Este lunes han comenzado en Madrid los conciertos Primavera en la Ciudad, con el protagonismo de las salas. En la misma noche era posible ver en la capital, en distintos emplazamientos, a Tokischa, a Cloud Nothings o a Black Country New Road con el abono de Primavera Sound. También se puede comprar entrada aparte para estos eventos. Entre unos y otras, La Riviera lucía llena cuando a las 22.30 The War on Drugs saltaban al escenario.
Ya fijarse en lo que tenían preparado frente a una sala con capacidad para tan sólo 2.000 personas era un pequeño espectáculo en sí mismo. Hasta 10 micrófonos aguardaban a idéntico número de miembros sobre las tablas en varias alturas, lo que incluía a un saxofonista, varias guitarras y teclados. Porque hay mucho de homenaje al Boss en el sonido The War on Drugs, pero también muchos otros detalles. A los mandos, lógicamente Adam Granduciel, oculto tras su melena, comedido como músico, pero exultante cuando le tocaba hacer un solo de guitarra, y hasta gritón cuando tenía que presentar a la banda o dirigirse al público.
The War on Drugs se toman las cosas con calma. Con el primer tema, ‘An Ocean In Between the Waves’, se tiran casi 10 minutos. En los primeros instantes de ‘I Don’t Wanna Wait’ apenas suenan un par de instrumentos mientras la mayoría de músicos aguarda pacientemente su momento. Es un grupo meticuloso, consciente de que las pequeñas cosas pueden transmitir muy grandes, y por eso las cumbres de producciones como ‘Strangest Thing’ o la casi bailable ‘Harmonia’s Dream’ son tan extáticas.
Adam tiene que volver a empezar ‘Comin’ Through’ porque se le olvida la letra, pero se lo toma con humor. La complicidad con el público es palpable, y el momento en que llegan a sonar seguidas ‘Under the Pressure’ y ‘I Don’t Live Here Anymore’ son crema. La primera -su gran clásico junto a ‘Red Eyes‘- ruge, se crece, te eleva, mientras casi la totalidad de los asistentes quiere inmortalizar ese momento con sus móviles. Después, es cierto que no todo el respetable se queda para escuchar la última canción del setlist. Es lunes, más de medianoche, y el show está programado hasta las 0.30 con lo que queda de semana y conciertos por delante, histórico para la ciudad. Por suerte, el set acaba algo antes dejando al público satisfecho, que no exhausto. The War on Drugs han tocado apenas una docena de canciones, pero con tanto mimo y tanta recreación que hemos estado allí casi 2 horas.
Previamente, Cloud Nothings habían decantado la balanza de la noche hasta lo noventero. Dylan Baldi tiene algo de Kurt Cobain en el timbre, solo que las canciones suenan mucho más rápidas y furiosas, auténticos tiros del calibre de ‘I’m Not Part of Me’. Con el último tema se alargaron hasta la extenuación, ocupando casi que la mitad de todo el concierto. Improvisan, parece que se desvanecen y después vuelven a chillar. Dylan Baldi está realmente enfadado en sus últimos alaridos. El trío ha tocado medio aprisionado por los 200 instrumentos de The War on Drugs que ocupaban todo el escenario cubiertos por sábanas negras. Pero de ahí parecieron sacar incluso más rabia todavía.
Taylor Swift y Matt Healy han roto su relación. Ambos cantantes llevaban saliendo desde principios de mayo y a ambos se les ha visto juntos públicamente en varias ocasiones. Además, el cantante de The 1975 asistió a los seis conciertos de la gira de ‘The Eras Tour’ en Nashville. Según la fuente citada por PEOPLE, Swift y Healy nunca han tenido nada «serio» y su relación siempre ha sido «casual».
Ni Swift ni Healy han hablado públicamente sobre su breve aventura. El líder de The 1975 sí pareció a aludir a ella recientemente durante un concierto. «¿Es todo un montaje? ¿Es sincero? ¿Hablará de ello alguna vez? Todas estas preguntas serán ignoradas en la próxima hora. Señoras y señores, somos The 1975».
A Swift y Healy se les llegó a relacionar en 2014. Ella fue fotografiada vistiendo una camiseta de The 1975, él una de ‘1989’. Cada uno fue visto asistiendo al concierto del otro. Sin embargo, Healy desmintió que él y Taylor estuvieran saliendo.
Por otro lado, Swift ha revelado el tracklist de ‘Speak Now (Taylor’s Version)‘ y el tracklist de canciones inéditas incluye sendas colaboraciones con Hayley Williams de Paramore y Fall Out Boy. Swift ha explicado que ‘Speak Now’ es su disco de cantautora y que ha querido colaborar con los dos artistas que más le han influido en su faceta compositiva. ‘Speak Now (Taylor’s Version)’ sale dentro de un mes, el 7 de julio.
01 Mine (Taylor’s Version)
02 Sparks Fly (Taylor’s Version)
03 Back to December (Taylor’s Version)
04 Speak Now (Taylor’s Version)
05 Dear John (Taylor’s Version)
06 Mean (Taylor’s Version)
07 The Story of Us (Taylor’s Version)
08 Never Grow Up (Taylor’s Version)
09 Enchanted (Taylor’s Version)
10 Better Than Revenge (Taylor’s Version)
11 Innocent (Taylor’s Version)
12 Haunted (Taylor’s Version)
13 Last Kiss (Taylor’s Version)
14 Long Live (Taylor’s Version)
15 Ours (Taylor’s Version)
16 Superman (Taylor’s Version)
17 Electric Touch (Taylor’s Version) (From the Vault) [ft. Fall Out Boy]
18 When Emma Falls in Love (Taylor’s Version) (From the Vault)
19 I Can See You (Taylor’s Version) (From the Vault)
20 Castles Crumbling (Taylor’s Version) (From the Vault) [ft. Hayley Williams]
21 Foolish One (Taylor’s Version) (From the Vault)
22 Timeless (Taylor’s Version) (From the Vault)
Tokischa ya está en Madrid después de actuar en el Primavera Sound de Barcelona y este fin de semana lo hará en la edición madrileña. La dominicana se ha pasado por La Resistencia para compartir un rato de charla con David Broncano y ha protagonizado una de las entrevistas más surrealistas de la historia del programa, al aparentemente recibir la llamada de Madonna durante el show.
La entrevista solo acaba de empezar y Tokischa y Broncano han estado hablando sobre mocos cuando la autora de ‘Estilazo’ recibe la llamada de Madonna, su colaboradora y amiga. «Pensé que me llamarías, ¿qué ha pasado?», pregunta Madonna a Tokischa. Para demostrar que es ella, Madonna canta ‘La Isla Bonita‘ al teléfono y después pasa a hablar con Broncano. Si no es ella, su voz, dicción y manera de expresarse se le parecen mucho.
Madonna -o su imitadora, si todo esto es una broma- dice conocer La Resistencia, reprocha a Broncano no haberla invitado nunca al programa (???) y queda con él en que beberá zumo de piña cuando visite el plató. Broncano promete a Madonna que cuando venga al programa hará todo lo que ella quiera, incluido prepararle zumo de piña «desde el árbol hasta tu boca»; y ella responde que eso es «todo lo que quiero escuchar de un hombre» (la piña no crece de un árbol, sino de una planta ubicada a ras de suelo).
Asumiendo que es la propia autora de ‘Ray of Light‘ quien se encuentra tras el teléfono, Madonna no deja de compartir palabras de admiración hacia Tokischa: «La amo y me encanta haberla conocido, creo que es increíble». Finalmente, Madonna insta a Broncano a que empiece a cultivar esos «árboles de la piña» y cuelga el teléfono.
¿Puede Madonna visitar La Resistencia? ‘The Celebration Tour‘, la gira mundial de Madonna, no llega a España hasta el mes de noviembre. Aún el programa cuenta con tiempo para mover todos los hilos necesarios y traer a la Reina del Pop al plató de La Resistencia.
‘Greta Garbo’ le arrebata a ‘Me Muevo con Dios’, de Cruz Cafuné, el número 1 de álbumes en España. Este nuevo trabajo de Bunbury viene acompañado de su regreso a los escenarios de forma controlada. El álbum incluye temas como ‘Nuestros Mundos No Obedecen a Tus Mapas’, ‘Invulnerables’ o ‘Alaska’.
Aunque el disco de Cruz Cafuné ha sido muy bien recibido, no ha logrado la primera posición en esta semana. Los temas del canario, ‘4 PREZ’ entre ellos, y las colaboraciones con artistas como Quevedo, Westside Gunn, Hoke o Leïti Sene han llevado a ‘Me Muevo con Dios’ al segundo puesto.
Entra en el Top 100 álbumes España Manuel Carrasco con ‘Hay Que Vivir El Momento’. Se coloca en 7ª posición con este trabajo que es una recopilación de sus mejores temas en directo en el Estadio de La Cartuja, en Sevilla.
En la novena posición de la lista se encuentra Swit Eme, con su disco ‘IKIGAI’. Mike Oldfield se coloca en el número 13 con el disco del 50º aniversario de ‘Tubular Bells’. El flamenco de Israel Fernández se cuela en el Top 50, en la posición 27. Su trabajo ‘Pura Sangre’ tiene algunas colaboraciones con Diego del Morao. El número 40 se lo lleva Khea, con ‘Serotonina’.
Britney también está presente en el Top 100 de esta semana. Puesto número 36 para la recopilación de ‘Greatest Hits: My prerogative’ y la posición 58ª para ‘Femme Fatale’.
Ozuna consigue el número 84 en España con ‘Afro’. ‘Time’ de Simply Red entra en el número 90 de la lista y la banda sonora ‘The Little Mermaid’, de la nueva versión de La Sirenita se coloca en el puesto 94. Por último, posición 100 para Los Zigarros con su álbum homónimo.
Que no se diga que ya no se hace canción política. El grupo malagueño La Trinidad tiene alguna que otra, y sobre todo, son grandes conversadores al respecto. La banda fichada por Sonido Muchacho sucede ‘Los edificios que se derrumban’ con un trabajo llamado ‘Sheriff Playa’. Y si su álbum anterior se cerraba con un tema de casi 6 minutos sobre ‘La Clase Media’, este nuevo álbum protesta por ejemplo por la precariedad laboral en su single principal ‘6,30’.
«Solo tengo una certeza: una hora de mi vida no vale 6,30» es el grito de guerra de esta canción en euros, en cuya letra también aparecen las «pelotas de goma» de la policía y el desapego por los demás. «Hoy han muerto cien personas y no he sentido nada». Por su parte, ‘Aprende a gestionar tu fracaso con nosotros’ es un ajuste de cuentas con España, con las cosas que «España nos debe», y ‘Muchos principios y muy pocas ganas’ menciona las dificultades con Hacienda en esa referencia a la «trimestral», y a la «inflación».
Esta es la parte más llamativa de La Trinidad porque no es tan habitual: la canción protesta parece pasada de moda. Sin embargo, puede que no sea la más importante. Ante todo, la música del grupo parece un homenaje a distintos tipos de rock underground que se gestaron a finales de los años 70. La referencia más evidente podrían ser Devo, rara vez Joy Division. ‘La viaje Europa’ apela a The Clash por la vía jamaicana. Las guitarras de ‘Aprende a gestionar tu fracaso con nosotros’ remiten a los tiempos de Gang of Four, si bien su último punteo apela a algo más tardío, los trucos de Johnny Marr para los Smiths.
La sórdida ‘Convertidos en estatuas’ tiene algo de funk pero también algo andaluz en su melodía. La banda ha resultado ser colega de Carlangas desde la infancia, y mira que les separaba la distancia geográfica. Este ha participado en la producción del álbum como un quinto miembro, lo cual se nota no solo en que Novedades Carminha eran grandes expertos en los ritmos de los años 70. Ante todo eran un grupo muy abierto.
Por tanto, ‘Que las palabras broten’ es una de las grandes sorpresas, por lo que tiene de bailable y playero, en un álbum que parecía que iba a estar más enfocado en el pogo garajero, con dianas como ‘A este lado, a esta orilla’. Sumando el cierre atmosférico con la «balada» ‘Jardín de cemento’ con la voz de Antía Van Weill, se certifica que no está todo dicho en la sonido de La Trinidad.
Fugees se volvieron a unir de forma inesperada en un concierto en el que Lauryn Hill era protagonista. La actuación era parte del festival Roots Picnic, que tiene lugar en Filadelfia. Los dos miembros de Fugees, Pras Michel y Wyclef Jean, se unieron a Hill en lo que se pensaba que iba a ser una celebración del 25º aniversario de su álbum en solitario ‘The Miseducation Of Lauryn Hill’.
Cantaron juntos seis canciones como podéis ver en Setlist.fm, entre las que se encontraban las míticas ‘Killing Me Softly’ o ‘Ready Or Not’. Es la primera vez que se unían en un concierto después de que Pras Michel se viese envuelto en un escándalo que podría costarle 20 años de prisión. Entre otros cargos, ha sido acusado de de conspiración para defraudar a EE.UU., manipulación de testigos y blanqueo de dinero, según NME.
Las acusaciones a las que se enfrenta Pras Michel fueron la razón por la que el grupo tuvo que cancelar la gira que los reuniría en 2021 por el 25º aniversario sobre su gran disco ‘The Score’. En un principio, la cancelación, dijeron, se debía a la pandemia de la Covid. Retrasaron los conciertos que finalmente fueron anulados por el escándalo.
Aun así, el grupo salió junto al escenario en el festival de Filadelfia. La reunión deja buen sabor de boca antes de conocer la sentencia que se le imponga a Prakazrel “Pras” Michel.
We are living for this reunion of The Fugees at #RootsPicnic 🎤
Lucinda Williams es una de las grandes figuras de la música americana. Como ella misma dice en un momento dado de esta charla, es una artista que ha llenado los espacios que había entre rock y country desde su debut en 1979.
