba a la final de Eurovisión después de hacer un pedazo de show. Seguro que todo este dolor en la historia del pop no tuvo lugar en el mundo paralelo de Chromatica.
La mayor parte de ‘Patience’ sobrecoge por lo que Sondre ha dado en llamar «sinceridad radical», siendo más literal de lo que haya sido nunca antes en su carrera. Y confiesa, con cierto cinismo pero también con una madurez envidiable y una poesía en muchos momentos desarmante, los errores que le han hecho apartar de su lado a personas perfectas para él. Las infidelidades, los reproches, las contradicciones… quizá sean solo un reflejo de su incapacidad de amar como es debido, como si estuviera destinado inexorablemente a la soledad. Uno de los momentos más espeluznantes del disco es el verso final de ‘Are We Alone Now’, que bien podría entenderse como las dificultades de una pareja con hijos para conseguir algo de intimidad. Pero, como una bomba de relojería, canta «Es una bendición, ser traído a este mundo en soledad / amar a alguien / y morir solo». Y duele, porque es verdad.
Aparte de lo divertido y emocionante que es en su globalidad, quizá el gran valor de ‘Lo que te falta’ es que Morente se consolida como una cantante capaz de hacer suya cualquier canción, sin importar quién la haya escrito ni el palo que emplee. Y el mejor ejemplo está en ‘Condiciones de luna’, isla de melancolía que cierra el disco: sobre un solemne piano, coros de su hermana Estrella (también de Ángel Valiente del grupo psico-rock Karen Coltraine) y teclados espaciales, se atreve con unos versos (“Gitanita como yo / no las vas a encontrar / así se vuelva gitana / toíta la humanidad”) de cadencia próxima al rap, a lo ‘Islamabad’ (no en vano es el otro tema del álbum que co-escribe J). Ejerce, además, de contrapunto de tristeza en un disco vibrante y emocionante que fortalece a Soleá Morente como una artista única, a la altura de su apellido.
Si «Un sentimiento» era algo más dispar en su desarrollo, con temas muy enérgicos en contraste con algún que otro medio tiempo y hasta algún experimento, ‘Siento muerte’ no tiene la más mínima piedad y va a degüello hasta su mismo final, donde tan solo la bonita ‘Algo memorable‘ –en cierto modo, no sorprende que suenen tan bien en un perfil semiacústico– entrega algo de sosiego… e incluso ahí pugna por colarse una guitarra cargada de distorsión, que finalmente se armoniza con teclados y coros. Armonía es otra de las cualidades que destaca en los actuales Mujeres. No quiere esto decir que hayan dejado de lado su perfil garajero y punk, ni mucho menos. De hecho, la propia canción que da nombre al disco es uno de los números más abrasivos y brutos de su carrera, totalmente desbocados en ese final que suena a martillo pilón percutiendo. Pero sí que ellos, con la asistencia de Sergio Pérez (Svper, Joe Crepúsculo), consiguen que su idea de guitarras, bajo y batería tronando como colchón para que sus irresistibles melodías, adornadas con cuidados coros, suenen de una manera equilibrada y cristalina. Esto podría quedarse en nada si no acompañaran las composiciones… y vaya si lo hacen. Si cada vez estamos más acostumbrados a discos que son dos o tres singles (con suerte) brillantes rodeados de relleno más o menos acertado, podemos imaginar que no haya sido fácil escoger qué canciones destacar como adelantos. Porque sí, ‘Tú y yo‘, ‘Besos‘ y ‘Cae la noche‘ –que además suenan así al inicio, una detrás de otra– son auténticos pelotazos que pondrían de acuerdo a tu primo el fan de Black Lips, Thee Oh Sees y Ty Segall con tu tío (o abuelo, quizá) el fan de Los Sírex, Los Relámpagos y Los Salvajes.
