“¡El mejor grupo de la puta historia!”, se llegó a oír anoche entre el público de la Sala But. Efectivamente, Triángulo de Amor Bizarro cantaron y tocaron como si lo fueran, con una pasión y una maestría realmente poco comunes. La incansable guitarra de Rodrigo, la etérea voz de Isa y la poderosa batería de Rafa funcionaron como si fuera el último concierto de sus vidas, en el marco del 25 aniversario de Ochoymedio. La celebración de su discografía, acompañados por algunos de los mejores grupos del panorama indie, se sintió especial desde el principio. Sin embargo, durante la gran mayoría del show no conseguía sacarme una pregunta de la cabeza: ¿Cómo se puede tocar tan bien y sonar tan mal?
Les pasa a los mejores. Es casi inescapable. El apartado técnico de un concierto le puede jugar una mala pasada a cualquiera y, como ayer, hasta puede distorsionar totalmente el encomiable trabajo de los músicos. Y encomiable se le queda corto a Triángulo de Amor Bizarro. Para empezar, muy pocos grupos son capaces de congregar en un mismo bolo a tantas bandas. La gente tiene cosas que hacer. Estas son bandas que, además de compañeros y amigos, son también fans del propio grupo. Rufus T. Firefly, León Benavente, Cora Yako, Repion, Parquesvr, Karavana, Bum Motion Club y Aiko el grupo formaban la lista de invitados. Esto, por no hablar de todos los otros que también participaron en el disco tributo a TAB y que, por la razón que sea, no estuvieron ayer en el homenaje, como Lori Meyers, Viva Belgrado o Grande Amore. Estoy segurísimo de que por falta de ganas no ha sido.

Lo que ocurre en el escenario está totalmente a la altura de la reputación y el respeto que se le asocia al grupo. Desde la inicial ‘No eres tú’, queda claro que TAB no es un trío al uso. Una atmósfera especial se posa en el ambiente desde la primera nota de Rodrigo. Su guitarra es casi mística. Con un solo punteo, el sonido invade la sala. Da la sensación de que podría durar para siempre. Durante ‘El culto al cargo, o como hacer llegar el objeto maravilloso’, la batería de Rafa es todo un espectáculo. El sentimiento con el que golpea los tambores es hipnótico. Es la definición visual de «se dejó todo en el escenario», llegando a robar el foco en múltiples momentos solo por su impresionante forma de tocar. Mientras tanto, el bajo de Isa le da sentido a todo.
Por desgracia, al ponerse la cosa más heavy, se nota que algo está descompensado. ¿Está la guitarra demasiado alta? Porque se come el sonido de todo lo demás. ¿Está la voz de Isa demasiado baja? Porque apenas tiene presencia en la mezcla. ¿Estoy describiendo el shoegaze sin darme cuenta? Obviamente, está dentro de lo esperable en un concierto de TAB, pero por lo que hablé con algunos asistentes después del bolo, lo de ayer no era lo normal. Una masa de sonido en la que no se distinguía nada de nada, con la excepción del pulso de la batería, y con el volumen pasadísimo de rosca. ¿Eché de menos unos tapones? Desde luego.

En consecuencia, muchas canciones sonaban demasiado similares, aun sabiendo que no deberían. Aquellas que prescindían de la guitarra de Rodrigo, como ‘Fukushima’, eran otro mundo. Abraham Boba fue el más afortunado en este sentido. «Qué divertido ha sido esto», dijo Isa mientras se despedía del líder de León Benavente, con toda la razón. Los problemas de sonido empañaron, en diferente medida, las interpretaciones de prácticamente todos los invitados. Fue el caso de Bum Motion Club. Los labios del vocalista Pablo Vera se movían, pero la voz había que imaginarla. Lo mismo con los dedos del guitarrista. Sin embargo, a pesar del frecuente ruido descontrolado, también hubo actuaciones enormes. A destacar, Repion en ‘ASMPR para ti’. La ilusión genuina de las hermanas Iñesta fue algo contagioso y el dúo Teresa-Rodrigo a las guitarras rebosó química por todos los lados.
El setlist fue tanto un repaso a la discografía del grupo, con temas tan queridos como ‘El himno de la bala’ o ‘El fantasma de la transición’, como un pequeño vistazo a lo que nos espera dentro de “un par de meses”. No es la salida de un nuevo disco, sino su anuncio. Así sonaron las llamadas ‘Ojos’ y ‘Mi catedral’, con la primera dibujándose como una disfrutona canción llena de riffs pegadizos y con la segunda como una pieza más compleja, pero no por ello menos emocionante.

La recta final del show fue un acumulamiento de trallazos capaz de desmadrar por completo al público, y que iba a más con cada tema que se sucedía. Rodrigo no dejó ni un segundo de descanso entre ‘Amigos del género humano’, ‘Canción de la fama’ y ‘Barca quemada’, con la distorsión de su guitarra sirviendo de pegamento entre canciones. La cosa empezó con ‘De la monarquía a la criptocracia’, junto a un -‘cool as fuck’- Carlos de Cora Yako, y terminó con el mejor final posible con ‘Vigilantes del espejo’. Todos y cada uno de los invitados invadieron el escenario en un final de película. La pista, un bendito caos. Gonzalo, de Karavana, se animó a tirarse encima del leal público de la But. Fue un momento precioso dentro de un concierto agridulce. Eso sí, que terminó con un gran sabor de boca. Eso es lo que nos llevamos. Durante esos tres minutos, Triángulo de Amor Bizarro sí fue el mejor grupo de la puta historia.

