2020 fue un año duro para ella: sufrió un derrame cerebral, del que se está recuperando. Pero esto no la frenó. A las pocas semanas estaba volviendo a ofrecer conciertos. Entre 2021 y 2022, además, lanzó una serie de compilaciones llamadas ‘Lu’s Jukebox’ para recaudar dinero para las salas de conciertos cerradas por la pandemia, en que hacía versiones de sus ídolos, de Bob Dylan a Rolling Stones, pasando por Tom Petty. Ha publicado hace poco en EEUU su autobiografía, ‘Don’t Tell Anybody the Secrets I told you’, que se editará en España bajo el título “No se lo digas a nadie’. Y este próximo 30 de junio aparecerá su nuevo disco, ‘Stories from a Rock N Roll Heart’, desbordante de pasión y rock’n’roll (¡claro!), una celebración de la música en todas sus vertientes: escucharla, componerla y tocarla. Cuenta con las colaboraciones de Bruce Springsteen y Angel Olsen.
Un poco antes podremos gozar del directo de Lucinda Williams en el Azkena Rock Festival (Vitoria-Gasteiz, 15, 16 y 17 de junio), en la única fecha que tiene en España. Comparte cartel con otras leyendas como Iggy Pop, Steve Earle, The Pretenders, Lydia Lunch o Melvins, entre otros muchos.
La entrevista se realiza vía zoom. Lucinda se materializa en su sala de estar en Nashville, Tennesee, junto con su marido (y colaborador) Tom Overby. “¿Me puedes traer un café,T om?”, pregunta Lucinda, mientras se coloca los auriculares y me dedica una gran sonrisa. No puedo evitar entrar por un momento en modo fan, y lo primero que le digo es que tengo muchas ganas de verla en el Azkena Rock Festival. Lucinda se toma con calma las respuestas, habla pausada, dice las palabras justas, sin alargarse demasiado y me dedica muchos “thank you”.
Mi primera pregunta es sobre tu nuevo disco, ‘Stories from a Rock n Roll Heart’, que saldrá el 30 de junio. El pasado 25 de abril apareció tu autobiografía, ‘Don’t Tell Anybody the Secrets I told you’. ¿Podemos decir que el disco y el libro son complementarios? Porque el disco parece también muy autobiográfico.
¿Qué quieres decir? ¿Que [el libro] es un reflejo del disco?
O el disco es un reflejo del libro…
Algo así, sí… Esa sería la respuesta: sí.
Las letras de las canciones giran en torno a la música: escucharla, componerla y, sobre todo, tocarla. De hecho, tiene atmósfera de directo. ¿Es así como querías que sonara?
¿Más rock’n roll? Sí. Fue intencionado intentar que sonara así. Estábamos todos juntos en la misma sala, así lo grabamos. En directo. Pero es así como hago todos mis discos. Normalmente lo hago todo yo. Pero esta vez decidí que fuera diferente y funcionó bastante bien. Trabajé en algunas canciones con mi marido Tom, también colaboré con Jesse Malin. Fue algo diferente, porque ellos me traían nuevas ideas. Por ejemplo, escribían alguna cosita, yo le echaba un vistazo y se me ocurría la melodía. El tema del disco es, al final, que la música te puede salvar, te puede rescatar.
Mi música siempre ha confundido a todo el mundo, porque cuando empecé decían que se situaba en los huecos entre el country y el rock. Así que me hice esta camiseta [la muestra, aunque solo alcanzo a ver la primera palabra]: “File under Rock” [“Archivar como rock”].
En este disco no disimulas tus influencias. Más bien quieres que queden bien patentes. Por ejemplo, ‘Let’s Get the Band Together’, que abre el álbum, suena a puro Rolling Stones.
¡A The Faces! Queríamos que sonara así. También queríamos que fuera como el estribillo: “Volvamos a juntar a la banda”. Quería que sonara como la gente en un bar cantando. Nada de voces perfectas. Solo gente de verdad cantando.
«No he sido capaz de tocar la guitarra, así que estoy practicando. Tengo que aprender. Afortunadamente, lo podré hacer de nuevo»
Sufriste un derrame en 2020. ¿Te sigue afectando?
Bueno, no he sido capaz de tocar la guitarra, así que estoy practicando. Tengo que aprender. Afortunadamente, lo podré hacer de nuevo. Pero por ahora tengo a mi banda respaldándome. Así que cuando toco en directo solamente salgo y canto. Pero está bien. Quiero decir: funciona y a la gente le gusta. Pero es tan diferente… Esto ha sido un reto porque, al no poder tocar, también es más difícil componer canciones. Tampoco he tocado en el disco. Solo canto y la banda está detrás. Normalmente, cuando grabo un disco también toco…
Precisamente, muchas de las canciones van sobre echar de menos tocar. Pero no has parado prácticamente de dar conciertos. ¿Cómo estás lidiando con las exigencias de tocar en directo en estos momentos?
Estoy bien. Creo que realmente me ayuda porque me da algo que hacer. Además, está el hecho de cantar. La música es muy sanadora. La verdad es que a todo el mundo le sorprendió cuando volví a salir a tocar tan pronto [Lucinda sufrió el derrame en noviembre de 2020. En diciembre ya estaba actuando de nuevo]. Pero yo me encontraba bien. Pensaba que tendría que actuar sentada, pero acabé haciéndolo de pie todo el rato. Mientras tuviera algo a que sujetarme en caso de que me hubiera sentido débil… Pero me encontré bien.
En este disco aparecen Bruce Springsteen y Patti Scialfa en ‘New York Comeback’. ¿Era la primera vez que colaborabais? ¿De dónde surgió la colaboración?
Sí, fue la primera vez que hicimos algo juntos en un disco. Jesse Malin contactó con Bruce Springsteen, porque los dos viven en Nueva York. Así que le preguntó y Bruce dijo que sí y vino con Patti Scialfa, su mujer.
‘This Is Not My town’ es una de mis canciones favoritas. ¿Es la canción política del disco? [Parte de la letra dice: “¿Puede ver alguien qué está sucediendo? Ahora están sacando a los payasos. Esos es lo que sucede. Para interpretar todos tus miedos y decirte lo que quieres escuchar”.] ¿A qué ciudad te refieres?
En realidad es una canción muy anterior. Cuando la escribí por primera vez, era realmente lenta, así que la convertí en esta otra cosa. ¿Y qué preguntas? ¿Cuál es la ciudad que me preocupa?
Sí…
OK. Creo que estaba viviendo en Austin, Texas cuando la escribí hace mucho tiempo. Pero no iba tanto sobre la ciudad, sino sobre una persona (pausa). ¡Es difícil de explicar! Lo siento, esta no ha sido una buena respuesta (risas).
‘Never Gonna Fade Away’ es también, autobiográfica, ¿no? Muestra tu pulso contra la depresión, una enfermedad de la que sufres episodios.
Sí. [ese pulso] es algo que aparece siempre que compongo y canto. Es muy terapéutico.
En ‘Rock and Roll Heart’ hablas de epifanías musicales. De escuchar una canción y descubrir que acabas de encontrar algo que ni siquiera estabas buscando. ¿Cuál fue tu primera epifanía?
Cuando tenía doce años, en 1965, y escuché a Bob Dylan por primera vez. Su disco ‘Highway 61 Revisited’ me voló la cabeza. Fue entonces cuando supe, cuando dije: “quiero escribir canciones así. Quiero hacer lo que él hace”. Aunque solo tuviera doce años. Esa fue la primera vez. Ese fue el primer disco que tuvo un impacto de verdad en mí.
¿A quién va dedicado ‘Stolen Moments’? ¿A Tom Petty?
Sí. Hice con él sus últimos conciertos en el Hollywood Bowl en Los Angeles. Es muy triste. Esto me pone muy triste…
También hablas mucho sobre el arte de hacer canciones. ¿Cuál es tu rutina compositiva (¡si es que tienes alguna!)?
No, no tengo ninguna. Soy bastante espontánea. Me gusta tener papel y bolígrafo todo el rato porque nunca sé cuándo se me va a ocurrir algo, y así poder escribirlo… Siempre estoy escribiendo y anotando cosas, y me guardo todo. Así más tarde puedo consultarlo. Pero no tengo una planificación, como esa gente que se levanta y escribe de 9 de la mañana a 5 de la tarde o algo así. Yo simplemente lo hago cuando me apetece.
«Con Bruce Springsteen me siento más bien alumna. Y también con jóvenes artistas como Margo Price o Angel Olsen, aunque me tuviera que sentir más como maestra (risas)»
Eres ya una leyenda, pero escuchando el disco parece que a día de hoy aún te consideres alumna de muchos de tus ídolos. ¿Pero no te sientes ya maestra? Porque ya eres referencia de multitud de artistas, como Angel Olsen y Margo Price, que colaboran en este disco, M. Ward, Sharon Van Etten, Ezra Furman, largo etc.
Bueno, depende de con quién trabaje. Con Bruce Springsteen me siento más bien alumna. Y también con jóvenes artistas como Margo Price o Angel Olsen, aunque me tuviera que sentir más como maestra (risas).
‘Jukebox’ es muy bonita y melancólica. Hablas de un bar que tiene un jukebox y que echas de menos. También pareces echar de menos descubrir música así, en bares y jukebox. En esta época en que casi todo lo escuchamos a través de internet, ¿crees que aún hay sitio para los jukebox a día de hoy?
Sí, definitivamente hay sitio para los jukeboxes hoy en día. Encontramos este sitio en Nueva York que tenía un jukebox genial, con blues y cosas así. Solíamos ir allá, poner un montón de monedas y escuchar y escuchar durante horas. Me encantaba. ¡Me encantan los Jukebox! (risas).
¿Y cómo será tu concierto en el Azkena Rock Festival?
Tocaremos canciones del último disco, pero también intentaré que haya un poco de cada disco. Y hacia el final del set siempre volvemos y hacemos unos bises, suelo tocar ‘Joy’. También hago un montón de canciones para acompañar dando palmas (risas). Y una versión de Neil Young, ‘Rockin in the Free World’. La solemos tocar al final. Adoro esta canción. Y voy hacia el borde del escenario, y hago que la gente la cante, y dé palmas y todo eso.
Si habíamos tenido un buen Primavera Sound en el recinto del Fòrum, el cierre que vivimos en las dos salas del Apolo, dentro del Primavera a la Ciutat, fue apoteósico. Quizás repitamos mucho este adjetivo. Pero es que el bolo de Pet Shop Boys en la sala principal fue histórico. Y, para rematar, después vimos a Maggie Rogers comerse el mundo en La 2.
Si el concierto del miércoles de Pet Shop Boys en el Fòrum fue el mejor inicio posible, el cierre el domingo en la sala Apolo fue pluscuamperfecto. Pet Shop Boys nos ofrecieron prácticamente el mismo repertorio de la jornada inaugural. Pero sin producción. “Producción… ¿quién la necesita?”, bromeaba un exultante Neil Tennant. Efectivamente: no la necesitan. En las distancias cortas, sin pantallas, sin iluminación especial ni cambios de vestuario, ellos dos, sus tres jovencísimos músicos y su repertorio imbatible, se crecieron. Prácticamente tiraron abajo la Sala Apolo. Parte esencial: un público de fans fatales coreando hasta la última coma. Y los que no eran fan fatales, lo acabaron siendo.
Ya en la cola para entrar, ya esperando dentro de la sala, la atmósfera era de expectación e ilusión totales. Se establecieron una complicidad y conexión absolutas desde el primer segundo. He asistido a centenares de conciertos en la sala, y juro que nunca había visto nada igual. Neil Tennant sin parapetos fue aún mejor frontman: expresivo, comunicativo, divertido. Y qué bien cantó. Para echarse a llorar en ‘Rent’ o ‘Love Comes Quickly’. O cuando se calzó la guitarra y tocaron, casi en acústico, una favorita particular de servidora, que es ‘You Only Tell Me You Love Me when You’re Drunk’.
Chris Lowe protagonizó el único momento raro de la noche cuando le tocó cantar ‘Paninaro’: se inventó media letra, al final se quedó en blanco y no fue capaz de continuar, mientras a Neil casi le da un ataque de risa. Como si le impusiera demasiado la sala, el tenernos tan cerca, el ambiente tan absolutamente maravilloso. Él también estaba feliz, porque bailó detrás de su teclado aún más que el miércoles. Por momentos era abrumadora la sensación de tener a tu grupo favorito en tu sala favorita como si los tuvieras en el salón de tu casa.
Hubo muchos, muchísimos, momentos para el recuerdo, pero destaco dos: la gente subiendo el volumen para cantar el verso “because you dance to disco and you don’t like rock” en ‘Can You Forgive Her?’. El segundo, fue el delirio con ‘It’s a Sin’. Cuando antes he escrito que prácticamente tiraron la sala Apolo, lo he dicho en un sentido casi literal. Porque en ‘It’s a Sin’, entre el público botando, cantando a voz en grito y la música sonando a volumen ensordecedor, sentías el suelo temblando bajo tus pies y todas las paredes vibrando. El cierre con ‘Wet End Girls’ y ‘Being Boring’, fue el perfecto broche melancólico a una hora y media de felicidad absoluta.
Con todo el subidón de serotonina, flotando en la nube de Pet Shop Boys, bajamos corriendo a ver a Maggie Rogers en la 2 de Apolo. Aun así, nos perdimos quince minutos. Cualquier otro concierto hubiera desmerecido a lo vivido minutos antes. Pero toparte de morros con el ciclón Maggie nos propulsó al infinito. Sonaba tan fresca, tan vital, tan descarada que nos enamoramos perdidamente de ella. Maggie tiene un dominio total del escenario, un carisma de estrella juvenil de los 80, una voz y una interpretación portentosa. Y por supuesto, unas canciones que beben mucho del pop comercial de los 90, un tanto grandilocuentes pero maravillosas.
