‘Nuevo brutalismo‘, primer adelanto de este ‘Capital Desierto’, sonaba a cumbre de un sonido que Abel Hernández, El Hijo, viene madurando desde hace años. Con ‘Los movimientos‘ (2012) culminando una ascensión a un space rock expansivo y poderoso partiendo del planteamiento eminentemente acústico, tocaba reinventarse. Así lo entendió el ex-Migala, y en ‘Fragmento I’ (2015) dio un giro a su carrera con el que se lanzaba en plena búsqueda. Tirando del hilo de una electrónica abstracta y oscura, el pasado año marcó un hito más concreto con ‘Dentro’, en el que influencias como Oneohtrix Point Never, Arca, Laurel Halo o Holly Herndon ganaban presencia.
A partir de ese punto algo introspectivo y abstracto, explica Abel, se ha ido abriendo progresivamente a sonoridades distintas, igualmente audaces pero también más pop, como puede ser la sugerente corriente del nuevo R&B o el colectivo PC Music. La aproximación a la música comercial por parte de A.G. Cook o Danny L. Harle, su forma de tomar una estética dulce y amable y retorcerla hasta hacerla tan atractiva como grotesca, ha supuesto un estímulo creativo para El Hijo.
‘Capital Desierto’ es, por tanto, un disco abiertamente pop pero también esquivo, tan lleno de trampantojos como el propio mundo adulto. ‘Nuevo brutalismo‘, sin ir más lejos, comienza con un tono lúgubre, solemne, referenciando una vieja canción de Hernández, ejerciendo de enlace con un pasado que de otra manera parecería ajeno, en una metáfora de la vida de cualquiera. Pero, en su plúmbea oscuridad al más puro estilo Arca, su melodía mutante entonada a dúo con la Laura Lamontagne va adquiriendo una querencia casi folclórica. ‘Repite‘ toma el relevo como un espejo deformado, con Lamontagne entonando esta vez una melodía colorida –»yo sólo quiero bailar tecno», canta–, con un ritmo dislocado difícilmente bailable… hasta que la propia repetición del bucle–»mentiras repetidas son verdad», dice ahora Laura– va atrapándonos en la canción hasta deslumbrar con su gancho.
Esa tónica vertebra todo ‘Capital Desierto’, llevándonos del desconcierto a la gloria en dos segundos (o al revés, como sucede en ‘Las huellas de tus dedos en mi Samsung’), en una línea estética similar a la que sigue Daniel Lopatin. Es como un torrente de datos aparentemente inconexos que van mutando hasta cobrar un sentido y una forma concretos, quizá imperfectos pero coherentes, deconstruyéndose para emerger luego cambiados: ‘Cerebro plagado de loops‘, ‘Todo para mí’ (con Lucas Malcorra, de Joe La Reina, como invitado), ‘Ojos que miran’ (de nuevo con un punto folk en lo melódico, pese a su trasfondo tecno) o ‘Espejo selfie’ –con su acertadísimo giro de pseudo-soul final– son quizá los cortes que mejor comprimen este concepto.
Y así funciona también la parte lírica, como una suma de ideas primordialmente aleatorias que van cobrando nuevos sentidos al contraponerse con otras, más por intuición que de una manera analítica, explica Abel. La extrema exposición de información y estímulos a la que estamos sometidos de manera constante a través de la tecnología –»nada dura siempre excepto el plástico y los memes», dice en ‘Lluvia tóxica en China (Su amor_GIF)’, con Tórtel–, el consumo extremo –»sigue en Zara, suena Shakira»– y la perplejidad y aturdimiento que se derivan de todo ello –la explícita ‘Bolsas de Primark’ asfixia: «La música suena sobre la gente (…) Te encanta el centro con todas sus tiendas (…) Café de Starbucks, cuero vegano, montones de cosas, barato, barato. La carne se aprieta, se comprime»– nos baña como una lluvia de rayos gamma. La amalgama de yeso blanco e informe que nos mira desde su atinada portada podríamos ser cualquiera de nosotros.
Por momentos adusto y áspero, ‘Capital Desierto’ es un disco con el que nos encontraremos conectando y desconectando permanentemente, fruto de la constante transición del pop a lo abstracto y lo conceptual a la que nos somete. Es parte de una refundación artística que vuelve a situar a Abel Hernández como uno de los más audaces teóricos de la música popular contemporánea en España, dotando a El Hijo de una modernidad con sustancia e incluso aguzando su olfato pop. Lejos, muy lejos, de la engañifa de hacer lo de siempre apenas poniendo de por medio una caja de ritmos y un triste filtro Autotune.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Nuevo brutalismo’, ‘Repite’, ‘Cerebro plagado de loops’, ‘Ojos que miran’, ‘Todo para mí’
Te gustará si te gusta: Oneohtrix Point Never, Arca, el último Tórtel.
Escúchalo: Spotify



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