Dicen que ya casi cada pueblo cuenta con su propio festival. Se habla de una burbuja que no termina de explotar, y bien, porque nadie quiere que lo haga. En cualquier caso, Alcázar de San Juan es uno de esos lugares que cualquier excusa es buena para visitar. Con 30.000 habitantes, a 80 minutos de Madrid en tren, billetes de Renfe a precios ridículos y una historia que ocupa varios siglos, es un descubrimiento para todo aquel que aún no tenga el gusto.
A media hora andando del centro de Alcázar -o a 3 minutos en coche-, se pueden visitar los molinos que inspiraron ‘El Quijote’ -lo que queda de ellos, y restaurados, una visita con vistas muy recomendables-, así como una de las casas de Cervantes o el museo local. La Plaza del Ayuntamiento acoge conciertos gratuitos de Festial! durante la mañana del sábado, y la gastronomía y el vino son alicientes tan valiosos como el propio cartel del evento. Se nota que su creador, Javier Ajenjo, lo fue de Sonorama, pues cuenta con una filosofía parecida.
En la misma plaza de conciertos es especialmente recomendable, por ejemplo, el bar/restaurante Viña E, donde una camarera primero nos indica que no podemos comer sin reserva, pero después se apiada de nosotros, quizá por nuestra tenacidad devorando unas tristes aceitunas hasta los huesos. Muy recomendable el pisto manchego con huevo y magro, también su secreto ibérico cocido a baja temperatura, o su selección de vinos locales y de otras tierras a precios económicos.
La proximidad del escenario permite disfrutar de manera intermitente de unos conciertos gratuitos cuyo mayor enemigo es el calor. El ayuntamiento despliega una serie de toldos a modo de sombra, a una distancia prudente del escenario para no impedir la visibilidad de los realmente interesados. El mayor highlight de cada set se produce en el momento en el que la gente se decide a abandonar los toldos para bailar más cerca de los artistas.
Lo aprovechan muy bien Embusteros, pero no tanto Jordana B, en verdad con los discos más notables de la mañana, pero muy dispersas en una prueba de sonido que dura más que el propio concierto. Al final les apagan el sonido mientras cantan su hit sobre el Mar Menor. A continuación aparecen Los Invaders, la actuación sorpresa, con una mezcla entre los sonidos de Blur, los de Stone Roses y Molotov: tienen una versión de la incómoda -sobre todo para una plaza pública- ‘Puto’, que cambia «matarile al maricón» por «matarile al reggaeton». Salvados por los pelos, supongo.

Esta segunda edición de Festial!, con JENESAISPOP como medio oficial, ha sumado 10.000 asistencias entre sus dos jornadas, la fiesta de bienvenida del jueves y estas actividades gratuitas. Estamos hablando de un evento sobre todo disfrutado por el público local, diverso en edad, muy familiar, con asistentes entre los 0 y los 75 años, algunos con bastante pinta de llevar todo el fin de semana de after, pero al que también se acerca gente de fuera, dada su buena comunicación con Madrid y otros puntos de Castilla la Mancha. Y en esta especie de fiesta popular, venida muy arriba con tremendo cartelón, llegó Amaia y dijo: «¡Viva la muerte!».
El cabeza de cartel este sábado, tras la actuación el viernes de Viva Suecia y Delaporte, era la presentación del tercer disco de Amaia ‘Si abro los ojos no es real‘. El sonido que ofrece el único escenario de Festial! es excelente, espectacular, perfectamente audible en todo el recinto y más allá, pero tanto Amaia como La Casa Azul lidiaron con algún problema técnico, en el caso de ella tratando de adaptarse a un arpa nueva que tenía las cuerdas más juntas y negras.
Amaia lidió con estas insignificantes vicisitudes con su simpatía habitual, calificando el pueblo como «buenrollero» o preguntando a las diez de la noche si la gente ya estaba muy «borracha». «Luego me pienso poner…», anunció. Si debido al dichoso arpa, Amaia tuvo más problemas de lo habitual para silenciar a la gente durante ‘Ya está’, sí lo consiguió sin esfuerzo durante la impresionante versión de Papá Levante que se está marcando en esta gira. Es alucinante cómo ha podido reescribir aquello de «Aunque parezca mentira, me pongo colorada» a golpe de piano y copla.
Como ‘Yamaguchi’, otro de los improbables momentos más emocionantes de un setlist que celebra la muerte a golpe de taconeo en ‘Despedida’. La imagen de Amaia bailando mientras suena el tarareo «la-ra-la-la-la», ideado tras el fallecimiento de su abuela, es bellísima. ‘Tengo un pensamiento’ y ‘Bienvenidos al show’ siguen cerrando el ídem en un buen espectáculo que aprovecha lo visual de sus dos alturas, pero sobre todo el virtuosismo de sus jóvenes músicos, uno de los cuales cumplía años. Amaia le cantó el «cumpleaños feliz» a velocidad 1.5x, que como le comunicaron discretamente, iba justa de tiempo, y había prisa. Guille Milkyway, por cierto, no perdió detalle del concierto de Amaia, entre el público, con discretísimos pantalones deportivos de color rosa, y gorra identificativa.
Antes de Amaia, vimos un gran concierto de Carlos Ares, que presenta un nuevo trabajo en el que continúa viajando por diferentes tiempos y épocas, de la hippie a la sintética, con una banda muy numerosa, capaz de cambiar de tempos y vibe en tiempo récord. A destacar, la violinista, por lo bien que se la escucha, y composiciones como ‘Importante’ o ‘Rocíos’.

