Antes del lanzamiento de ‘evermore’, el segundo disco de Taylor Swift en apenas cinco meses, Zola Jesus apuntaba en Twitter que la artista se permite «disfrazarse de indie» mientras los «artistas independientes de verdad la pasan canutas para sobrevivir». El mensaje de la autora de ‘Okovi‘ hacía enrabiar a los fans de Taylor -sus «soldados digitales»- y la artista se veía obligada a aclarar que ella no tiene «ningún problema» con esta, sino con el hecho de que «los únicos artistas capaces de sobrevivir una pandemia sean los que ya tienen los bolsillos llenos».
Si Taylor hubiera respondido a Zola, la cantautora de Pensilvania le habría dirigido a algunas de las acciones que ha tomado, a lo largo de su carrera, para ayudar a quienes más lo necesitan, pero el mensaje de la segunda invitaba a una reflexión diferente: ¿es la etapa «folk» de Taylor una pose? Yo digo sí. Toda su discografía lleva a esta conclusión: la misma Taylor ha reconocido haber basado su carrera en buscar la aprobación de los demás, y si ‘1989‘ era su disco de pop porque era lo que tocaba en ese momento, ‘reputation‘ era su intento de sacar rédito a las controversias de la época por la misma razón, y ‘Lover‘ su posterior lavado de imagen porque ídem. Llegado el confinamiento, Taylor ha visto la oportunidad perfecta para abrir una nueva etapa en su carrera, la de artista seria que puede gustar a público y críticos por igual. Y nadie ha dejado esto más claro que ella misma con los títulos de sus discos, más obvios imposible. Ahora lo que toca pensar es que Taylor ha evolucionado porque graba música intimista, se codea con The National y Bon Iver, se viste con chaquetas de franela y, cual Justin Timberlake haciéndose el campesino, escribe canciones llamadas ‘cardigan’ o ‘the lakes’ que además titula en minúscula. Ahora tanto cifras como críticas le vuelven a ser favorables y la industria vuelve a estar de su lado.
La realidad de todo esto es que nada ha cambiado. Taylor, una persona tan americana que su cara podría aparecer en la bandera del país, es una empresaria nata que ha basado su carrera en el éxito comercial, de ahí que sus primeros discos de country fueran tan genéricos que podría haberlos firmado cualquiera con un mínimo de conocimiento sobre el género. Lo mismo podría decirse de sus incursiones en el pop en ‘Red‘ y ‘1989’, tan deudoras del sonido de Max Martin para artistas como Katy Perry, y del mensaje implícito -que no cierto- que dejaba la producción de ‘reputation: si haces un disco lleno de rabia tienes que pasarte al hip-hop y a la música electrónica porque son sonidos más «oscuros». Solo Taylor podría reclamar la palabra «folclor» para titular su disco «serio»: lo raro es que no nos hayamos enterado de que ha intentado comprar el término para registrarlo como marca. Pero lo más curioso de Taylor es su obsesión con escribir canciones basadas en una sola nota… y también en la «nota fundamental». Este tipo de canciones suele triunfar porque son simples, y el repertorio de Taylor está plagado de ellas, como ya han apuntado varios artículos. Y todas se parecen necesariamente. Si alguna vez criticaste a Lana Del Rey o a Beach House -dos artistas de los que Taylor es fan- porque todas sus canciones son «iguales», dime que ‘evermore’ no produce la misma sensación: ‘long story short’ es igual que ‘Dress’, ‘champagne problems’ es igual que ‘Cornelia Street’, ‘marjorie’ es igual que ‘august‘. Los ejemplos podrían seguir. No, no es un problema que los artistas escriban canciones que se parecen las unas de las otras, de hecho es imposible que esto no suceda y los debates sobre plagio no pueden dar más pereza, pero cuando eres una de las artistas que más discos vende en el mundo, molaría que tu obra no estuviera basada en el oportunismo ni se quedara tanto en la superficie de todo.
La fórmula funciona en varios puntos de ‘evermore’. ¿Cómo no iba a hacerlo? ‘willow’ es una estupenda canción de amor de tintes pop, folk y country que está basada en el mismo patrón rítmico que el reggaetón, como una lectora ha apuntado en la sección de comentarios de este mismo medio. Y ‘no body, no crime’ con Haim es muy divertida en su uso de la figura de Este (una de las hermanas, la misma a la que entrevistamos recientemente) como protagonista de una historia que involucra una supuesta infidelidad y un asesinato. Da igual que la canción sea genérica en su aproximación al country-pop de gente como Carrie Underwood, lo importante es que está bien escrita desde todos los puntos de vista, también el narrativo. Porque ‘evermore’ vuelve a ser un trabajo en el que Taylor da rienda suelta a su imaginación a la hora de contar historias inspiradas (o no) en su propia vida. ‘dorothea’ es ella misma, pues habla de una joven que viaja a Los Ángeles para perseguir sus «sueños de Hollywood», pero está interpretada desde el punto de vista del chico que se ha quedado en el pueblo y la echa de menos. Sin embargo, ‘champagne problems’, una de las varias baladas soporíferas de ‘evermore’ basadas en el sonido del piano, narra la historia de una mujer que rechaza una pedida de matrimonio y deja anonadados a familiares y amigos, quienes consideran que está «jodida de la cabeza» por esta decisión. Real o no, cuenta una historia de la que quieres conocer todos los detalles.