Empezó a cantar ‘I Wanna Dance with Somebody’ de Whitney Houston en ‘Retrograde’. Sacó a su amigo Denny, del que explica “que estuvo en primera fila durante todo el concierto de ayer” y se tiraron cinco minutos decidiendo qué canción van a cantar a dúo, hasta que se decantan por ‘Say It’, con una energía muy ‘Dirty Dancing’. Abre ‘Alaska’ casi a capella y luego lo convierte en algo avasallador. Nos hace agacharnos y levantarnos (yo no mucho, que tras tantos días de festival mi cuerpo no está para muchos trotes) en ‘Light On’ y nos hace cantar con el cierre, que no puede ser otra que ‘That’s Where I Am’. Como dijo un amigo cuando acabó el concierto: “ahora podría caer el meteorito, y moriríamos felices”. Pues eso.
Primavera Sound ha terminado su edición barcelonesa sumando 253.000 asistencias entre todas las jornadas. Puedes leer las crónicas en nuestro Especial Primavera Sound. Desde este lunes llegará a Madrid. Os recordamos que con vuestros abonos podréis ver desde hoy 5 de junio, en diferentes salas, a gente como The War on Drugs, Tokischa o Black Country New Road. Mañana martes actúan St Vincent, Pet Shop Boys, Julia Holter y muchos más en otras tantas salas de la ciudad. Y el miércoles será la jornada inaugural gratuita con Pet Shop Boys antes de que de jueves a sábado tenga lugar el festival en sí mismo en Arganda del Rey. El domingo 11 de junio será el cierre definitivo con The Delgados en la Sala Paqui, y también se celebrará el Brunch Electronik en el Civitas Metropolitano.
Aparte de lo suculento que es el cartel en sí mismo, desde Primavera Sound nos informan de que esta va a ser la primera vez en Madrid para más de una veintena de artistas. Sabemos que no será la primera vez que tengamos por aquí a Rosalía, ni a Depeche Mode, ni a New Order, ni a Calvin Harris, ni a Måneskin, pero sí a estos artistas que puedes encontrar bajo estas líneas. Entre ellos, superestrellas como Kendrick Lamar o Rema, gente tan querida en nuestra web como Christine and the Queens o Caroline Polachek, el k-pop de Red Velvet, el pop japonés de Kyaru Pamyu Pamyu y Perfume, y un largo etcétera para todos los gustos. Lamentablemente, los shows de Bleachers y Tems finalmente se han cancelado por problemas de agenda (también iba a ser su primera vez en la capital). Las entradas y abonos para Primavera Sound Madrid continúan a la venta.
Moodoïd es el proyecto del francés Pablo Padovani desde hace aproximadamente una década. En el último par de años ha venido presentando canciones en las que se ha rodeado únicamente de artistas femeninas, dada su devoción histórica por las mismas. Y es que entre sus discos de cabecera sobre todo despuntan las obras de Patti Smith, Kate Bush o Björk.
Su primer disco ‘Le Monde Möö’ (2014) incluyó la mezcla de Kevin Parker de Tame Impala en un par de temas, pero lo cierto es que su banda solo se componía de mujeres, incluso en cuanto a técnicas de sonido.
Es por ello que en su último proyecto ‘PrimaDonna’ ha invitado a cantar a gente como Laetitia Sadier, Say Lou Lou, Melody’s Echo Chamber o la española DORA, que ha entonado para él el tema ‘Mélodie’. Desde este viernes, aparece en las plataformas de streaming el disco compilatorio ‘PRIMADONNA COLLECTION’, del que destacamos la dulce ‘Memories’ junto a Olivia Merilahti, nuestra “Canción del Día” hoy.
Sobre una base que es puro neón ochentero, Moodïd y Olivia Merilahti nos hablan de los recuerdos que nos deja el día que termina. Ambos apelan también a los “días dorados” que siempre recordaremos, como aquella “última sonrisa”, en un tema que no puede ser más francés. Y para muestra, ese puente hablado que nos habla de un “café de París, un museo de Londres, la Fuente de Roma o las ventanas de Manhattan”. Un recitado que parece inspirado en Gainsbourg.
Son los sintetizadores junto a esa poética letra los que se las arreglan para perfeccionar esta sensación de nostalgia tan mágica, a la que contribuye esta bonita presentación en directo para My Little Paris. Se ha rodado en el Museo de Bellas Artes de la capital francesa.
Todavía no he superado que lo que Subterfuge ha venido vendiendo como «el nuevo disco de Samantha Hudson» (sic), lo que se va a presentar en el Sónar, sea un EP de 4 temas y 12 minutos. No uno de esos EP’s a los que se irán sumando otras pistas en los próximos meses, no. Esto es todo.
Al menos ‘AOVE’ es un poco más largo que ‘RR’ de Rosalía y Rauw Alejandro, y también tiene su excusa, su razón de ser. Si en su himno ‘Por España’ vimos a Samantha Hudson abrazar la cultura bakala en uno de sus momentos, ‘AOVE’ es ya una entrega total a la contracultura raver de los 90. Los bombos son puro techno bajo la producción de La Diega, que en el disco ‘Liquidación Total’ se había encargado de uno de los temas más lustrosos, ‘Perra’.
Con guiños al hardcore, los beats de La Diega se concentran ahora en la década de La Quinta Marcha Magazine, dejando atrás todo poso latino o folclórico. La final ‘Es lo que hay’ se acerca a ser la enésima revisión de ‘Show Me Love’ tras las reivindicaciones de Charli XCX, Fangoria y varios artistas más, mientras en las otras 3 pistas predomina lo machacón, con una insistencia que ni Johnny Techno Ska.
‘Adicta al sonido’ baila cubata en mano con los ojos en blanco, tirando de trance y saxo. Samantha Hudson nos cuenta que el sonido es su único amante. Y tú concuerdas. ‘Otra vez’ es intercambiable con ‘Vodka con Red Bull’: incluso esta parece su continuación. ‘Otra vez’ se pega un poco más gracias a todas las veces que repite «No hay un puto taxi, en esta ciudad no hay un puto taxi». Alguien comentaba en JENESAISPOP con bastante gracia a la salida de la canción, que últimamente siempre hay taxis en Madrid. Si los taxis pueden estar ahí: el problema es si tú estás en condiciones de verlos…
Para todos aquellos que acusaban a Samantha Hudson de ser chabacana y zafia -y mira que su discurso político muchas veces es más rico que el de los tertulianos políticos de la tele-, en este caso ella ha decidido hacer suyo el insulto. Abrazar la mamarracha que todas llevamos dentro. ‘AOVE’ te gustará si a veces te has quedado tú sola bailando en un club, cuando todas tus amigas ya no podían más, y si te fuiste únicamente es porque sacaron las escobas.
Primavera Sound ha llegado a su jornada final, la del sábado, con los esperados conciertos de Rosalía, Calvin Harris o Måneskin. 193.000 personas han acudido a los tres días. Sumando las 20.000 de Pet Shop Boys, el Primavera calcula una asistencia de 253.000 personas. El fin de semana que viene, el festival se repite en Madrid.
Haciendo tiempo para Wednesday, en el escenario Ron Brugal nos topamos con el jazz de DOMi & JD BECK. El jovencísimo dúo quita el hipo con su dominio de sus instrumentos (teclado ella, batería él). Su concierto está lejos de lo sesudo, bromean continuamente y hacen versiones de Jaco Pastorius. A tenerlos muy en cuenta.
Está lloviznado durante Wednesday, aunque la cosa por suerte no va a más. La banda liderada por Karly Hartzman sale dispuesta a presentar su flamante album, ‘Rat Saw God’ con esas canciones de pop alternativo tan noventas, pero con sensibilidad actual. La voz suave de Karly se tornan a veces en distorsión y gritos. Pero se la ve feliz y satisfecha en el escenario, a pesar de esas canciones oscuras (aunque en el fondo luminosas). Escuchar temas como ‘Hot Rotten Glass Smell’ o su nuevo himno ‘Bull Bielever’ como cierre nos hacen prever que a la banda solo le queda expandirse aún más. Mireia Pería
John Cale no tira de nostalgia
Christian Bertrand
Mi compañero Sebas decía en la crítica de ‘MERCY’ que, a los 80 años, quería estar como John Cale. Coincido con él en que no hay que hablar de la edad de los artistas, pero no puedo evitarlo. Porque me parece impresionante que Cale nos continúe ofreciendo discos y conciertos soberbios llegados a este punto. Su voz es aún mejor que cuando era joven, su presencia, ya sea tras los teclados, ya sea a la guitarra, es imponente.
Quien pensara que iba a ser un concierto nostálgico iba muy equivocado. Ni rastro de ‘Paris 1919’ ni ‘Songs for Drella’. La única concesión, una versión libérrima, estupenda, del ‘I’m Waiting for the Man’ de la Velvet, a piano eléctrico aporreado. Casi todo es presente: en una hora caen ‘NIGHT CRAWLING’, ‘OUT YOUR WINDOW’, ‘NOISE OF YOU’ y ‘MOONSTRUCK (Nico’s Song)’. Esta es mi canción favorita del álbum, y la toca en una versión más dulce y ligera, igualmente emocionante, mientras el rostro de Nico flota en la pantalla de fondo. Me quedo hipnotizada con su interpretación de ‘Rosegarden Funeral of Sores’ y los audiovisuales que le acompañan (tiovivos, retazos de colores), con las filigranas a la guitarra y el ruido que mete con ‘Cable Hogue’. Pero la más impresionante es ‘Villa Albani’, una repesca de su disco de 1984 ‘Caribbean Sunset’, convertida en un delirio de diez minutos de teclado sincopado e imágenes inquietantes. Y parece que se quiere ir, pero le convencemos de que se quede… Y nos regala una versión crepuscular, oscurísima, fúnebre, de ‘Heartbreak Hotel’. “We could die, we could die”, repite una y otra vez. Escalofriante. Mireia Pería
Sergi Albert
Después, en el mismo Auditori, tenemos la presencia de una compañera de generación de Cale, Laurie Anderson. Su espectáculo de spoken word y música experimental es tan esclarecedor como divertido. Laurie rebosa humor, poder reivindicativo, sabiduría y cordura. Y, ay, canciones. Porque arranca nada más y nada menos que con ‘From the Air’, la canción que abre ‘Big Science’, con protagonismo total del clarinete. Laurie es una soberbia maestra de ceremonias. Su voz es clara, diáfana, se le entiende absolutamente todo. Nos habla de esos profesores que se dedican a desanimarte y quiere dar las gracias a sus auténticos maestros, empezando con Yoko Ono. Y, en su honor, nos pide un grito de 10 segundos. Y claro, se lo regalamos. Ensordecedor. Entonces, empiezo a escuchar “Oh. Oh. Oh”. Y toca ‘O Superman’, su gran hit de ‘Big Science’ de 1983. Y en 2023, la canción sigue pareciendo que viene del futuro.
Laurie también nos habla/declama sobre el colapso medioambiental, sobre los males actuales, pero en ningún momento resulta discursiva. También habla de sus héroes musicales, y cuando nombra a James Brown se deshace en una tormenta de funk. En la pantalla se van sucediendo mensajes escritos y borrados sobre una pizarra: “Your empire is passing, like all the empires”. Nos regala consejos para vivir mejor, que culmina en un “no te odies a ti mismo”, como riéndose de todos esos coaches que nos intentan encauzar la vida. Nos canta la canción que le dedicó a su amigo Chris Burden, un artista de performance que se dedicaba a dispararse a sí mismo: ‘It’s Not the Bullet That Kills You – It’s the Hole’, una disparatada mezcla de country con música mariachi. Y el final es para una sarcástica ‘Only an Expert Can Deal With A Problem’, muy Talking Heads, que se convierte en una locura de vientos, con Laurie al violín repitiendo eso de “Solo un experto puede lidiar con el problema”. Necesaria. Mireia Pería
A última hora de la tarde la diosa Sevdaliza se sube al escenario Santander (uno de los principales) y ofrece un show divertidísimo. Sevdaliza saca a Villano Antillano para cantar juntas su single conjunto, ‘Ride or Die’, estrena su colaboración con Grimes (que es con la Grimes real, no con la Grimes creada por inteligencia artificial) y, al final del set, mete una tralla makinera que nadie sabe de dónde ha venido, pero que entra de miedo. Por otro lado, Sevda tiene tiempo para contarnos que ahora es una artista independiente y que su aventura musical «solo acaba de empezar». El público reunido frente a Sevdaliza es multitudinario (nada que ver con sus tímidos shows en otros festivales), quizá porque ella sabe que lo que quiere la gente es fiesta pura y dura. Y ella la da. Además, nos regala esta coreografía que, si no se ha convertido ya en meme, lo hará en breve. Jordi Bardají
Sharon Lopez
Ver toda la performance de Laurie Anderson en el Auditori hace que nos perdamos unos buenos quince minutos de Caroline Polachek en el escenario Estrella Damm (leo en el setlist que me he perdido ‘Welcome to My Island’ y ‘Bunny Is a Rider’, snif, snif). Entramos mientras suena ‘Sunset’. No sé si es porque la gente está esperando a Rosalía, pero haca tiempo que no éstaba en un concierto donde la gente pasara tanto de la actuación. A nuestro alrededor, decenas de personas charlando. Y eso que la Polachek no puede sonar mejor. Pero nada que no se arreglara sumergiéndonos en las primeras filas, con los verdaderos fans. Por suerte, es fácil moverse y acabar rodeada de gente que canta hasta la última estrofa como si fuera la vida en ello, justo cuando toca ‘I Believe’, quizás mi favorita de ‘Desire, I Want to Turn Into You’.