A partir de su primera pista, ‘Set My Heart On Fire Immediately’ descubre un universo lleno de detalles y recovecos que solo Perfume Genius podría haber creado. El elemento barroco de su sonido sigue estando presente en canciones como ‘Jason’, que incorpora un clavecín; o la abstracta ‘Moonbend’, que pasa de sonar como un «conjuro» a admitir influencias de la balada española. Pero también sus letras son representativas de este universo tan personal, en tanto navegan ese contraste entre lo masculino y lo femenino que siempre ha preocupado al artista. ‘Jason’ narra la vieja historia de un encuentro sexual entre Hadreas y un muchacho heterosexual al que el primero acogió con un afecto «cálido» y «maternal» sin que el músico apreciara estas cualidades propias en aquel momento; y la vez, la bélica ‘Your Body Changes Everything’ explora la fluida dinámica que puede darse en cualquier relación sexual liberada de las cadenas del género, y de la que no suele hablarse tanto debido a los estereotipos: «Me siento a la vez masculino y femenino en mis relaciones», cuenta Hadreas; «y cuando actúo de manera más masculina no me siento menos femenino». En algún caso, Perfume Genius sí recurre a la ficción para recordarnos la importancia de valorar el pasado: la preciosa ‘Just a Touch’ narra una «historia de amor en tiempos de guerra» entre dos hombres que una vez hubieron de esconder su amor. Un episodio de subversión directamente conectado con esa portada en la que Hadreas encarna la imagen hipermasculina de un minero de los años 50 que no lo habría tenido fácil para ser él mismo en su época.
‘oɹɹɐzıqɹoɯɐǝpolnƃuɐıɹʇ’ cumple con creces la intención de erigirse en el disco pop por antonomasia que cabía esperar de Triángulo de Amor Bizarro. Que, además, no puede decepcionar a nadie. Ni a los que se identifican con su parte más rockera y apta para el pogo, ni a los que admiran sobre todo sus ganchos, ni a los que les valoran por su valentía y experimentación. En ese aspecto, la producción de este disco –firmada a medias por el cuarteto, por todo el trabajo previo en su estudio doméstico, y por el rocoso y explosivo Carlos Hernández Nombela, con el que dieron el acabado final en Estudio 1 de Madrid– es también otro apartado en el que recrearse con unos buenos auriculares. Sirva de ejemplo esa nueva cumbre con la que se cierra el disco, el baladón por la vía Cocteau Twins titulado ‘Cura mi corazón‘ que, entre referencias zoológicas y mitólogicas, parece una alusión ecologista… o catastrofista ante la emergencia climática. Su final tras su trotón curso sobre una nube eléctrica, en el que sintetizadores y latigazos de distorsión se funden mientras el feedback de lo que parece un bombo se cruza de lado a lado de cada auricular (el epílogo que han llamado ‘Los golpes olvidados’) supone un deleite glorioso para esta nueva obra maestra de, sin dudas, se ha mostrado como el mejor grupo de pop y rock español de los últimos tres lustros.
A medida que escuchamos las esmeradas armonías, acordes y arreglos de piano y viento (en general es más austero que ‘The Party’, pero curiosamente eso le da más lustre) que conectan a Andy Shauf con nombres como Nick Drake, Paul Simon, Elliott Smith o Randy Newman, cada canción se va revelando imprescindible. Da igual si es por un canturreo (‘Neon Skyline’, ‘Fire Truck’), un riff (‘Thirteen Hours’, ‘Dust Kids’) o un giro melódico al final de una estrofa de apariencia inofensiva (‘Where Are You Judy’, ‘The Moon’, ‘Changer’), pero nada sobra. Y, de paso, esa atención cuidadosa nos va revelando los recovecos vitales –sus ideas sobre religión, educación, intimidad…– de los pobladores del «Neon Skyline», haciéndonos empatizar inevitablemente con algunos de ellos, y sintiendo que en realidad esas pequeñas escenas de una vida podrían ser, fácilmente, de la nuestra.
El corpus completo de ‘græ’ es formidable. ‘Aromanticism‘, el primer disco de Sumney, era un bello ejercicio de soul-pop, espiritual y suave. Aquí Moses desborda por todos los lados: en ambición, concepto, melodía y producción. Algo harto de que lo encasillen en el R&B por mera pereza intelectual, Sumney quiere demostrar que su visión va mucho más allá. Para ello, estira el pop, el folk y el soul lo máximo posible. En declaraciones a Pitchfork comentaba que “retarme a mí mismo artísticamente y retar a mis oyentes me importa más que ser rico o famoso”. Afortunadamente, lo hace más en concepto que en música. En ‘græ’ no hay nada que ahuyente: su envoltura no puede entrar mejor. La voz prodigiosa de Moses, apenas sin tratamiento (al menos, aparentemente), es una herramienta flexible que tanto se arrastra como toma el control en un instante. Es, sin duda, lo más importante del disco, aunque letras y melodías no quedan atrás. Para dar aún más lustre a su trabajo, Sumney ha contado con colaboradores de lujo, como Daniel Lopatin (Oneohtrix Point Never), que co-produce muchos de los temas, el combo Adult Jazz, Thundercat, Jill Scott, Jame Blake… En definitiva, ‘græ’ es la lucha enconada de Moses Sumney por definirse desdefiniéndose a través de unas canciones formidables; canciones que llegan mucho más allá de las ideas que contienen y abren un increíble abanico de emociones. Una absoluta delicia “bigger than life”.