Y después de Amaia, de Pamplona, según ella misma anoche, «la mejor ciudad del mundo», viajamos a su vecina Donosti, en un punto ciego entre la Movida y el Donosti Sound. Duncan Dhu están celebrando sus 40 años con una gira sin Diego Vasallo, en la que Mikel Erentxun recuerda su repertorio en compañía de otros músicos. La intro al concierto fue ‘Girl from North Country’ de Bob Dylan, una pista de lo que nos íbamos a encontrar en el repertorio que celebra a Duncan Dhu. Algo realmente bastante inesperado: una reivindicación del grupo en clave rock’n’roll, con una amplia banda que exageraba la inspiración americana de Duncan Dhu y obviaba la británica, que hasta donde la memoria me alcanza, era la predominante. Aquello parecía más bien un concierto de Coque Malla.
Sonaron más o menos fieles a sí mismas ‘Una calle de París’ o ‘A tu lado’, pero en general el repertorio sonaba dylanizado y un gran ejemplo fue la versión actualizada de ‘Mundo de cristal’. De repente el tema sonaba a Dylan, Springsteen o a los Rolling Stones, y no a The Style Council. El concierto se fue acercando a su final con una versión de ‘Esos ojos negros’ que se habría entendido mejor en una sala Galileo Galilei, y sí supo dejar un claro highlight en la preciosa versión de ‘Jardín de rosas’, en ‘100 Gaviotas’ y en el bis ‘En algún lugar’. Tremendos melodías y estribillos. Mikel Erentxun, por cierto, luce estupendo en lo vocal.

Algo después de que sonara ‘La casa azul’ de Duncan Dhu, a la 1.05 de la madrugada tenía que salir La Casa Azul, pero no lo hicieron por un problema en las luces que les retrasó 10 minutos, y que persistió entre la primera y la segunda canción del grupo. Momento que aprovechó Guille Milkyway para intentar arrancarse con una versión acústica de un tema que podía ser de Julio Iglesias. Cuando pudieron, volvieron «a lo suyo», lo cual era un despliegue de luces blancas e iluminación que no me extraña que tumbara el sistema, pues lo mismo podía haber provocado un apagón en toda Castilla La Mancha. Algunos tuvimos que volver a usar gafas de sol, en torno a las 2 de la madrugada.
Como si Guille se agobiara con la mera existencia de un solo segundo de aburrimiento, cuando un festival suele dejar muchos, muchísimos, y no pasa nada, su repertorio está lleno de estímulos bien sea en forma de hits, luces, proyecciones detrás de las luces, coros y más coros en directo y pregrabados. No voy a ser yo quien cuestione un set que empieza con ‘No hay futuro’, sigue con ‘No más Myolastan’, ‘Los chicos hoy saltarán a la pista’, ‘A T A R A X I A’, ‘Prometo no olvidar’, ‘Podría ser peor’, ‘Esta noche solo cantan para mí’ -indisociable de sus proyecciones de artistas femeninas como Nina Simone o ahora Lorde, Lana del Rey, Billie Eilish, Amaia-, ‘Superguay’, ‘La fiesta universal’, ‘La revolución sexual’ o ‘Nadie nunca pudo volar’. Aquello fue una fiesta de 10. Pero también es verdad que habría disfrutado igual el concierto con un 90% menos de llamaradas.

La noche terminaba con una sesión de Carlos Jean, poniendo remezclas de Dorian y cosas así. Bueno, no sé muy bien cuándo terminó la noche porque en las pantallas se indicaba sin ningún disimulo dónde había que ir de after. Pero sin salir aún del recinto tenemos que hablar de Chinches DJ’s, el dúo que ponía música entre concierto y concierto y que no solo fue cambiando de vestuario después de cada concierto, sino que arriesgaron poniendo canción política de PUTOCHINOMARICÓN (‘Tu padre es un facha’), hits con referencias locales de Amatria o la banda sonora de la serie ‘El Quijote’, y también algún mash-up chulo como el que une a Daft Punk con Los Piratas. Muy divertidos.