Caroline va con banda, lo que reviste aún más y mejor sus canciones. Realmente, no le haría falta, porque es de las mejores intérpretes, categoría absoluta, que te puedes encontrar en la actualidad: qué voz, qué alardes, qué expresividad, qué dominio del escenario… Y qué canciones, claro. No tiene ni a Dido ni a Grimes para defender con ella ‘Fly to You’, pero tampoco hace falta. Caroline se mueve respondiendo perfectamente a la canción. También recupera temas de ‘Pang‘. En la homónima, entona cada “Pang!” como si fuera algo definitivo, algo para grabar en la memoria. Hay pajaritos y atardeceres en la pantalla para acompañar a una bucólica ‘Blood and Butter’. Pero donde brilla especialmente su arte interpretativa es en ‘Billions’. Hace como que recoge las estrellas del cielo y nos la lanza de nuevo. Y cada vez que canta “say, say, say!” la gente lo repite con devoción. Como devoción entre les fans despierta ‘Caroline Shut Up’, otra de las recuperaciones de ‘Pang’. Es el auténtico momento baladón para dejarse llevar. Pero para dejarse llevar, la fiesta que se monta en ‘Smoke’, sus “para-para”, Caroline se echa de rodillas, se mueve con perfección milimétrica. Y cuando cae la archicoreada y fantástica ‘So Hot You’re Hurting My Feelings’, me encuentro con que estoy imitando la coreografía, incluído el de abanicarse como si te estuviera dando un sofoco. Me dejo la poca voz que me queda. Caroline nos tiene en lo más alto. De repente nos dice que disfrutemos de Rosalía y se evapora del escenario. ¡Diez minutos antes de la hora prevista! ¡Pues queríamos más! Caroline (y nosotros) lo merecemos. Mireia Pería
Måneskin, tópicos y apoteósicos
Clara Orozco
Mucho jiji-jaja con que qué pintan Måneskin en el Primavera Sound, que mira que solo voy por ir a tirarle las bragas a Damiano… Pero te descuidas un poco y te han abducido y encima te montan uno de los mejores conciertos del festival. Por lo menos, el más divertido. Su música está llena de poses rockistas, de efectismos, sus canciones recuerdan a otras mil, de ‘Smells Like Teen Spirit’ a ‘Sweet Dreams’. Pero tocan muy bien, tienen carisma y son muy guapos. Todos. Especialmente, claro, Damiano. A pesar de que luce un corte de pelo terrible (rapado y teñido platino) sigue siendo un dios. Tiene la belleza, pero también la voz y las hechuras de frontman de primera. Sí, nos bañan en todo lo que he dicho antes (poses rockistas, efectismos, etc). Pero a esa hora y a ese volumen es lo que necesitamos. Y más, si estás rodeada de fans y de italianos. Durante los primeros minutos las pantallas nos muestran a Kelela, que está acabando en el contiguo escenario Brugal. Abucheos, queremos a Damiano. Enseguida lo tenemos.
Måneskin tienen mucha fe en su presente. La suficiente como para cantar a las primeras de cambio ‘Zitti e Buoni’, el tema con el que ganaron Eurovisión, para locura de un público que la canta entregadísimo. Damiano se deja querer y manosear por las primeras filas, Damiano hace crowdsurfing… También hace sus pinitos en castellano, para decirnos que van a cantar una canción que la gente le dice “que está cansada de escuchar. Pero a nosotros nos importa un coño” (literal) y se ponen con el ‘Beggin’’de The Four Seasons.
Pero Damiano no es el único que quiere protagonismo. La bajista baja no para de agitarse, se baja del escenario para acercarse a los fans, para desesperación del personal de seguridad, se enzarza a duelos de guitarrazos con el guitarrista, que también se pasea ufano arriba y abajo y por la pasarela. Incluso en algún momento nos pasa por delante perseguido (de nuevo) por el personal de seguridad, que no parece muy contento. Para poner las cosas en su sitio y dirigir la atención donde toca, Damiano se quita por fin el exiguo chaleco que le cubre y nos muestra su torso desnudo mientras canta ‘I Wanna Be Your Slave’ (y nosotros el tuyo), mientras lleva el público donde quiere: ahora os agacháis, ahora os levantáis… Para ‘Mammamia’ hasta las más cínicas del lugar nos hemos rendido, bailado y reído. El cierre no puede ser más tópico y apoteósico: decenas de fans bailando en el escenario mientras los Måneskin lanzan la traca final de todos sus manierismos rockeros. Son como si los Spinal Tap fueran jóvenes y guapos. Pero diantre, como dice una amiga: si ganaron San Remo, fue por algo. Mireia Pería
La vuelta a casa de Rosalía
Sharon Lopez
En los minutos que anticipan la actuación de Rosalía en Primavera Sound la expectación es electrizante. Rosalía está programada a las 2 de la madrugada, pero a nadie le importa, parece que todo el festival ha venido a verla. El océano de gente es abrumador, pero sabemos que el Motomami Tour no es el típico concierto: realmente la gracia es ver lo que pasa en el escenario a través de las pantallas, lo cual hace que ver el show sea muy agradecido incluso para quienes no son capaces ni siquiera de vislumbrar el escenario desde su posición.
El show empieza puntual, con el sonido de motos y los bailarines apareciendo en fila con sus cascos lumínicos. Cuando el público advierte a Rosalía, enloquece, más aún cuando Rosalía se quita el casco y destapa su cara y melena: el aura de Diosa, de diva absoluta, es arrollador. Suena ‘SAOKO’ y el bajo volumen (al menos para las filas de atrás) le resta impacto al principio del show. Rosalía arreglará el problema después, en ‘Hentai’, cuando descubra que la gente le está pidiendo que suba el volumen porque no se le oye.
El concierto de Motomami Tour que Rosalía está presentando en este tramo de la gira no es exactamente el mismo que vimos el año pasado. Los números siguen siendo los mismos, salvo porque algunos se han suprimido (el corte de trenza) y otros se han añadido (el remix mákina de ‘Despechá’, las canciones del EP con Rauw Alejandro). Rosalía va en patinete en ‘Chicken Teriyaki’, canta ‘Diablo’ tirada en un sillón, pone cara de asco en ‘Bizcochito’, en ‘La noche de anoche’ baja del escenario y acerca el micrófono a sus fans para que canten por ella. Pobres, espero que no vean el vídeo después. Por alguna razón, a Rosalía le ha dado por cantar una versión de ‘Héroe’ de Enrique Iglesias, una canción que no estoy muy seguro la gente recuerde hoy en día. Claro que, si a Rosalía le importara lo que piensa la gente, no estaríamos hablando de esto.
El show evidentemente hace un uso fundamental de las cámaras. El montaje del vídeo es efectista y consigue que las coreografías ganen fuerza. En el Motomami Tour, la cámara ES el público, a la cámara Rosalía dedica sus miradas más fieras y también las más tiernas. La audiencia asume el papel de esa “sociedad del espectáculo” que se interpone en la relación de Rosalía con las cámaras.
Pero Rosi rompe la cuarta pared en varias ocasiones para dirigirse a la audiencia. Habla en catalán y cuenta que ella siempre ha sido fan del Primavera Sound y que recuerda ir a muchos conciertos y “ponerse fina”. Tiene grabado en la memoria el show de Grace Jones de 2017: dice que entonces soñaba con ser cabeza de cartel del festival, y da las gracias al público por ayudarle a “cumplir su sueño”. Además, señala que el Primavera “es el festival en el que he tocado más veces, si no me equivoco”.
Rosalía está especialmente contenta de tocar en casa. Recuerda las palabras de su abuelo Jaume: “es muy triste la vida del artista”. Ella no está de acuerdo con que la vida del artista sea triste, aunque algo de razón le da. Pero dice que a veces echa de menos las calles, los olores, de esta ciudad. El público por supuesto la arropa con todo el calor posible, y juraría que Rosalía se emociona. Al menos, es lo que parece observando las pantallas gigantes, que hasta los poros de su piel capturan con extrema precisión.
El repertorio del show tiene sus más y sus menos. ‘Malamente’ suena algo deslucida, además de recortada; las canciones del EP definitivamente no igualan en fortaleza las de ‘Motomami’. Se echa de menos alguna novedad: ‘Tuya‘ sale en nada. A Tokischa, que tocaba antes, no se le ve el pelo ni en ‘Combi Versace’ ni en ‘Linda’. Se entiende: el show está coreografiado al milímetro y no admite improvisaciones de ningún tipo. El cierre con ‘CUUUUuuuuuute’ es brutal, otra canción que en directo cobra una dimensión superior. Un trallazo. La sensación de haber visto algo único, diferente a todo, es palpable. Rosalía está definitivamente en la cima. Jordi Bardají
La apisonadora de St. Vincent
El show de St. Vincent -previo al de Rosalía- también tiene algo de teatro, y no por la decoración deliberadamente naíf, como de cartón piedra, que preside el escenario (que me encanta). Annie Clark, a su peluca rubia pegada, interpreta a una especie de Marilyn Monroe a la que le han regalado una guitarra eléctrica. En su chaqueta se lee “Daddy” (el de su disco) y sus expresiones faciales parecen imitar las de ‘I Wanna Be Loved By You’. Casi parece que se va a marcar un “doop-doo-de-doop” en algún momento.
Si no fuera, claro, porque lo de St. Vincent es un show de rock. Y vaya show. El sonido es excelente, las guitarras atruenan, arrolladoras, imponentes, robustas como un monstruo. Ella canta como los ángeles. Clark es una auténtica estrella, puro carisma sobre las tablas. ‘Digital Witness’ inaugura el concierto con bravura, ya en ‘Down’ mete una tralla brutal, en ‘New York’ se da un baño de masas. En los solos parece directamente follarse las guitarras. Annie se revuelca por el suelo. Bebe un poquito de (lo que parece) whisky. Su “ayudante”, vestida de camarera, aparece en el escenario de vez en cuando para recoger cosas y se da un baile en ‘Fast Slow Disco’. Decadente, tristona, Clark se quita el pintalabios con un pañuelo pero, a continuación, en el electrofunk de ‘Pay Your Way in Pain’, llega la catarsis y Clark se queda a gusto pegándose unos gritos ensordecedores.
Cuando Annie se dirige a la audiencia, también lo hace desde ese papel de chica rubia ingenua que ha preparado para la ocasión. En Español nos ofrece un brindis y además nos cuenta que “todo el mundo tiene una ciudad favorita, y yo me he enamorado de Barcelona”. Y nosotros de ella. Jordi Bardají
La magia frustrada de Kelela
Christian Bertrand
Acudo al show de Kelela con muchas ganas. El inicio es maravilloso: ‘Washed Away’ nos envuelve mientras Kelela canta detrás de una pantalla que proyecta colores translúcidos. La transición de la luz azul a la naranja, con la silueta de Kelela situada en el centro, es mágica. Sin embargo, en la segunda canción, a Kelela se le apaga el micrófono y su voz no se escucha. Ella tarda en darse cuenta de que, desde la pista, el público le está avisando de que suba el volumen, que se no le oye. Ella no da crédito: “¿no me escucháis nada de nada?”. Tampoco entiende qué está pasando. Digna, abandona el escenario, pero tarda casi media hora en volver a aparecer. Sus fans, leales, no abandonan.
Cuando Kelela vuelve a emerger en el escenario, el público le baña en vítores y aplausos. Repite ‘Washed Away’, por fin ‘Happy Ending’ suena como debe sonar, le siguen los hits de ‘On the Run’, ‘Contact’… Las canciones de ‘Raven’, su nuevo disco, suenan sublimes en vivo, Kelela es una diosa en el escenario, el público le baña en aún más aplausos. Cae algún tema viejo, como ‘Bank Head’, que sigue sonando un siglo por delante, sobre todo en directo, pero me tengo que ir a ver a Calvin Harris y abandono el show de Kelela con mucha pena. Jordi Bardají
La brocha gorda de Calvin Harris
El cambio, digamos, es como pasar de una delicatessen cinco estrellas a una hamburguesa barata. Una hecatombe, realmente, en comparación, cuando recuerdas lo que te estás perdiendo. Calvin ha preparado el show de EDM más predecible posible y se limitar a pinchar sus hits enlatados sin ningún tipo de vergüenza. Se suceden uno otras otro ‘I Need Your Love’, ‘One Kiss’, ‘Slide’, ‘How Deep is Your Love’, ‘We Found Love’, ‘Promises’… Calvin brama a su público, engorilado, y los golpes de efecto (luces, chorros de humo) también anteponen la inmediatez a la sutileza. El público responde enloquecido. Por detrás, algunos, damos poco crédito. Ni siquiera las transiciones entre canciones son dignas. ‘Miracle’ aporta frescura al ser el hit más reciente, pero suena peligrosamente pastiche y como sacada de los 90. No seremos nosotros quienes digamos que Calvin no ha construido un catálogo de hits imponente en la última década, pero su show de EDM de brocha gorda no es lo que más apetece ver en este contexto. En ninguno, diría…
La tentación de seguir estirando la historia de la familia Roy debe haber sido mucha. En primer lugar, desde un punto de vista creativo. El final de la serie tiene un cierre perfecto, pero no finiquita las posibilidades de continuar con la saga. No en vano, ‘Succession’ siempre ha sido una versión satírica, sofisticada y profundamente pesimista de culebrones como ‘Dinastía’ (220 episodios) o ‘Falcon Crest’ (227 episodios). En segundo, económicamente. Si bien ‘Succession’ no es la serie que más audiencia tiene de HBO (no es ‘The Last of Us’), sí es de las que más repercusión y conversación mediática genera, algo que luego se traduce en suscripciones.
Seguro que a su creador, Jesse Armstrong, le han ofrecido hacer la quinta temporada (lo que antes era un número redondo para las series de prestigio). Y casi seguro que ya hay algún ejecutivo de Warner barruntando la posibilidad de realizar un spin off a la manera de las exitosas ‘Better Call Saul’ o ‘La casa del dragón’. Por falta de personajes no va a ser: ¿el primo Greg? ¿El magnate tecnológico Lukas Matsson? ¿Logan de joven, al estilo de ‘El padrino II’?