‘What’s Your Pleasure?’ es sin duda el álbum más consistente de Jessie Ware en tanto su secuencia no puede ser más coherente con el discurso musical y estético de todo el disco. Aunque este flojea en su segundo tramo con composiciones algo más redundantes como ‘Step into My Life’, que cuenta con la participación de Kindness, o la funky ‘Read My Lips’, el largo aún presenta un single redondo como ‘Save a Kiss’, que es como ‘Spotlight’ pero más majestuoso todavía, y un «album track» tan digno como ‘The Kill’, y además se quita de caer en la linealidad al incorporar dentro de la secuencia un par de aquellas producciones de Joseph Mount publicadas en los últimos años por la artista, más electrónicas y minimalistas, y entre las que cabe destacar la hipnótica ‘Adore You‘. Entremedias, ‘In Your Eyes’ recupera el sonido de R&B asfixiante de ‘Devotion’ para recordarnos de dónde viene Ware, sin deshacerse ni un poquito del G-L-A-M-O-U-R que la artista vuelve a desplegar, de manera más natural imposible, a lo largo de este sobresaliente disco.
Por suerte ‘Heartless’ no era indicativa como primer single de lo que encontramos en ‘After Hours’, pues es exactamente lo que había dicho Abel Tesfaye: un resquicio de su lanzamiento anterior. Pero este álbum abre nuevos caminos para el artista desde que ‘Too Late’ juega con el post-dubstep y el UK garage, y ‘Hardest to Love’ lo hace con el drum&bass, esta con una melodía totalmente edulcorada para bien, en tanto que el azúcar no era nada común en este género. Asimismo, la vena ochentera de ‘Starboy’ y ‘I Feel It Coming’ se asienta por la vía inesperada. ‘In Your Eyes’ incorpora y se recrea en un saxo que ayuda a ahogar nuestras penas y ‘Save Your Tears’ va más lejos aún en su aproximación italo, como rescatada del repertorio de Ricchi e Poveri. Algo que no habría sorprendido tanto si recordamos que The Weeknd llevó a la tele recientemente no su número 1 mundial ‘Blinding Lights’ (una de las mejores canciones de 2019 aunque muchos no quisieran verlo) sino un tema de este disco llamado ‘Scared to Live’ que recuerda a ‘One More Try’ de George Michael y al clásico ‘A Whiter Shade of Pale’ y que contiene elementos de ‘Your Song’ de Elton John. Tesfaye no tiene miedo a lo kitsch y ha querido desmarcarse de la moda imperante: en ‘After Hours’ no hay reggaetón, ni salsa, ni dembow, ni featuring alguno de la estrella de moda ni tampoco del rapero que lo será en los próximos meses cuando TikTok le descubra.
El surrealismo de ‘Your Hero is Not Dead’ da lugar a momentos muy bonitos en este disco, como ‘Big Nothing Glow’, que alterna ritmos próximos al R&B con un diálogo de guitarras y teclados que terminan fundiéndose en un mágico vórtice sonoro, aunque cualquiera se freiría el cerebro intentando descifrar su orden «empapela tus grietas para mantenerlas encendidas», todo un sinsentido. Teniendo en cuenta temas menores como ‘Paper Dogs’, cabe decir que el disco es lo suficientemente bueno como para destacarlo entre los mejores debuts del año, y lo suficientemente imperfecto -las mejores canciones ya las conocíamos- como para dar a Westerman margen de mejora de sobra de cara al futuro. Un gran debut por parte de un nuevo artista revelación al que seguir la pista muy de cerca.