Eurovisión se celebra la semana que viene, a partir del martes, y de no ser por las ganas que le está poniendo Melody, apenas nos habríamos enterado. En otras ocasiones, ha existido un debate previo sobre si Suecia merecía ganar como siempre, si el «Cha Cha Cha» o la «Europapa» eran Revelación o Timo, quién había despuntado en streams y casas de apuestas, o cómo quedaría el aspirante famoso, el Olly Alexander, la Bonnie Tyler, la t.A.T.u., la Loreen de cada año. Este año, apenas nada.
Un primer vistazo no deja realmente favoritas o apuestas tan arriesgadas, pero hay más. La UER parece estar echando el concurso a perder, entre decisiones muy desacertadas y decisiones cuestionables, como consentir (de nuevo) la participación casi abiertamente política de Israel (acude con una víctima de los atentados de octubre del 23), en pleno genocidio en Gaza con más de 50.000 muertos, y la intención de «ocupar el territorio para quedarse», como hemos sabido esta semana.
La UER está contestando peticiones como la de RTVE de abrir el debate sobre la participación de Israel con comunicados que parecen escritos por IA, en lugar de, no ya expulsar a Israel como expulsó a Rusia, sino atender un debate necesario. Ya en 2024 se vivieron tensiones entre delegaciones, y este año será difícil que no se repitan.
También es muy cuestionable la prohibición de banderas, a destacar la LGTBIQ+, cuando es esta comunidad la que ha sostenido el festival cuando nadie lo quería, y la que lo mantiene vivo todo el año, no solo durante la gran final que ve todo el mundo. En un periodo de retroceso de derechos por el auge de la ultraderecha, dimos por hecho que Eurovisión estaría ahí para nosotros. Y no está sucediendo. Está en esa insoportable equidistancia «ni machismi ni feminismi» que ya sabemos todos dónde nos va a llevar: a sufrir más agresiones homofóbicas y transfóbicas. Cada día «ser apolítico» se parece más a no respetar los derechos humanos más básicos. Si el año pasado Martin Österdahl fue abucheado, que el nuevo portavoz responsable, quizá Martin Green, se prepare para mutear a la gente.
Más abierto al debate, aunque flaco favor está haciendo en esta coyuntura, es el límite que la UER ha puesto a la hora de compartir fotos y vídeos de ensayos. La intención es que lleguemos a ciegas, o todo lo posible, a las semifinales. Lo que ocurre es que, por el camino, puede que alguien ni se entere de que la semana que viene hay un Festival de Eurovisión.
A estas cuestiones dedicamos el nuevo episodio de Revelación o Timo, podcast de JENESAISPOP. Especialmente los primeros minutos. Después, no hemos podido evitar sumergirnos en el apasionante debate de cada año, pues una vez bien atendidas las canciones, muchas no, no estaban nada mal.
Tenemos a nuestro querido Tommy Cash compitiendo por Estonia. Mi compañero podcaster Claudio defiende a su tocayo neerlandés, que acude con un buen neo-soul. Como siempre, es favorita Suecia, esta vez con un trío cómico de origen finés; y también lo es Austria con JJ, el Nemo de esta edición por su carácter operístico. Por Finlandia lo dará todo a golpe de micro Erika Vikman.
Debatimos también sobre favoritas personales como el girl-group muy 70’s de Reino Unido (Remember Monday beben de ABBA y de Queen), así como sobre otras que aparentemente se desmoronarán en vivo, como Alemania o Dinamarca.
Deseamos una especial suerte a Melody, que se ha currado una campaña que incluye virales en los Goya, llamadas a Lady Gaga, bromas sobre sí misma, un Apagón premonitorio y una visita a la Moncloa. ‘Esa diva’ sigue siendo lo que es, pero se ha ganado el cariño de toda esta gente, de calle.
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