La cuarta temporada de ‘Succession’ ha rayado a gran altura. Misma refinada esgrima verbal (a veces pelea a navajazos en el barro), misma lucidez analítica y mismo equilibrio tonal que en las anteriores. Los personajes siguen siendo igual de mezquinos y detestables, pero también patéticos e infelices, tanto que los terminas comprendiendo e incluso cogiéndoles cariño. Y continúan las frases para enmarcar, la mayoría dichas por el personaje de Tom: “La información es como una botella de buen vino: la guardas, la escondes, la reservas para una ocasión especial y se la partes en la cara a alguien”.
En esta temporada, además, se ha rebajado un poco ese estilo de falso documental a lo Dogma o ‘The Office’, que estaba más pasado de moda que buscar pokémons. Armstrong y Mark Mylod -el director que más episodios ha realizado, conocido últimamente por la película ‘El menú’- han optado por un estilo más clásico, una puesta en escena casi invisible que le va mucho mejor. ‘Succession’ nunca ha sido una serie que destaque por su inventiva expresiva y sus imaginativas soluciones estilísticas, pero en esta ocasión hay una destacada excepción: la escena del avión del capítulo tres.
Con todo (termino con SPOILERS), la serie ha mostrado en esta temporada algunos síntomas de agotamiento. La parte central, entre el inesperado giro del principio y los tres impresionantes capítulos finales (‘América decide’, que coincidió con las elecciones del pasado mayo en España, fue particularmente revelador), ha bordeado lo repetitivo. Mucho salivazo sarcástico y cuchillada verbal, mucha traición por aquí y por allá, pero poca sustancia y progresión dramática.
Por esa razón, la decisión de Armstrong de ponerle la guinda al pastel -¡y qué guinda!- me parece acertadísima. El círculo se cierra. La imposibilidad de la sucesión se confirma. No hay más rey que quien forjó el reino. ¡Qué suene la música de Nicholas Britell!
El viernes en Primavera Sound 2023 a Skrillex se le incendió un foco (lo de «fire, fire» iba en serio, no era jerga dubstep), y tanto Depeche Mode como Christine and the Queens dieron los mejores conciertos de la jornada, con perdón de Sparks. Kendrick Lamar, uno de los platos fuertes, no terminó de crecerse como esperábamos, y asistimos a la reunión de The Moldy Peaches después de 20 años.
URGENTE – @Skrillex detiene su show en primavera sound Barcelona por un incendio en una de las luces del escenario Estrella Damm. 02.35 am pic.twitter.com/4z4K4cpKQ8
El concierto de Beth Orton en el Auditori es toda una exquisitez. Ella está tras el teclado, le acompaña una banda jazzística, en la que manda el clarinete. Hacen una introducción larga, atmosférica, casi lluviosa de ‘Weather Alive’, que enlaza con ‘Friday Night’ de manera orgánica. La voz de Beth es trémula y poderosa a la vez, suena todo tan bonito que sobrecoge. En ‘Lonely’ se desborda sin abandonar las premisas más jazz. Nos dice que hace mucho que no viene a Barcelona, y que nos va a cantar dos canciones antiguas. Se levanta y coge la guitarra para entonar ‘Someone’s Daughter’ y ‘She Cries Your Name’, de ‘Trailer Park’. Declama como si la vida le fuera en ello y dibuja unas filigranas preciosas a la guitarra. La lástima es que la tengo que abandonar porque quiero llegar a tiempo a uno de mis conciertos más esperados: The Delgados. Mireia Pería
Emma Polock bromea con que la última vez que The Delgados vinieron a Barcelona fue hace ya 20 años. Creo que delante del escenario Cupra estamos exactamente los mismos que los vimos en el Razzmatazz en 2003. Alun Woodward va con una camiseta de ¡Marco Pantani! Y Emma con un vestido azul. Ninguno se quita las gafas de sol en todo el concierto. No pueden molar más. Y no parece que hayan pasado veinte años, porque sus canciones suenan tan tersas y magníficas como siempre. Además, para la ocasión han traído cuerdas y hasta una flauta travesera. Abre Alun con ‘No Danger’ y oh, es como volver a casa. Emma se queja divertida de que no le funciona el monitor “fingers crossed”, espeta. Pero no se nota cuando canta otro gran clásico de ‘The Great Eastern’, ‘Accused of Stealing’.
Después de un arranque tan bueno, todo se torna un tanto lánguido… Hasta que llega su gran clásico, ‘Coming From the Cold’, con esa melodía mágica, ese estribillo embrujado y todo es hechizo otra vez. Y para acabar de liquidarnos, ‘The Light Before We Land’, qué bien las canta Emma y qué bien quedan las cuerdas. Y claro, del ‘Hate’ tenía que caer otro de sus clásicos: ‘All You Need Is Hate’, su villancico envenenado cantado. Oh, cómo echaba de menos toda esa mala leche escocesa disfrazada bajo una capa de azúcar. Y ahora, por favor, que no tarden otros 20 años en volver. Mireia Pería
El Auditori del Parc del Fòrum anida algunos de los conciertos más interesantes de cada edición de Primavera Sound. Vuelve a ser un privilegio asistir a un set de Julia Holter, autora de uno de los mejores discos de la década pasada, ‘Have You in My Wilderness’, y también del fascinante e inabarcable ‘Aviary’, uno de esos discos que seguir descubriendo con los años.
Acompañada de su banda, e instalada detrás de su teclado, Holter presenta un repertorio de temas nuevos y viejos. “Wilderness” es el más mimado de todos sus discos publicados. En los temas nuevos, como ‘Sun Girl’ o ‘Evening Mood’, se aprecian influencias del jazz o experimentales, reluce el clavecín de ‘Sea Calls Me Home’, ella sigue cantando como los ángeles y el final con ‘I Shall Love 2’ es todo lo mágico que cabe esperar. Jordi Bardají
Sparks se pasan el juego
Christian Bertrand
Lo suyo es un abuso, directamente. Derroche de energía, de hits, de todo. Todos los que estamos en las primeras filas además somos fans fatales, multitud de veinteañeros incluidos. Es increíble la voz y el carisma que exuda Russell Mael, enfundado en un traje de satén negro y rojo subido, mientras Ron en su sitio, tras el piano. Abren con ‘May We Start?’ de Annette, por supuesto, perfecto arranque y presentación. Cae ‘The Girl Is Crying in Her Latte’ seguida de una de mis favoritas, ‘Angst in My Pants’. ‘Nothing Is as Good as They Say’ es recibida ya como un clásico. Pero para clásico una loquísima y pletórica ‘Balls’, que nos hace sudar la gota gorda. Russell baila, salta, y logra que hasta canciones tan esquinadas como ‘The Shopping Mall of Love’ suenen a hits redondos. Además, es uno de los escasos momentos en que Ron se levanta para recitar su parte. Russell dice «love», Ron replica «yeah», y cada «yeah» es acompañado con nuestras palmas. A partir de aquí el acabose: éxitos por un tubo, sparkcidad a máxima potencia: ‘We go Dancing’, ‘Bon Voyage’, momentos de puro baile como ‘Music that You Can Dance to’ o la increíble ‘When Do I Get to Sing ‘My Way’’. Aquí diría que me he dejado la garganta… o quizás en ‘The Number One Song in Heaven’ (y en ese momento, en nuestros corazones), en el que Ron vuelve a salir a bailar. Para ‘This Town Ain’t Big Enough for Both of Us’ ya estamos rendidos, botando, dichosos. Mucha gente se ha ido a coger sitio para Depeche Mode. Craso error. Se han perdido a los vencedores de la jornada. El de Sparks es de esos conciertos que justifica seguir en este mundo. No puedo acabar más exhausta. Ni más feliz. Mireia Pería
El regreso de The Moldy Peaches
Entre los primeros conciertos de la jornada que son un “must” en cualquier ruta se encuentra el de Moldy Peaches. El grupo de “antifolk” se ha reunido después de 20 años y su concierto en Primavera Sound es uno de los primeros que ofrece en 2023. De repente, el Primavera Sound vuelve a su época inicial con un show de puro indie-pop al que vale pena acercarse solo para recordar cuán pioneros han sido Moldy Peaches en eso de hacer indie desde casa, antes de que conociéramos esa cosa llamada “bedroom pop”.
La entrada de los integrantes de Moldy Peaches al escenario es brutal, pues aparecen disfrazados, uno de zebra, otro de domador de circo, otro enfundado en el pijama de Peter Pan. Adam Green, eterno adolescente, ni siquiera va disfrazado: va de él mismo. Kimya Dawson, la última en aparecer, irrumpe en el escenario como un cohete desde su silla de ruedas (por sus problemas de salud) con la cara completamente pintada de rojo y blanco, una capa dorada y una gorra de champiñón que asemeja la de Toad de Mario Bros.
Con todos los miembro de Moldy Peaches fijados en posición, el grupo va desgranando las canciones de su repertorio, tan simpáticas y sencillas, abriendo con la mítica ‘Lucky Number Nine’; y, de vez en cuando, interactúa con el público. Kimya habla con un fan neoyorquino, Adam recuerda los tiempos en que escribía canciones en su habitación, con 15 años. Al grupo le sorprende lo abarrotada que está la pista y no cabe duda que muchos de los presentes se han acercado a su concierto para no perderse ‘Anyone Else But You’ en vivo. Jordi Bardají
Depeche Mode, pletórico cabeza de cartel
Eric Pàmies
Sospecho que en el resto de escenarios va a haber sitio de sobra, porque absolutamente todo el mundo está aquí, delante del escenario Santander, para ver a Depeche Mode. Creo que en todas las ediciones que llevo de Primavera jamás había visto la explanada de Mordor tan atestada de público. Tanto que, por un momento, entro en pánico cuando arranca ‘My Cosmos Is Mine’: no logro ver el escenario y no van las pantallas.
Afortunadamente, el escenario Santander está situado en el fondo de una pendiente, logro una buena atalaya y las pantallas empiezan a funcionar, lanzando unas imágenes muy videocliperas (la realización es a ratos un tanto mareante). Tengo visión lateral: no voy a poder degustar bien los audiovisuales del grupo. Pero a cambio tengo una una perspectiva perfecta de lo que me interesa: Dave Gahan, el mejor frontman del universo (con permiso, esta noche, de Russell Mael). Qué voz, qué poses, qué sexy, qué todo. A su lado, Martin Gore situado bien adelante, ejerciendo de guitarrista. Es raro verlos ahora como solo dúo, aunque van acompañados de sus fieles Peter Gordeno a los teclados y Christian Eigner a la batería. El sonido es muy bueno. Incluso ensordecedor, lo que es perfecto para tapar conversaciones ajenas y concentrarse solo en la música. Tras ‘Wagging Tongue’, Depeche Mode hacen algo parecido a Sparks: unas poquitas del disco nuevo primero, hits por un tubo después. Pero muy bien escogidos, además, porque se van más allá de la sota, caballo y rey, centrándose algo más en los últimos 25 años que en la época de los 80.
Porque la traca se inicia con ‘Walking in My Shoes’. Dave ha tardado poco en despojarse de la chaqueta, ya se pone al borde del escenario chuleando y nos hace cantar el estribillo. ‘It’s No Good’ suena muy bien y la cámara no pierde comba para mostrarnos los giros y contoneos del culo de Dave. Pero mejor todavía es ‘In Your Room’, que abre tranquila para convertirse en una orgía de ruido intensa, con Martin ejerciendo de guitar hero. ‘Everything Counts’ es el primer éxito ultracoreado. Para Depeche Mode la organización ha colocado una pasarela por la que, claro, Dave pasea y se pavonea para alegría de las primeras filas.
Después de ‘Precious’, Gahan se evapora del escenario. Porque es el momento en que Martin canta la maravillosa ‘Home’, que suena todo lo hermosa y majestuosa que es. Martin también se deja querer y se queda un rato en la pasarela, recibiendo un baño de masas. Nos jalea y todos acabamos haciendo “lololo” con la melodía final durante un buen rato… hasta que Dave regresa para reclamar lo que es suyo. Y ‘Ghosts Again’, su momento más New Order, ya tiene aroma de clásico y es recibido como tal. Increíble es la respuesta del público a los primeros versos de ‘I Feel You’, o la versión rock y acelerada de ‘A Pain that I’m Used to’. Dave menea su trasero con profusión, para regocijo del respetable. Recuperan una particular favorita mía, ‘World in My Eyes’, con recuerdo al llorado Andy Fletcher: su rostro en pulcro blanco y negro, en la época de ‘101’, reina en la pantalla.
A partir de aquí, sube aún más la intensidad. ‘Stripped’ es avasalladora, tras un arranque atmosférico. Y hay una magnífica recuperación en forma de ‘John the Revelator’, una de las mejores canciones de ‘Playing the Angel’. Dave se planta en mitad de la pasarela y llega la apoteosis: ‘Enjoy the Silence’. Ahí el estribillo es cantado a cuello por todos los presentes, logramos traspasar hasta el atronador sonido para que llegue nuestra voz. Martin y Dave se ponen un poco locos, incluso bailan un zapateado improvisado (??) y convierten el final en una especie de jam improvisada.