El de Dorothea es otro nombre en la constelación de personajes que está dejando la etapa reciente de Taylor, y en la que también encontramos a Betty, James, Inez o ‘marjorie’, quien no es otra que Marjorie Finlay, abuela materna de Taylor (como la de Núria Graham). Marjorie era cantante de ópera e inspiró a la artista a dedicarse a la música, de la misma manera que, en este largo, ha inspirado una de sus composiciones más emotivas, pues Taylor asegura que se le sigue apareciendo en sueños (como Taylor es fan de los «easter eggs» y de interrelacionar su obra a tope, Marjorie también era el nombre de una niña de 5 años que desapareció en el año 1939 en Pensilvania, ciudad en la que Taylor se crió; la hermana de la niña desaparecida se llamaba Dorothea). Sin embargo, Taylor no puede sino escribir canciones personales y es bastante explícita en ‘gold rush’, una popera canción, un poco Coldplay, marcada por la paranoia de posiblemente perder a la persona amada, y en la que deja frases tan buenas como: «At dinner parties I won’t call you out on your contrarian shit / And the coastal town we never found will never see a love as pure as it». Y si en ‘long story short’ insiste en recordar su «caída del pedestal» sin tener necesariamente cosas nuevas que decir al respecto, en ‘tolerate it’ se supera abriéndose en canal para mostrarse de lo más vulnerable e insegura, cantando que convertiría su relación en una «ruina» si pudiera.
Si de ‘evermore’ hay que destacar las letras es porque son buenas, pero también porque las canciones no comunican nada especialmente interesante. Taylor se atreve a experimentar con la electrónica en ‘closure’ dejando texturas muy parecidas a las del último álbum de Charli XCX (el productor BJ Burton aparece en ambos trabajos), pero no deja de presentar una colección cuyo sonido está basado prominentemente en el de The National, como ya sucedía en el anterior. Al final, la conclusión a la que invita la escucha de ‘folklore’ y ‘evermore’ es que la autora de ‘Delicate’ no ha evolucionado tantísimo. Ambos discos están compuestos por las mismas canciones que la artista lleva años escribiendo porque estas están basadas exactamente en la misma fórmula. Puede que antes estuvieran escondidas en los tramos medios de sus álbumes opacadas por los singles más poperos, pero ya no, porque ya no hay singles poperos a los que atenerse. Lo único que cambia en estos dos largos es el envoltorio: Max Martin ya no está por aquí para introducir bases machachonas en las composiciones de la artista, y Jack Antonoff apenas aparece en dos de ellas. Ahora es sobre todo Aaron Dessner quien, con su presencia, nos intenta convencer de que este cambio de registro es sincero, cuando lo cierto es que responde a otra estrategia comercial más.
Dos méritos hay que reconocerle a Taylor: como compositora y letrista es estupenda y además está consiguiendo vendernos la misma canción una y otra vez sin que se note dotándolas de mil variaciones melódicas, instrumentales y de producción. Ninguna canción es igual al fin y al cabo. Pero cuando las canciones más diferentes que ha escrito en tiempos recientes se parecen tanto a otras cosas, cuando ‘cardigan’ lleva tanto la firma de Lana Del Rey como ‘mirrorball’ la marca del shoegaze de los años 90, cuando toda la instrumentación de ‘folklore’ y ‘evermore’ bebe del trabajo de The National porque Taylor probablemente no posee una idea propia de lo que puede llegar a ser la música «folk» como pueden hacerlo Phil Elverum o Joanna Newsom, ¿cómo no sospechar de este giro alternativo? ¿Cómo no dar la razón a Zola Jesus con que todo esto no es más que un disfraz? Y lo cierto es que ‘evermore’ vuelve a ser un disco de Taylor Swift en todos los sentidos: accesible, formulaico a rabiar y hecho para gustar a todo el mundo. Una tercera cosa que reconocerle a la cantante: desde luego no intenta esconderlo.
Calificación: 7,3/10
Lo mejor: ‘willow’, ‘no body, no crime’, ‘tolerate it’, ‘marjorie’
Te gustará si te gusta: Carrie Underwood, Laura Veirs, Alela Diane
Youtube: vídeo de ‘willow’



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