Afortunado quien haya logrado atravesar toda la era ‘Mayhem‘ sin ver ni Gagacabana ni Gagachella. El Mayhem Ball Tour, que este martes ha completado la primera de sus tres fechas en Barcelona (la tercera será en Halloween, parece que habrá sorpresas), reutiliza muchos de los escenarios vistos en aquellas actuaciones, como no podía ser de otra manera dada su complejidad y nivel de producción. Afortunado, porque el grado de espectacularidad es tal que quien lo presencia por primera vez queda completamente impactado.
Aquellos primeros shows fueron apenas una introducción al concierto del Mayhem Ball Tour, uno de los espectáculos pop más teatrales y visualmente imponentes de la música reciente. Una especie de ópera gótica, dividida en cuatro actos, un final y un bis, que pone a Gaga a jugar una partida contra su propia dualidad en un intento por integrar la luz y la oscuridad que conviven en su interior. Es una exploración de la identidad, la fama y, en última instancia, de lo que significa ser Lady Gaga.
Solo repasar la cantidad de elementos escenográficos empleados en el show daría para un artículo aparte. Un dato: lleva 38 tráilers. Al castillo gótico que preside el escenario o la enorme jaula cubierta de cortinas que abre el concierto -un inicio delirante, de no dar crédito- se suman la aparición de una calavera gigante y el uso de un panel de luces bajo el cual Gaga y sus bailarines bailan ‘Summerboy’, recreando una discoteca. El Mayhem Ball Tour es a la vez kitsch y camp, igualmente artificial, ridículo, glamuroso y consciente de todo ello, y, por tanto, doblemente Gaga.
Todo este festín de tableros de ajedrez, calaveras, esqueletos y mesas de operaciones se pone al servicio de un repertorio más extenso de lo esperado y que, cuando se centra en ‘Mayhem’, ofrece sus mejores momentos, a pesar de que el recinto del Palau Sant Jordi vuelve a enlatar demasiado el sonido. Aun así, son innegables el subidón de ‘Abracadabra‘ nada más comenzar, el guitarreo de ‘Garden of Eden’, la simpática performance de ‘Perfect Celebrity’ -con Gaga enterrada en arena- o el baño de masas -muy al final- de ‘Vanish Into You‘, con la artista firmando fotos y reconociendo a fans de hace años.
La recuperación de clásicos enloquece a los «Little Monsters» en cuanto suenan ‘Applause’ y ‘Born this Way’, este último, el clímax del concierto, en mi opinión, por el coreo masivo que provoca. Aunque Gaga no dedica a ‘Born this Way’ un número tan elaborado como el de ‘Bad Romance’, una ópera en sí misma, en la que Gaga usa un outfit que evoca el del videoclip original, sin ser exactamente el mismo.
Los números del Mayhem Ball Tour dedicados a los clásicos brillan más cuando son revisitados y renovados que cuando se recrean tal cual los recordamos. Gaga introduce a su segundo yo en ‘Poker Face’, pero ni esta ni ‘Just Dance’ lucen demasiado en un espectáculo tan teatral y «timburtonesco». ‘Bloody Mary‘ abre el show reconociendo que el fenómeno viral de la canción ha inspirado claramente la dirección de esta nueva era; sin embargo, aunque el fantasma del «fan service» recorre el escenario como un personaje más, al menos el sonido y el mensaje de ‘Bloody Mary’ se alinean con el concepto del espectáculo.
En la recuperación de las coreografías originales de ‘Just Dance‘, ‘LoveGame’ o ‘Bad Romance’, o en las muletas de ‘Paparazzi’ (que una pareja de chicos aprovecha para pedirse matrimonio, la imagen con Gaga caminando coja por detrás es impagable), da la sensación de que Gaga recurre a la nostalgia demasiado pronto. Hay que recordar que Stefani apenas va por su sexto disco y tiene 39 años. En contraste, el número de ‘Shallow‘ resulta precioso al incorporar una producción más lúgubre: Gaga canta subida a una barca que simula navegar por unas aguas solitarias, tras haber hecho las paces con su propia oscuridad.
No siempre el repertorio de ‘Mayhem’ logra mantener el interés del espectáculo. Cuando interpreta ‘The Beast’, ‘Shadow of a Man’ o el bonus track ‘Kill for Love’, la energía decae ligeramente. Por eso tiene más mérito que Gaga haya conseguido convertir ‘Dead Dance‘ en un pequeño éxito. Es una de las actuaciones más simpáticas, con Gaga bailando embutida en un vestido de estilo victoriano. Aunque, cuando inserta ‘Dead Dance’ al final de ‘Just Dance’, haciendo que suene dos veces, la idea resulta tan forzada como un intento de viral en TikTok.
Si algo demuestra la reivindicación de ‘Bloody Mary’ en el Mayhem Ball Tour, es que esta gira también funciona como una celebración absoluta del catálogo de Lady Gaga… con la triste excepción de ‘Chromatica‘, del cual se recuperan un total de 0 canciones. ‘ARTPOP‘ aporta ‘Applause’ y un fragmento de ‘Aura’, mientras que ‘Joanne‘ es recordado con ‘Million Reasons’, el full band de ‘Come to Mama’ -tocada por primera vez desde 2018- y, finalmente, ‘Perfect Illusion’, que suena al término del show mientras Gaga se despide del público.
El vacío a ‘Chromatica’ Gaga lo compensa con la inclusión de ‘Scheiße’ al inicio del set, una sorprendente y preciosa rendición al piano de ‘Dancer in the Dark’ o la mencionada performance de ‘Summerboy’. Son caprichos y regalos para fans que, junto a himnos populares como ‘Die With a Smile’ o ‘Bad Romance’ conforman un repertorio muy completo, con algo para todo el mundo. Pero el espectáculo convence sobre todo en su dedicación a ‘Mayhem’ y a toda la parafernalia terrorífica y halloweenesca que envuelve el proyecto, en toda su dimensión teatral, gótica y operística.
El Mayhem Ball Tour concluye como casi nunca vemos a Gaga: completamente desmaquillada y desmontada, mientras interpreta ‘How Bad Do You Want Me’ desde el camerino hasta el escenario. Con este reveal, Gaga nos dice que está lista para mostrarnos quién es en realidad, y que detrás de todas sus identidades, al fin y al cabo, se encuentra un ser humano. Es el mejor final posible para un espectáculo barroco hasta decir basta, pero que decide cerrar con un punto de ternura. Quizá este estudio sobre el “CAOS” no podía terminar de otra manera.