Se despiden y se van, pero sabemos que no. Ahora tocan los bises, empezando con la inevitable ‘Just Can’t Get Enough’. Por un momento, sufro con que sea la última, porque la alargan, meten eos y parece que no van a acabar nunca. Afortunadamente, viene ‘Never Let Me Down Again’ a mi rescate con la fuerza de un tsunami. Es espectacular mirar a todo lo que da el público y ver toda una marea de brazos agitándose. ‘Personal Jesus’ es el cierre final. A Dave y Martin les cuesta irse del escenario. Se despiden largo rato. Nosotros tampoco les «hubiéramos dejado ir«. Siguen pletóricos y emocionantes. Mireia Pería
El agridulce show de Kendrick Lamar
Sharon López
Haber visto todo el concierto de Depeche Mode en una pendiente no ha sido muy bueno ni para pies ni espalda. Además, cometo un error de novata tratando de buscar sitio para Kendrick Lamar. El inicio del show me pilla atravesando la muchedumbre tratando de alcanzar el lateral. Una marea de gente me rodea y dificulta el paso. Kendrick está abriendo con la intro de ‘The Heart 5’ para engancharla con ‘N95’. Sufro porque no logro ver nada, porque no puedo salir. Cuando al fin emerjo, me doy cuenta de que el show de Kendrick no era el que esperaba, el que presentó el año pasado. Delante de una tela que representa un cuadro costumbrista pintado a lo Gauguin, Kendrick va desgranando su verbo tenso y pulcro, casi tapado (chándal enorme, gafotas, gorra con visera lateral): ni rastro de la corona de espinas. No hay músicos visibles en el escenario, aparte de un técnico a los platos. Lo que sí hay es un cuerpo de baile que va apareciendo y desapareciendo. El público es muy joven, a diferencia del de Depeche Mode, y principalmente extranjero.
El show de esta noche no está basado en su disco ‘Mr. Morale & The Big Steppers’, sino que es un compendio de su carrera. Y resulta un concierto un tanto agridulce: el sonido es buenísimo, Kendrick pasea su peculiar carisma, algo frágil y tierno a pesar de toda la dureza que expresa su música, su fraseo es magnífico. Pero también el concierto es arrítmico. Muchas canciones no suenan enteras. Hay parones que se alargan demasiado entre canción y canción. Y has de estar bien situado para apreciar el ejercicio de coreografía en toda su magnitud (las pantallas verticales tampoco ayudan).
Las canciones son fantásticas, por eso. Y algunos momentos, también. ‘King Kunta’ es coreada masivamente, aunque acabe de manera abrupta. Hay momentos álgidos que acaban demasiado pronto: de ‘Swimming Pools’ apenas cae una estrofa, ‘Loyalty’ también aparece fragmentada… Pero a cambio ‘DNA’, con sus flashes de luces bañando a flashes a Kendrick solo, y su apocalipsis sonoro, con todo el público cantando, es maravilloso. En ‘Rich Spirit’ es fantástico verle jugar con los silencios. En ‘Humble’ es increíble la sinergia que se monta cuando sale el cuerpo de baile, totalmente masculino, con mandiles y gafas oscuras, actuando como autómatas, aquí el show está yendo a más. ‘Count on Me’ suena a pequeño bálsamo. En ‘Money Trees’, con el cuerpo de baile despliega todo el poderío. Pena de parones, que hace que no acabe de fluir. Pero luego aparece Kendrick solo para acabar ‘Bitch don’t Kill My Baby’. ‘Die Hard’ suena particularmente alegre, pero estamos ya hacia el final del show y cada parón largo suena a ¿se ha acabado el espectáculo? No, porque el cuerpo de baile vuelve en ‘Alright’, otro momento álgido. Aparece Baby Keem para cantar ‘Family Ties’. El final real es ‘Savior’. “Bitch, are you happy for me?”, repite Kendrick. Por ti sí, pero no por mí. Porque creo que no he sido capaz de captar del todo la grandeza del show de Kendrick. Mireia Pería
El drama de Christine and the Queens
Ni haber asistido durante años a mil festivales puede preparar a nadie para el show que ofrece Christine and the Queens. Si lo de Perfume es suis generis, esto también. Christine desarrolla un espectáculo teatral, guionizado, en el que interpreta un alma perdida; un espectáculo en el que el mismo público asume un papel, el de ángeles en la tierra, asignado por el propio artista a su audiencia, desde la tarima.
El contexto es esencial: Christine está presentando dos discos conectados el uno con el otro, ‘Redcar les adorables étoiles’ y ‘Paranoia, Angels, True Love’, introducción y desarrollo de una historia inspirada en la obra de teatro ‘Angels in America’ de Tony Kushner, que narra la historia de un grupo de personas enfermas de sida que reciben la visita de ángeles desde el cielo. Christine utiliza el concepto de ‘Angels in America’ para contar su propia historia de transformación (de mujer a hombre) y, de hecho, emerge en el escenario enfundado en una enorme falda blanca, que después se quita, como mudando de piel.
El show obliga a levantar la cuarta pared desde el segundo cero, como si estuviéramos en una obra de teatro. Entre las canciones, que se van sucediendo con un sonido excelente, Redcar (así se llama el personaje de esta historia) interpreta dramáticos monólogos, completamente entregado al personaje, en los que habla sobre estar sumido en la soledad, “atrapado en un cuerpo” a la vez que busca la aceptación de esos ángeles que le observan en la distancia. Como un caballero sin armadura, Redcar encuentra consuelo en la magia de la música: se repite durante el concierto, a modo de leitmotiv, que la “música me lleva a ese lugar”.
Al show de Redcar le habría beneficiado, como él mismo reconocerá, una puesta en escena más elaborada, pues es el público el que debe ponerle imaginación a muchas de las escenas ideadas por el francés. Sin embargo, Christine and the Queens (o King Christine, entre sus muchos alias) se basta y se sobra a él solo en muchas ocasiones, y por ejemplo es emocionante verle dedicar la última canción, ‘To be honest’, a la luna, a la que lanza un beso desde el escenario.
Suena intenso y lo es: el show de Christine es extremadamente dramático de principio a fin, y las canciones acompañan. ‘Saint Claude’ es uno de los clásicos recuperados, pero son las nuevas las que cuentan esta historia de manera más convincente. ‘Ma bien aimée bye bye’ es un inicio inmejorable y Redcar no puede estar en mejor forma vocal. El desahogo industrial de ‘Let Me Touch You Once’, que se estrena en vivo, otro de los momentos álgidos y, la épica guitarrera de ‘Track 10’, el Everest del show.
Da curiosidad escuchar a Madonna recitar sus interludios, pues mucha gente desconoce que es suya la voz que se oye hablar durante el concierto. Pero es Redcar quien roba toda la atención con sus bailes salvajes y sus expresiones de pura pasión, una pasión completamente fuera de época y que corre el riesgo de ser infravalorada e incomprendida. Jordi Bardají
Es un shock pasar de Christine a Kyary Pamyu Pamyu, que ofrece en el Dice su típico show ultracuqui y multicolor. Acompañada de sus dos bailarinas, vestidas como de payaso, Kiriko Takemura aparece en el escenario enfundada en un vestido de estilo barroco pero de color rosa pastel, en contraste con las contundentes bases de sus canciones, que ya eran hyperpop antes del hyperpop.
El concierto de Kyary Pamyu Pamyu es una locura kawaii de coreografías infantiles, brazos en el cielo y pop en esteroides. El público cumple las órdenes de Kyary de desfilar hacia la izquierda, luego hacia la derecha, o de ondear los brazos de un lado a otro, al compás de la música. Kyary, maestra de ceremonias, alterna el “gracias” con el “arigato” y ejecuta sus coreografías con precisión. Aunque en eso destacan más sus bailarinas, que no se detienen en ningún momento,
La música hay que verla para creerla. Del “Pom Pom Pom” y el “Candy Candy Candy” pasamos a un drop de brostep tipo Skrillex durísimo que el productor, Yasukata Nakata de Capsule, ha calzado sin venir a cuento, y que añade más surrealismo a la locura generalizada, tanto como el beat EDM a lo Avicii que emerge después en otra de las canciones. Kyary anuncia que la siguiente canción será la “última”, nos hace saltar “por última vez” y el show termina dejando muy poco tiempo de asimilar lo que acaba de suceder. Jordi Bardají
Ethel Cain ha tenido que cancelar su actuación en un teatro de Sydney durante este viernes, al desmayarse en la tercera canción del setlist.
Según informa NME, la autora de ‘Preacher’s Daughter’, uno de los mejores discos de 2022, estaba interpretando ‘A House in Nebraska’ cuando se desplomó. Ante la confusión de sus seguidores, el show fue cancelado a continuación, pese a que algunos observaron que su situación era “estable”.
Pasado un día, Ethel Cain se ha dirigido a sus seguidores de Instagram para anunciar que continuará de gira y que se encuentra mejor: «Hola a todos, lo siento mucho por no poder terminar mi concierto de anoche pero al final toda esta gira y todos estos viajes han podido conmigo. Me siento mejor hoy y estoy emocionada con el concierto de esta noche (domingo 4 de junio). Prometo compensaros a los de anoche, en cuanto pueda. Muchas gracias, os quiero a todos».
En España esperamos a Ethel Cain como parte de la programación espectacular de Cala Mijas. En concreto le toca el sábado 2 de septiembre.
El nuevo videoclip de Janelle Monáe chorrea tanta lujuria como un squirt con la vejiga llena. A medio camino entre la celebración de la dendrofilia, el “bailesito” sensual y Jesús Gil en un jacuzzi, ‘Lipstick Lover’ narra un sueño húmedo -la atracción de la cantante por una princesa azul que la despierta besándola como en un cuento de hadas- enmarcado en un fiestorro piscinero con espíritu de bacanal romana, spring break lésbico y almendrado Magnum.
El vídeo, lanzado como adelanto del álbum ‘The Age Of Pleasure’, admite una doble lectura: los juegos sexuales del clip como preliminares para la “orgía” musical que se prepara en el nuevo disco de la Monáe, como calentamiento previo para alcanzar el éxtasis cuando lo escuchemos. Hay para todos los gustos: desde el más básico perreo culón al más sofisticado retifismo (lamer zapatos), de miss camiseta mojada a fumarse un puro libidinosamente a lo Sara Montiel.
Todo este catálogo lúbrico y simbología sicalíptica está ilustrada por una estética que remite al cine erótico de los 60 y 70, a las nudie cuties o los loops más o menos porno que se exhibían en los locales neoyorquinos de la calle 42. Peliculitas normalmente rodadas en 8mm o Super-8 cuyo formato se imita en el vídeo con ánimo lúdico, evocador y, claro está, provocador.
Kylie vuelve a ser lo más votado de JNSP con ‘Padam Padam’, que además logra ascender al puesto 23 de las listas británicas. Por el Twitter, se ha llevado el 63% de los votos. Suben también Blur, que acaban de tocar en Primavera Sound: ‘The Narcissist’ es vuestra 2ª canción favorita.
Destaca la buena entrada de Lisasinson con ‘Se me ha muerto una flor’, y entran también Melenas, Sparks, Error 97, La Plata y yavy en una de las semanas más underground que recordamos.
Recycled J ha estrenado este viernes ‘Casanova’, su nuevo álbum, y ‘150 CANCIONES’ forma parte de este. Había sido el gran adelanto del mismo. Este nuevo trabajo es bastante sentimental, tristón. Es la otra cara de Jorge Escorial, nombre del artista. Dos caras que se alimentan una a la otra: sensible y vacilón. ‘PA NO VOLVER’ es una de los temas más tristes del trabajo y nuestra Canción del Día para este sábado.
‘PA NO VOLVER’ es la típica canción de pop que es necesaria en esos días en los que necesitas reafirmarte en tu tristeza. Base con una guitarra y voz melódica. Recy sabe lo que hace cuando saca canciones como esta. Habla de una relación fallida, pero no se puede soltar del todo: «¿Quizás lo nuestro había caducado? /¿O quizás que el ciego no quería ver?».
El título del álbum parece augurar canciones del otro Jorge, que hablen de hazañas amorosas pero desde la chulería. No es así. Quizá ‘CASANOVA’ se refiere más a todos esos amores que podrían haber sido lo que no han sido, que han acabado en canciones de pena.
«Mira el monstruo que has creado / Sin corazón». El artista culpa a ese amor de lo que es ahora. A todos nos ha pasado. No son letras complejas pero hablan de sentimientos cotidianos y eso a veces duele más.
Los comentarios sobre el cuerpo de Lizzo han sido una constante desde que se hizo más popular. El acoso que recibe es incansable. Tras la muerte de Tina Turner, la cantante hizo un tributo en uno de sus conciertos. En Twitter, una youtuber estadounidense llamada Layah Heilpern publicó un vídeo de ese momento en el que comentaba cómo era posible que «sea aún tan gorda con lo mucho que se mueve en el escenario». La cantante de ‘Good as Hell’ respondía al tweet diciendo que era lo primero que había visto al entrar a la red social.
Según NME, Lizzo añadió que ese tipo de comentarios tan repetitivos hacen que odie el mundo y que cada vez esté más cansada de tener que explicarse. No es novedad la actitud tan positiva con la que la cantante lleva el acoso al que es sometida en redes sociales o en medios de comunicación, pero no significa que no le afecte. Habló incluso de que las conversaciones alrededor de su físico han hecho que se haya replanteado dejar la música y desaparecer.
La artista cerró su cuenta en Twitter. Pero antes, añadió que «tiene suficiente dinero como para comprarse una granja y no tener que volver a joder con nadie nunca más».
Hace unas semanas que el rapero JC Reyes era noticia por difundir las fotografías falsificadas de Rosalía. En estas, la cantante había sido retocada y parecía desnuda. Rosalía le respondió hasta en dos ocasiones, pero el reggaetonero no se ha disculpado. Por eso, muchos usuarios en redes sociales esperaban que esta actitud tuviese consecuencias en la industria.
Parece que han llegado. Hace unos días se conocía la noticia de que el Summermax Festival, en Cáceres, le eliminaba de su cartel. Desde el mismo festival nos han confirmado esta información.
Según ha informado la Agencia EFE, el Ayuntamiento de Navalmoral de la Mata (que organizaba el evento) ha descartado a JC Reyes por la publicación de estas fotos. «Somos una administración compuesta por hombres y mujeres que estamos completamente convencidos en la consagración y garantía de los derechos, libertades y de igualdad de género, además de la protección a las mujeres que son o han sido víctimas de violencia de género en todo tipo de ataques machistas», han explicado.
Aunque el rapero era cabeza de cartel, el Summermax ha tomado la decisión y ha anunciado que pronto confirmarán un nuevo artista que sustituirá a JC Reyes. Parece que la estrategia de conseguir publicidad a costa de Rosalía no le ha salido muy bien. El tema en el canal de YouTube del artista es uno de los que menos visitas tiene, 327k.
El cuerpo d una mujer n es propiedad pública, no es una mercancía xa tu estrategia d marketing. Esas fotos estaban editadas y creaste una falsa narrativa alrededor cuando ni t conozco. Existe algo llamado consentimiento y todos a los q os pareció gracioso o plausible espero de…
A James Ford le debemos la producción de muchos discos que no hemos olvidado (‘AM’ de Arctic Monkeys), que nunca olvidaremos (‘What’s Your Pleasure?’ de Jessie Ware) o que sí hemos olvidado un poquito (‘Myths of the Near Future’ de Klaxons, ganador del Mercury Prize). Su excelente trabajo con The Last Shadow Puppets, Florence + the Machine o Foals le ha llevado al Olimpo de la producción musical y hasta leyendas como Depeche Mode o ahora Pet Shop Boys han contado con él. ¿Alguien recuerda que, además de todo esto, Ford es integrante de Simian Mobile Disco?
Curiosamente, el único de todos estos nombres que tiene una mínima relevancia en el contexto de ‘The Hum’ es Simian Mobile Disco: con Jim Shaw, su compañero de dúo, enfermo, y sin posibilidad de salir de gira, Ford ha cogido el toro por los cuernos, se ha construido un estudio en la buhardilla de su casa y ha grabado un disco él solo, sin colaboraciones, con la música que simplemente le “ha salido” de dentro.
Esa música no tiene nada que ver con la de los artistas con los que Ford ha trabajado o con la del grupo que le dio a conocer. En ‘The Hum’ Ford visita directamente otro planeta y él mismo crea la música que le gusta escuchar por placer, cuando no está produciendo a las estrellas, como nos explica en una entrevista: aquí hay mucho de Brian Eno solo o con Robert Fripp, de Can, de Soft Machine, de la escena de Canterbury. Y más cosas hay porque el disco es rico en sonidos e influencias: Ford toca hasta 18 instrumentos en él. Tan personal es ‘The Hum’ que James Ellis Ford lo firma con su nombre completo.
Con un equipo instrumental que incluye diferentes teclados y sintetizadores y otros instrumentos como la flauta, el violoncello, el saxofón tenor, el clarinete bajo, el dulcémele y varios instrumentos vibráfonos parecidos al gong o al cuenco tibetano, además del típico conjunto de guitarra, bajo y batería, Ford entrega un disco que es toda una excursión sonora, además grabada en analógico, que se presta a degustarse poco a poco, y que le sirve para volcar en las letras sus preocupaciones sobre el futuro de la humanidad o la muerte.
El baile de flautas de ‘Pillow Village’, una de las pistas más incluidas por el prog, es uno de los primeros momentos destacados. Pink Floyd son una influencia evidente en ‘I Never Wanted Anything’, aunque quizá ellos no habrían escrito una canción de amor paternal que roza lo cursi cuando Ford canta sobre levantarse y dar de comer a los pájaros porque “a veces no necesitas más que eso”. Si nada de esto parece un lanzamiento de Warp Records, la mejor canción del disco, ‘Squeaky Wheel’, incorpora un dulcimer picado y podría ser de Brian Eno, otra de las grandes influencias del álbum.
El uso de los instrumentos en ‘The Hum’ rara vez es virtuoso (el propio Ford lo reconoce) y él no es un vocalista especialmente dotado, pero lo bueno de ‘The Hum’ es que el viaje nunca cae en el tedio. Ahí aportan mucho las canciones que más sorprenden por sus influencias: ‘The Yips’ se anima con un groove robusto a lo Can y, sobre todo, con una seductora melodía oriental inspirada en el catálogo de Habibi Funk. La mujer de Ford es medio palestina y Ford ha querido dedicarle un momento en el álbum. ‘Caterpillar’, por su lado, es una bestia de funk rock que eleva el disco definitivamente con la entrada de una sorprendente melodía de órgano.
Con piezas más ambientales como el drone de ‘Tape Loop #7’ (todo una alfombra mágica auditiva) o ‘Emptiness’, Ford completa un estupendo trabajo de exploración sonora, uno en el que, con gran sensibilidad, el británico investiga los atípicos sonidos con los que se ha criado. Él cuenta que de niño era un poco «outsider» y que su padre le compró una copia de ‘Bleach’ de Nirvana para que se pusiera un poco al día, pero en ‘The Hum’ a Ford no le hace falta seguir ningún camino más que el suyo propio.
Kendrick Lamar y Baby Keem estrenaban hace un par de días su nueva colaboración, ‘The Hillbillies’. La canción samplea el tema de Bon Iver ‘PDLIF’. El título adelanta el carácter de Lamar y Keem, que son primos, en la letra y videoclip.
Hillbillies hace referencia al calificativo negativo que se usa para denominar a los habitantes de áreas rurales en Estados Unidos. Este adjetivo se refiere también a la serie ‘The Beverly Hillbillies’, en la que se narra la vida de una familia de pueblo que de un día a otro se ve con mucho dinero. De cierta manera, los raperos muestran eso en ‘The Hillbillies’.
La confianza y conexión entre los primos es muy notable a la hora de trabajar. Ya lo habían hecho en temas como ‘Range Brothers’ o ‘Family Ties’. Pero en esta nueva canción ambos juegan con comodidad. Se comparan con Messi y Neymar, se responden el uno al otro vacilándose o incluso con estrofas burlonas: «That’s a deep, deep, deep, deep, deep ocean (That twat) / Shorty say she celibate, I’ma keep hopin’ (And free your mind, she’s not)».
EL videoclip está dirigido por Neal Farmer, que ha trabajado con ambos artistas anteriormente, Miley Cyrus, SZA o Travis Scott. Aun así, el vídeo da las mismas vibes de casero y familiar, el director captó bien la dinámica de Lamar y Keen.
Es perfecto apoyo para la letra, retratando a ambos raperos fardando de riqueza -«I don’t buy much / I buy land, bro»-, de la ropa que visten -«I ain’t even gotta fact check / all I’m wearin’ is Wales Bonner»- o de la vida amorosa que tienen -«But Kendrick know I like irregular girls»-. La canción, sin el apoyo visual, no está completa.
A veces el cartel de Primavera Sound hay que vivirlo para creerlo, y ha sido el caso de la primera jornada de la edición de 2023. Han tocado gigantes como Blur y New Order pero en absoluto subestimaría el acogimiento del Primavera al pop de chicas asiático: Perfume y Red Velvet dieron sendos conciertos que seguiremos recordando en el futuro, por lo que tuvieron de peculiares en este contexto.
Pasadas las 18.00 de la tarde llego al set de Black Country, New Road. Su propuesta es de las que cobran sentido en directo, pues es interesante verles en acción resolver sus laberintos sonoros, dialogando los unos con los otros, el violín con el saxofón, el teclado con la batería, en una especie de cubo de Rubik que se va haciendo y deshaciendo a medida que avanza el concierto. Los británicos cuidan tanto los silencios, los momentos en que voz y piano paran el tiempo, como los desarrollos de post-rock más alocados y desgañitados, con gritos a lo screamo y trompetas yendo a su bola. A Charlie Wayne, el batería, le cae una felicitación por su cumpleaños. Jordi Bardají
Accidentes pasan y me encuentro llegando al recinto más tarde de lo que esperaba. Mis contactos me chivan que mejor no intentarlo con Black Country, New Road en Mordor: a esa hora (las seis de la tarde), y en ese lugar, el público se está derritiendo. Así que optamos por la brisa marina y la sombrita del Dice para Built to Spill. Todo ha vuelto a la normalidad. Tras las marabuntas y padecimientos del año pasado, es un placer llegar a Built to Spill en el Dice recién empezado y acercarse sin problemas. Estamos en el Primavera de siempre.
Yo pensaba que Built to Spill eran un grupo de señores. Esa era la memoria que guardaba de ellos. Eran. Ahora a Doug Martsch líder y alma de la banda, le acompañan una bajista y una batería contundentes, Melanie Radford y Teresa Esguerra. Comienzan con ruidaco, pero enseguida pasan a la psicodelia. Lo llenan todo de alegría pop, y la brisita buena ayuda. Hay alborozo cuando tocan ‘Gonna Lose’, la que abre su último disco. Martsch se muestra como un Wayne Coyne versión sobria. Y algo escaso de voz, pero sospecho que es un efecto buscado. Delante de mí, unos tipos se quejan de su poca interacción con el público. Pero los demás no hemos venido a ver chistes: ¡lo que queremos es que toquen! Amplia celebración y palmas cuando tocan su clásico, ‘Carry the Zero’. Hemos arrancado bien la jornada. Mireia Pería
La faceta clásica (aunque ella es autodidacta) también caracteriza el proyecto de Sudan Archives. Como es sabido, Brittney Denise es violinista y en sus conciertos canta y toca el violín. Por un momento parece que ha programado el Primavera Sound el Palau de la Música de Barcelona. Claro que a Brittney no le dejarían salir en el Palau con bikini y pareo, ni hacer perreo en el suelo, ni buscar ligue para la noche, ni exclamar al público que haga “some motherucking noise”. Y claro, sus canciones no son tan clásicas al fin y al cabo: las bases apuntan al R&B y al hip-pop casi en todo momento.
Porque la de Sudan Archives es una propuesta más atípica de lo que parece: ella sale medio en bolas al escenario, cargada con su violín al hombro y, como si fuera Robin Hood, te asesina con su arco (cuando lo saca de su funda, se oye el efecto de una espada siendo desenfundada). A veces, Brittney agarra el violín como si fuera una metralleta y nos apunta con él como si estuviera a punto de aniquilarnos. Pero sobre todo es ella quien clava la mirada en el público desafiante: no va a permitir que salgamos de allí indiferentes. Y con esta energía se van sucediendo las canciones de su excelente último disco, hasta el punto de que no es una opción irse sin ver el final, por lo que pueda pasar. Sudan Archives baila, perrea, aúlla, toca una canción tradicional irlandesa. El público responde encantado. Jordi Bardají
De leyenda noventera, a leyenda noventera. Al final me salto la misa pagana de Ghost para llegar justita a Come en el Auditori. Un concierto que hubiera pegado más sin duda en el Dice. Porque su letanía de rock alternativo maldito nos dolería aún más en un escenario, de pie, dándonos de cabezazos. Pero no hay queja, suenan tan bien como siempre. Thalia Zedek sigue con su voz fiera y doliente, levemente rasposa. Ella es la gran responsable de la tormenta que se nos viene encima. Cae ‘Let’s Get Lost’. Navegan entre la calma crispada, que rompen con furia. Nos dejamos mecer por los espacios calmos que revientan luego. Y cuando Thalia se queda sola con su punteo de guitarra en ‘Saints Around my Neck’ se nos pone los vellos de punta. Y qué crescendo. Cómo también nos elevas y nos entierran con la traca final: ‘Submerge’, en la que cabalgan furiosos, y la stoogiana ‘Car’. Tremendos. Mireia Pería
Sharon Lopez
Las primeras filas se abarrotan para ver a Red Velvet en acción. Atrás, más bien curiosos del k-pop tratan de comprender el fenómeno. El cuarteto surcoreano realiza un set típico del k-pop, centrado en unas complicadas coreografías que no cesan, pues las chicas solo paran de bailar para hablar y dirigirse a su público, faltas de aliento. De vez en cuando un ejército de bailarinas emerge en el escenario para bailar con ellas y nadie pone en duda que Red Velvet pueda componerse de 10 integrantes, aunque no sea el caso. Una de ellas reconoce que pensaba nadie vendría a verlas: estaba equivocada. Las voces en directo a veces dan en la diana y otras salen disparadas hacia otra dirección, las canciones pueden ser una puta locura en sus mil cambios de ritmo y sonido y solo el remix de SOPHIE nos indica que estamos en el presente, pero, quizá por su peculiaridad, tengo el show de Red Velvet clavado en la retina. Y todavía no han salido Perfume… Jordi Bardají
Moverse de una punta a otra del recinto es una señora excursión, y lleva tiempo. Pillo a Pusha T en el Cupra algo empezado. Me recibe una marea de brazos. Él va con el atuendo casi oficial de los raperos: sencilla camiseta blanca holgada y tejanos, acompañado de un DJ-vocalista que, diríase, pretende robarle el protagonismo. Me decido a bajar y sumergirme mientras suena ‘Santeria’. El público es muy joven y principalmente extranjero. El público grita ¡Pusha! como si fuera un jugador de fútbol. Él se deja querer, nos interpela con chulería, nos busca, no rehuye al público. Nos habla de su familia, nos muestra vídeos y fotos de la suya. En ‘Dreamin’ of The Past’ la gente agita brazos y él consigue conectar, establecer la alegría entre todos. Mireia Pería
Sharon Lopez
Tengo serias reservas sobre el set de PinkPantheress, que ya en su corta carrera se está enfrentando a públicos bastante difíciles que critican su falta de entusiasmo sobre las tablas. Cuando ha ido a verla, claro. Hace poco se viralizó un vídeo de Vicky Beverly Walker tocando en Coachella para cuatro gatos, en plena tarde, y ella contestó aludiendo a una posible retirada de los escenarios: “todas mis actuaciones se suben a internet, creo que me dedicaré a escribir mis cancioncillas cortas, que es para lo que he venido”.
Evidentemente, PinkPantheress no se retirará de los escenarios y hay que decir que tocar por la tarde a pleno sol siempre es más desagradecido que hacerlo por la noche. Su concierto en Primavera está abarrotado y la gente acude a su escenario con muchas ganas de verla. Otra cosa es cómo se traducen las canciones al directo, pues las cápsulas pop de PinkPantheress funcionan porque duran 2 minutos: no tiene sentido extenderlas porque las melodías no son tan dinámicas ni se prestan a estirarse tanto. Esto significa que el set de PinkPantheress se ajusta a las grabaciones originales y que acaba antes de tiempo, con veinte minutos de antelación. Apenas la entrada de ‘Flowers’, el tema en el que se basa ‘Pain’, produce un momento de sorpresa. Ella pide al público que grite alto porque eso le energiza y, además, se muestra encantada de tocar en España por primera vez, concretamente, en el Parc del Fòrum, del que destaca su arquitectura y sus vistas al mar. Ilusiona escuchar en vivo ‘Just for Me’, la joya ‘Passion’ y por supuesto el hit ‘Boy’s a liar’ con Ice Spice es coreado en comunión, pero me quedo con las grabaciones. Jordi Bardají
Warren Jackson
En 2005, New Order dio un concierto tan desastroso en el Primavera Sound que, juraría, leí por algún lado que la organización los tenía vetados. Obviamente, en 2023 parece que sólo me acuerdo yo de eso. New Order es uno de los grupos de mi vida, pero las veces que me he acercado a su directo ha sido bastante decepcionante. Ahora ya no está Peter Hook para adoptar ademanes de estrellona heavy, New Order suenan como los profesionales que son y el día que Stephen Morris deje de ser un batería de 10, mejor irse retirando de la vida. Sin embargo, su show plagado de temazos (el mejor repertorio de la noche, probablemente del festival), se ve lastrado por la escasa voz de Bernard. Él le echa ganas, se le ve animado, y su guitarra sigue siendo tan fantástica como siempre. Sin embargo, a ratos me saca de las canciones, ya caigan ‘Regret’ o ‘Age of Consent’ y creo que toco fondo con ‘Subculture’. Pero el estribillo de ‘Bizarre Love Triangle’ me recupera, por la brutal conexión que se establece entre el público, que canta desgañitado ese “every time I see you falling”. ‘Plastic’ suena fantástica pero, ay, New Order nos devuelven a la sima con una versión malísima de ‘True Faith’. Nada que no pueda arreglar la mejor canción de los 80: ‘Blue Monday’. Espectacular cómo arrancamos al unísono sus primeros versos, aunque al final Bernard le robe los teclados a la jefa Gillian Gilbert, que se lo queda mirando en plan “ah, pues muy bien’. Y aquí llega la parte más emotiva, porque la introducción de ‘Temptation’ no puede molar más, porque Bernard evita el desastre de alguna manera, nos ofrece el micro para que cantemos sus “uh-uh-uh”, la canción se eleva, inmune a todo, su potencial emocionante intocado. Bernard tiene algún poblema con las guitarras antes de atacar ‘Love Will Tear Us Apart’, un tanto descafeinada, pero respetuosa. Han quedado atrás los tiempos es que la cantabancomo si fuera un himno futbolero. Y Bernard la entona con una tristeza que le parece nacer de dentro. Mireia Pería
Eric Pàmies
A Alison Goldfrapp le falla el sonido en los primeros momentos de su set. La distorsión de los bajos es letal: la gente se tiene que tapar los oídos. Su voz se oye a duras penas. Poco a poco el sonido va mejorando, y también la reacción del público. La tralla de ‘Train’ ya suena bien engrasada y con ‘Strict Machine’ y la versión renovada de ‘Ooh La La’ se confirma que la faceta electroclash de Goldfrapp sigue siendo la que mejor se traduce en directo: si entonces decíamos que estaban adelantados a su tiempo, hoy lo constatamos. Las canciones suenan hoy igual de bien que ayer. Por su parte, las de ‘The Love Invention’ aún no han calado de todo entre el público y, aunque el sonido mejora especialmente en ‘So Hard So Hot’, el público lo que canta es ‘Rocket’. Por otro lado, Alison es una diva extraña, elusiva, y de ella brotan pequeños momentos de entusiasmo algo abruptos. “Barcelona!! Yesssss!!!”, exclama en un momento del show con su habitual semblante distante y serio. Jordi Bardají
Eric Pàmies
La confirmación de Perfume es otro de los grandes aciertos de esta edición de Primavera Sound. Una de las girl bands de j-pop más populares desde hace años, el trío no puede ir más a su bola en el mejor de los sentidos. El show se centra totalmente en una coreografías complejas y robóticas, ni un segundo pasa sin que las chicas no se muevan, las coreos de manos (con movimientos intrincados de dedos, manos y muñecas) parecen aún más sofisticadas y ninguna canción se canta en directo. Ellas bailan extremadamente sincronizadas con el vídeo de apoyo, que simplemente proyecta sombras de ellas ejecutando las mismas coreografías, y solo utilizan el micrófono para dirigirse a su público con frases que parecen haber sido programadas por ordenador. “Muchas gracias por venir”, dice una, “esto es un sueño hecho realidad”, expresa otra. El baile no cesa y lo mejor es el contraste entre lo cuquis que son ellas y lo dura que va la música: las bases de electro-pop pueden ser tan modernas y contundentes como las de ‘Body Talk’ de Robyn, con la diferencia que Perfume hicieron antes ese sonido. Jordi Bardají
Vale la pena acercarse brevemente la show de Rema para comprobar que no es tan soso como parece. Al contrario, Rema es un todoterreno sobre el escenario, un artista totalmente entregado a su público, sobre todo a las mujeres, a las que dice «amar» (nos enseña una frase en nigeriano que significa eso mismo); a una enorme sonrisa pegado, y hace gala de un carisma arrollador. Además baila con soltura, aunque a veces deseas que se suelte más, porque su afrobeat se presta a dejarse la piel bailando. Además, lleva algo de escenografía, una tarima colocada en medio del escenario, decorada con flores rojas y un peluche blanco. Digamos que, con poco, es difícil soltar la vista de Rema. Te olvidas que todavía no ha cantado ‘Calm Down’ y que te estás perdiendo a Halsey, a la que me acerco con ganas… Jordi Bardají
… que se me desinflan rápido. Halsey es una de las cabezas de cartel de Primavera Sound, pero parece que no se lo cree del todo. Aún hay un conflicto en su cabeza entre la artista mainstream que es y la artista «alternativa» que también es, simultáneamente. Comenta que ha leído que hay gente (dos personas) que no entiende que actúe en el Primavera porque ella es una «cantante de pop comercial», mientras estoy bastante seguro de que a la gente todo eso le da igual a estas alturas. ¿Sabe que Dua Lipa actuó el año pasado? ¿Sabe que es 2023? El final de su show, metalero, con ‘Closer’ renovada en este estilo, evidentemente no es el que esperas de una «cantante de pop comercial», pero es que Halsey no es la típica «pop act»: su último disco lo ha producido con Nine Inch Nails y es brutal. Su conflicto se hace evidente cuando expone que su repertorio se divide entre sus «hits para la radio» (que no parecen gustarle nada) y los «deep cuts» experimentales y artísticos que sus fans adoran. Por alguna razón tiene que comentarlo, tiene que hacernos saber que ella merece tocar en el Primavera «a pesar de» ser quién es. Pero cuanto más lo comenta, más insegura parece y menos nos interesa lo que tenga que decir sobre su propio lugar en el festival. Halsey se eclipsa a sí misma para mal, pues resulta que como performer es estupenda y se come el escenario. Desde luego se le da mejor actuar que ejercer de teórica cultural: el público del Primavera y el festival mismo parecen más adelantados que ella en la asimilación de que el pop de masas ya tiene cabida -desde hace rato- aquí. Jordi Bardají
Los escenarios Amazon y Ron Brugal van con 25 minutos de retraso por los problemas técnicos que han tenido las japonesas Perfume. Logro escuchar la parte final de Alison Goldfrapp mientras espero a que salga la diosa Kathleen Hanna. El año pasado no pudo venir con Bikini Kill, pero este nos trae su proyecto electroclash Le Tigre, junto a Johanna Fateman y JD Samson. Parece que no hayan pasado prácticamente 20 años desde que sacaron su último disco, ‘This Island’. Un show multicolor, divertido, reivindicativo, con las pantallas llenas de proyecciones fosforitos y con las letras, para que podamos cantar. No pueden molar más, aunque parece que hay algún problema técnico con las voces, la de Kathleen no nos acaba de llegar todo lo fuerte que quisiéramos. Desgranan discursos e himnos feministas como ‘FYR’ o ‘My My Metrocard’. Se reparten las tareas al canto, JD Samson hace de maestre de ceremonias. Hay que recordar que se adelantaron 20 años con su reivindicación de los derechos LGTBI y las personas no binarias. Por eso siguen tan vigentes temas como ‘Lesbian Visibility’, la carga crítica de sus muy bailables canciones. En ‘On Guard’ Kathleen nos advierte contra esa publicidad que te dice qué tipo de mujer has de ser. La gente se va a pillar sitio a Blur, cada vez estamos más holgados, pero los que quedamos somos muy fans. Kathleen nos explica que ella y su hermana fueron las primeras de su familia en ir a la universidad, y que tenemos que compartir los conocimientos adquiridos, antes de cantar uno de sus clásicos, ‘Hot Topic’, homenaje a las que abrieron camino. “Gracias a la gente trans, a todas las mujeres”, nos dice Hanna. “Hay racismo, es un tiempo horrible, también aquí. Nos necesitamos los unos a los otros”, nos recuerda antes de que cierren con el karaoke y locura colectiva que provoca el fabuloso ‘Deceptacon’ y Kathleen acaba saltando a la comba. Punkismo, himnos sincopados, actitud, alegría y lucha. Maravillosas. Mireia Pería
Christian Bertrand
Salir más de veinte minutos tarde sobre el horario previsto hace que nos perdamos media hora de Blur. En 2013 tuve que huir de su concierto porque había demasiada gente y ellos no parecían muy contentos. En 2023 los veo de lujo (a lo que ayuda una magnífica realización en pantallas) y a Blur se les nota felices. No logramos ubicarnos hasta que Graham Coxon está entonando ‘Coffe and TV’. Lo que nos espera es una andanada de hits, a pesar de que leo que han abierto con canción nueva, ‘St. Charles Square’. Pero esta noche es una celebración. Damon sigue teniendo el mismo aspecto de chiquillo travieso, un tanto pasota. Cuando cae ‘End of century’ Blur demuestran que siguen sonando tersos, Damon se entrega al público y yo me olvido de que me duelen los pies. Damon se canta una tonada tradicional antes de arrancar ‘Country House’. Blur sí que consiguen elevar los ánimos. Cantamos, bailamos, Damon está muy gracioso de frontman como de vuelta de todo pero en que en verdad sí que le importamos. ‘Parklife’ es un despiporre. Ellos se divierten, nosotros nos divertimos. Encima ahora tocan ‘To The End’, que es su mejor canción, pero, ay, de golpe se oye fatal, como si melodía y base rítmica se hubiera descuadrado de repente. No da tiempo a preocuparse: empieza ‘Girls & Boys’ y con ella, la locura. Damon se calza su icónica chaqueta noventera y hace conato de enseñar cacho. “¡Se está cambiando más de ropa que Neil Tennant!”, me espeta mi amiga. ‘Song 2’ tampoco se oye bien, pero estamos tan enchufados que nos da igual. Damon pesenta al resto de la banda cantando, se pone al piano a hacer una copilla que se convierte en ‘This Is a Low’ y enloquecen todos los Blur. Para cerrar, los hits bajoneros: ‘Tender’, otra canción nueva, ‘The Narcissist’ y como punto final, la maravillosa ‘The Universal’. Los Blur se despiden muy formalitos y… espera. ¿Damon está llorando? Damon está llorando. Mireia Pería
La serie de The Weeknd pinta mal, pero al menos tenemos su música. Habrá banda sonora -volumen 1 y volumen 2- y uno de los temas que se tenían bien guardados es una colaboración con Madonna y Playboi Carti.
‘Popular’ es una agradable producción de R&B de Metro Boomin y Mike Dean que a los seguidores de Madonna recordará a ‘Hard Candy’ y a los de Abel Tesfaye a los tiempos de Toni Braxton y Aaliyah. Digamos que el R&B con que conocimos a The Weeknd era mucho más oscuro.
Esta canción, con sus detalles de sintetizador, es mucho más luminosa. Recordemos que Michael Jackson es un referente capital para The Weeknd, incluso vocalmente, así que esto también es un consuelo de alguna manera, después de que Madonna fuera excluida de ‘Dangerous’ por cochina.
En cuanto a su letra, ‘Popular’ es una reflexión tan inocua sobre la fama como su producción. “He visto al diablo en cada lugar y en cada rostro”, empieza diciendo Madonna, y ya solo vuelve a aportar una segunda estrofa breve y unos coros inaudibles. Abel nos habla sobre una mujer desesperada por ser famosa que todos identificamos. Playboi Carti sale robotizado contando billetes, quizá los que va a aportar a los 3 amanecer hoy tan bien posicionados en todas las playlists: es la primera vez que escuchamos a Madonna en Today’s Top Hits.
Agradable y prescindible a partes iguales, ‘Popular’ es un tema funcional. Da visibilidad a una serie de HBO que sin música de Tesfaye no sé si mucha gente iba a ver. A Madonna puede devolverla a las listas, al fin, casi sin mover ni un dedo. Y también sale ganando Playboi Carti, ahí donde lo veis en su primer «featuring» en 2 años.